Barbarie, locura y muerte

La historia testimonia cómo algunas armas, rostro perverso y delirante de la tecnología y de la modernidad, se asocian a ciertas épocas, verdaderas metonimias de la locura y la violencia

Por Wari

31/12/2013

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Columnas

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Álvaro CuadraLa historia testimonia cómo algunas armas, rostro perverso y delirante de la tecnología y de la modernidad, se asocian a ciertas épocas, verdaderas metonimias de la locura y la violencia. Así, la pistola “Luger” se asocia al régimen Nazi o el rifle “Winchester” a la conquista del oeste en las películas de Hollywood. Del mismo modo, el nombre de Mijail Kalashnikov, un nombre que no dice mucho a las nuevas generaciones, está ligado a los años de la Unión Soviética y su disputa por la hegemonía mundial que se bautizó como la Guerra Fría.

Ha fallecido este 23 de diciembre, a los 94 años, Kalashnikov, un talentoso soldado del Ejército Rojo que luchó durante la Segunda Guerra Mundial, quien durante un reposo hospitalario entre 1941–1942 concibió la que llegaría a ser un arma casi mítica, un fusil de asalto que tras años de diseño resultó en el AK 47 (Automat Kalashnikov 1947). Un arma liviana, apta para todo tipo de clima y de muy escaso mantenimiento, con un alcance que se aproxima a los 300 metros.

Se ha dicho, y con razón, que se trata de un verdadero símbolo de la llamada Guerra Fría, pues, el AK 47 fue el arma de diversos movimientos de liberación nacional en África, Asia y América Latina y, hasta nuestros días, se estima que circulan alrededor de cien millones de fusiles distribuidos entre distintos ejércitos y grupos irregulares en diversas latitudes del planeta. En aquellos años, una forma en que las potencias hegemónicas ganaban aliados era repartiendo armas por el mundo. Si bien se trata de un típico producto soviético, lo cierto es que su producción, incluyendo variantes, se ha realizado en diversas partes del mundo.

El fusil Kalashnikov fue empuñado por los insurgentes de distintos países que veían en la lucha armada el único camino para la liberación de sus pueblos. Como se ha dicho, esta arma es “el símbolo de un mundo que pudo ser y no fue”. Desde Nicaragua a Viet Nam, desde Oriente Medio a Mozambique, se empuñó este fusil contra el “colonialismo”, contra el “imperialismo” a lo largo de la Guerra Fría. Todavía hoy, la silueta de esta arma aparece estampada en banderas nacionales de algunos países de África.

En el mundo contemporáneo, un mundo poscomunista, el AK 47 es ya casi una leyenda, pues el tipo de combates que se libran actualmente le ha restado su protagonismo. Hoy asistimos atónitos al despliegue de armas mucho más sofisticadas, livianas y eficientes por parte de los ejércitos de las potencias hegemónicas. Estamos en la era de las guerras digitales, donde las armas apuntan con la precisión del láser y los vehículos ya no tienen tripulación sino que son controlados por computadoras desde satélites que orbitan la tierra.

La tecnología actual no deja espacio a ningún romanticismo, los ejércitos se han convertido en verdaderas máquinas de muerte en gran escala. La muerte de Kalashnikov nos trae a la memoria las batallas de la era industrial, donde el rostro de los adversarios todavía era discernible. En la hora actual, el espectáculo de la muerte misma de millones de seres no difiere mucho de un video juego, impersonal, amoral, masiva, pero siempre la muerte. Una performance televisada en tiempo real, en ésta, la civilización de la violencia que se disemina por doquier. Contra tanta barbarie, locura y muerte, el único reclamo digno es el reclamo por la Paz y la Justicia para todos los pueblos de la tierra.

Por Álvaro Cuadra

Investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados. Elap. Universidad Arcis

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