Arte y Censura en Chile: El “Ser Universal” de Giovanni Gellona

Hace algunas semanas atrás, el artista nacional Giovanni Gellona lanzó su primer disco titulado “Ser Universal”

Por Carlos Montes

13/09/2015

Publicado en

Columnas

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Hace algunas semanas atrás, el artista nacional Giovanni Gellona lanzó su primer disco titulado “Ser Universal”. El disco que se realizó bajo la producción de Erasmo Parra, hijo de Claudio Parra (pianista de Los Jaivas) y productor de artistas nacionales e internacionales tales como: Anita Tijoux, Santo Gold y Missy Elliot, se ha empezado a conocer y escuchar en radios. El recorrido de Gellona no es nuevo en el país ni en el medio artístico. Irreverente desde sus inicios en Panoramix como parte del trío de bailarines, el artista también se hizo conocido hace unos años al pintar a Cecilia Bolocco ensangrentada y una sensual Santa Teresa de Los Andes para la exposición “National Glamour” en el hotel Sheraton.

Sin embargo el disco de este multifacético artista ha llamado la atención por haber sufrido una importante censura de parte de las plataformas de redes sociales y aplicaciones musicales, como iTunes, instagram, Spotify y Facebook, las que censuraron la carátula del disco. ¿La respuesta? El contenido e imagen de portada iba en contra de las políticas de uso de las aplicaciones. Sin embargo el video de su primer single también ha estado sujeto a críticas y censuras desde algunas instituciones o agrupaciones, porque realiza una crítica aguda a la sociedad chilena y la impotencia contenida tras las injusticias de un país indolente, que muchas veces prefiere empatizar y mirar la situación de refugiados y migrantes, en vez de acercarse e informarse sobre los conflictos de tierra y poder en la Araucanía, que ocurren a muchos menos de kilómetros.

Casos de censura en Chile abundan, claro está. Las Yeguas del Apocalipsis, los discos requisados de la nueva canción chilena, la casa de vidrio, baby bamp, la obra de teatro de Prat, el afiche de joven y alocada, la portada de Aguaturbia en los 70’ o la mítica performance de Patricia Rivadeneira, nos dan cuenta de un tema que cada cierto tiempo vuelve a la palestra, de una realidad nacional que al tiempo que disgusta, enfada o molesta, que exige que se esconda. Cuando un artista dice algo que incomoda, que devela ciertos rasgos de aquello de lo que no se habla, jamás pasa desapercibido y el caso de Gellona, retoma una lucha del arte contra las instituciones en su más amplio sentido. Recorrer la historia de la censura en el arte en Chile, también nos hace recorrer otra arista de nuestra historia nacional, otro vértice de lo que somos, que esta vez nos habla de las contradicciones morales y los juicios de valor, moral y ética que hacemos acerca de quienes se expresan a través de las artes. Pero que en ocasiones también hacemos sobre nuestra familia, entorno e incluso con quienes no conocemos.

Nuestra Constitución política en su artículo 19 nº 25, se refiere a la libertad de creación y difusión obras artísticas, mismo artículo que también garantiza la libertad de emitir opinión y la de informar sin censura previa. Esto quiere decir que por ningún medio es legal censurar o evitar la circulación, exhibición, distribución o difusión de una obra. ¿Qué pasó entonces? En el caso de Gellona se aprecia una vuelta a la censura que intenta operar desde la marginación y la omisión, vistiendo de ignorancia a un video. Enfatizando como arenga a una falta al pudor y la moral nacional, a algo que sólo es una expresión musical diferente. Como se aprecia en la imagen, Gellona debió cubrir aquellas partes del cuerpo que entraron en conflicto.

Apelando a un discurso que se basa en sesgar una propuesta artística emergente y con contenido, pero que no es capaz de delatar o enjuiciar la doble moral y el morbo con el que trabajan y operan cadenas televisivas por ejemplo. ¿De qué manera potenciamos y generamos nuevos cultores y creadores, si no somos capaces de reconocer y aceptar nuevas representaciones y propuestas?. No es posible que reconozcamos y aceptemos que lo transgresor en términos artísticos deba ser foráneo y no propio. No es posible ni admisible que pidamos a nuestros propios gestores que se limiten en el terreno de la imaginación. “En el jardín de la felicidad, se prohíbe prohibir.”

La censura en Chile es una historia de idas y vueltas. La eliminación del acervo cultural y los libros sufrida en dictadura, por ejemplo, evidencia un retroceso del flujo editorial notorio que lentamente ha comenzado a sufrir un periodo de nuevo auge, en función de una diversidad de editoriales independientes. Si se sigue destruyendo libros de “Cubismo” como en el 73, porque se piensa que hablan de Cuba, seguimos demostrando ignorancia, la existencia de un doble discurso y una falta de tolerancia en su más amplio sentido entre nosotros.

Hugo Ramos Tapia

Licenciado en Historia

Estudiante Magíster en Historia y Gestión del Patrimonio Cultural

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