Chile entre el plebiscito del 25 de octubre y la elección de convencionales constituyentes del 11 de abril

El acuerdo del 15 de noviembre de 2019 y las reformas constitucionalesaprobadas a partir de diciembre de ese año, apuntan a impedir laexpresión libre y soberana del poder constituyente originario

Por Wari

20/01/2021

Publicado en

Columnas

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El acuerdo del 15 de noviembre de 2019 y las reformas constitucionales
aprobadas a partir de diciembre de ese año, apuntan a impedir la
expresión libre y soberana del poder constituyente originario. Para
ello se estableció que el organismo que discutirá el proyecto de nueva
Constitución (Convención Constitucional) deberá aprobar cualquier
moción mediante un quorum superior a los dos tercios, además de
prohibirle la discusión de determinados temas (como los tratados
internacionales firmados por Chile). Como si esto no bastara para
impedir cambios fundamentales, la casta política parlamentaria fijó
normas para la elección de delegados y delegadas constituyentes que
favorecen a los partidos legales, dejando en mal pie a los
independientes para competir por escaños en la Convención
Constitucional y “otorgó” escaños reservados para representantes de
los pueblos originarios, descontando dichas plazas a las inicialmente
fijadas para toda la ciudadanía (exceptuando de dicha rebaja,
evidentemente, a las comunas más ricas del país).

Es preciso insistir en el carácter que tendrá -de no mediar cambios de
gran magnitud- la Convención Constitucional. Aunque no pocos
“progresistas” han proclamado con alborozo que esta es el equivalente
a una Asamblea Constituyente puesto que estará compuesta íntegramente
por personas elegidas por la ciudadanía, ello no es efectivo. La
Convención Constitucional no es el equivalente a una Asamblea
Constituyente, no por una cuestión de nombre (aunque este también es
importante) sino de contenido, porque el organismo ideado por los
partidos del Acuerdo 15 de noviembre viene preformateado, con la
“cancha rayada” y bien rayada.

En primer lugar, mediante el mencionado quorum de dos tercios
imposible de superar en los temas verdaderamente relevantes. Para
entenderlo, basta recordar la votación que se produjo en el Senado,
hace un año, para definir el agua como bien de uso público. Hubo 24
votos a favor y 12 en contra. Como el quorum requerido era supra
mayoritario, a pesar de que los partidarios de la reforma duplicaban a
los de la mantención del status quo, se rechazó la moción. En la
Convención Constitucional ocurrirá exactamente lo mismo pues seguimos
prisioneros de la lógica binominal, porque le bastará al sector más
conservador de la política chilena tan solo un tercio de los delegados
para impedir cualquier transformación radical. De mantenerse el quorum
de los dos tercios más un voto para aprobar y un tercio para bloquear,
la nueva Constitución no será sino la legitimación del modelo actual.
No se podrá obtener ningún cambio- a menos que los sectores más
conservadores lo autoricen- como ha ocurrido durante estos 30
años.

Esta trampa fue colocada para legitimar el mismo modelo de economía y
de sociedad contra el cual se han levantado los pueblos de Chile. Con
paridad de género, cupos reservados para pueblos originarios y cierta
participación de independientes, perfectamente se puede legitimar el
actual modelo, pues no todas las mujeres, los indígenas e
independientes que sean electos para la Convención Constitucional
serán necesariamente progresistas consecuentes. Conviene tener
presente la conformación del Parlamento actual para prever como
escenario más posible una salida conservadora si no cambian las
condiciones descritas.

A mayor abundamiento, precisemos que la elección de los delegados
constituyentes será por listas, donde opera el “chorreo” de votos.
Suponiendo que haya candidaturas que emerjan desde cabildos o
asambleas territoriales, luego de juntar firmas (obligación que los
partidos políticos no tienen que cumplir), tendrán que superar a
aquellas listas rivales que sean sus más cercanas competidoras, a
todos los candidatos y candidatas de la lista rival que suman sus
votos y “chorrean” entre ellos. Recordemos que hay diputados y
diputadas que fueron electos con el dos por ciento de los votos (o
menos) porque fueron arrastrados por integrantes de lista más
potentes. Así está programada la elección de constituyentes del 11 de
abril de 2021.  Todo lo anterior sin considerar las dificultades para
la inscripción de candidaturas independientes colocadas por el
Servicio Electoral (Servel), la fragmentación existente en el seno de
los movimientos sociales y las pulsiones de figuración y poder de
líderes y lideresas de reciente fervor constituyente, escasamente
conocidos más allá de su “nicho” de origen (el barrio o una acotada
reivindicación gremial o sectorial), que expresan su “empoderamiento”
político de marcado hedonismo e individualismo neoliberal mediante una
defensa a ultranza de sus “identidades” e intereses de “capilla”,
negándose a la articulación con movimientos y sectores que deberían
ser aliados. De allí entonces, la proliferación de una cantidad
inimaginable de candidaturas “progresistas” independientes que, más
que amenazar a los partidarios del status quo, no hacen sino debilitar
las posibilidades de representación de las fuerzas transformadoras
(*).

Al momento de borronear estas líneas (mediados de enero de 2021)
podemos afirmar que, a pesar de lo anterior, no todo está perdido.

El factor fundamental para lograr romper con esta camisa de fuerza que
nos han tratado de imponer con el “Acuerdo por la Paz social y la
nueva Constitución” y con las reformas constitucionales que le
sucedieron, es la movilización social. Esta se puede romper solo si se
repite una movilización ciudadana como la que tuvimos en octubre y en
la primera quincena de noviembre de 2019. Con millones de personas
movilizadas y una adecuada estrategia podemos destruir esta jaula de
hierro.

En lo inmediato, habría que intentar elegir una buena cantidad de
delegados y delegadas constituyentes independientes, probados a lo
largo de años de lucha, verdaderamente representativos de los
movimientos sociales, más algunos intelectuales orgánicos que hayan
acompañado a estos movimientos, ya sea en listas independientes o
utilizando cupos en listas de partidos críticos del Acuerdo del 15 de
noviembre de 2019. El siguiente objetivo es lograr un tercio de
bloqueo. Así como los sectores más conservadores pueden
hacerlo con un tercio, las fuerzas transformadoras también, pero no
nos basta bloquear porque esto significa quedar en una situación
similar a la que nos encontramos. Aspirar a más significa alcanzar el
cincuenta por ciento más uno de los delegados y delegadas
constituyentes. Con el apoyo de una gran movilización social estos
delegados podrían declarar a la Convención Constitucional libre y
soberana, transformándola en una verdadera Asamblea Constituyente que
fije sus propias normas. Este acto de coraje y decisión política
permitiría incluso la mantención del quorum de los dos tercios,
restando argumentos al Partido del Orden, a condición de introducir el
mecanismo del plebiscito intermedio para dirimir todos aquellos puntos
(los temas más importantes y controvertidos de la nueva Constitución)
en que en el seno del organismo constituyente no se pueda superar el
mencionado quorum. De esta manera sería la ciudadanía quien zanje el
impasse por mayoría absoluta de los sufragios válidamente emitidos
(50% más 1). Este mecanismo permitiría que, en todo momento del
proceso constituyente, la ciudadanía sea el titular efectivo de la
soberanía y que esta no le sea birlada como lo ha sido durante toda la
historia de Chile.

Si no se dan estas y otras condiciones que aún no es posible precisar,
el proceso constituyente culminará en una nueva frustración de las
esperanzas populares, acrecentando las posibilidades de nuevos
“estallidos” de impredecibles consecuencias.

Por Sergio Grez Toso

                                                         Santiago, 18 de enero de 2021.

(*) El paradigma de esta fragmentación e individuación del campo de
los independientes progresistas es el distrito 10 (Santiago,
Providencia, Ñuñoa, Macul, San Joaquín
y La Granja) donde se
inscribieron más de 180 personas para reunir apoyos a sus
candidaturas, siendo la mayoría de sus nombres absolutamente
desconocidos fuera de círculos muy acotados, sin trayectorias
comprobables en las luchas sociales y políticas populares o en la
producción de pensamiento crítico. Nuestra visión crítica de este
fenómeno no implica negar el meritorio esfuerzo desplegado en
numerosos puntos del país por ciertas listas de independientes que son
la expresión de un genuino deseo de cambio estructural proveniente de
las bases populares.

Publicada el 19 de enero de 2021 en Agencia de Noticias Medio a Medio.

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