Chile, Siria y el Salón Oval

Quiero argumentar aquí por qué me parece importante entender lo que pasa en el Medio Oriente hoy – esas confusas postales del horror que la prensa americana nos sirve periódicamente desde hace años, sin que podamos hacer mucho más que pensar cosas del tipo: Chile está mejor, menos mal no somos bárbaros, somos un país […]

Por Mauricio Becerra

07/06/2013

Publicado en

Columnas

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Quiero argumentar aquí por qué me parece importante entender lo que pasa en el Medio Oriente hoy – esas confusas postales del horror que la prensa americana nos sirve periódicamente desde hace años, sin que podamos hacer mucho más que pensar cosas del tipo: Chile está mejor, menos mal no somos bárbaros, somos un país de veras próspero y que lo otro nos sirva de advertencia y de lección: a malos puertos conduce el fanatismo.

Y, con efecto, comparativamente, Chile es un lugar pacífico y privilegiado, y esa paz, no se cansan de repetirnos los viejos “animales políticos” de la Alianza y de la Concertación, tenemos que cuidarla por sobre toda las cosas, ser cuidadosos de nuestras instituciones que han venido funcionando bien, logrando desde hace décadas el crecimiento económico y la estabilidad política, atrayendo las inversiones, creando prosperidad. De acuerdo. Cuidemos lo conseguido ¿pero cómo?.

¿Agitando, tal vez, esos fantasmas del desastre que invocan por estos días los anticomunistas desde la DC hasta la UDI, o los opinólogos de turno, en Tolerancia Cero, por ejemplo, etiquetando a personas como Daniel Jadue, alcalde comunista de Recoleta, o al candidato Marcel Claude, humanista, de pro-cubanos, de pro-venezolanos? Los fantasmas del desastre que ayudan a gobernar, y que están por detrás de las injustificables injusticias cometidas contra líderes mapuche –lo que de nuevo nos tiene sentados en el banquillo del acusado en la Corte Interamericana de Derechos Humanos-, injusticias que se apoyan en la legislación antiterrorista de los terroristas de Estado comandados por Pinochet, padre de nuestro actual régimen político-jurídico, aquél plasmado en la constitución del 80- esa misma que ha permitido que el gobierno de turno venda a precio de huevo los invaluables yacimientos nacionales de litio, mineral clave de la industria electrónica mundial, o hace un par de gobiernos atrás, el agua y el cobre, el mismo orden jurídico que garantiza paz y estabilidad a ISAPRES y AFPs, y que continúa otorgando a un par de millonarias familias los recursos del mar, la misma que ha permitido que el río Loa se haya extinguido definitivamente en manos de un par de mineras multinacionales que no han pagaron por esa agua ni un solo peso al país.

Como dijo Nicanor Parra: la izquierda y la derecha unidas jamás serán vencidas.

Y así Piñera ha podido sentarse, hace un par de días, como un adolescente impulsivo, en el sillón presidencial del Salón Oval. Chile y Colombia son quizá, hoy por hoy, los únicos aliados incondicionales de Washington en la región.

Dicho esto, volvamos la mirada al Oriente Medio: Irak e Irán son dos países inmensamente ricos en recursos naturales, y ambos desenvolvieron durante las últimas décadas formas de vida política independientes, intentando desarrollar autonomía energética, y practicar la soberanía. No defiendo aquí los regímenes de ninguno de esos dos países, sólo hago notar que Irak fue destruido por designio norteamericano, e Irán continúa en la mira por haber emergido con fuerza como un país soberano. En 1979, una revolución popular sacudió toda Persia y, diferentemente de Cuba, fueron los clérigos, y no los comunistas, quienes tomaron el control del país tras la derrota del régimen aliado a Washington. Pero ya se trate de clérigos o de comunistas (y tal vez la distancia entre unos y otros no sea tan grande como puede parecernos a primera vista), aquella revolución supuso el control nacional de recursos naturales estratégicos, en especial, de las inmensas reservas de petróleo y de gas natural.

Sin pretender en el espacio de una columna comprender la inmensamente compleja encrucijada histórica que ha sido mal llamada de “primavera árabe”, digamos que la actual hostilidad euro-americana contra Siria, forma parte de un esquema anti-iraní (Siria e Irán son aliados políticos), y también, de un esquema de apropiación de los inmensos recursos energéticos centro asiáticos, un negocio fabuloso del que forman parte la invasión de Afganistán y, de nuevo, la sangrienta desestabilización de Siria y últimamente, del Líbano (los tres países potenciales sitios de paso de gaseoductos clave). Los planes norteamericanos son apoyados de manera incondicional por las teocracias aliadas en la región, en primer lugar, Israel, y luego las petro-monarquías, especialmente Qatar y Arabia Saudita. Solamente un dato: en Julio de 2012, Irán, Irak y Siria firmaron un acuerdo por 10 billones de dólares para construir un gasoducto por  (para más detalles lea en inglés la excelente columna de Pepe Escobar –ver link abajo).

Entonces, de nuevo: ¿por qué sería importante para el chileno de a pie, para el ciudadano común, entender un poco mejor lo que sucede hoy en el Medio Oriente? Sencillamente, porque eso le ayudaría a entender cómo se hacen los negocios en el mundo de hoy, cómo se juega en las grandes ligas, y ayudaría a imaginar el lugar que le puede corresponder, en el esquema mundial, a las propuestas de soberanía sobre los modestos recursos de Chile, nacionalización/estatización del agua, del cobre, del litio, y de todos los otros recursos estratégicos (salud, educación, telecomunicaciones) –aspiraciones de soberanía que en su hora le costaron la cabeza a Salvador Allende y luego después a un par de miles de chilenos, incluyendo a Victor Jara, y ahora parece que también a Pablo Neruda).

Michel Foucault, importante pensador francés del siglo pasado, popularizó en medios académicos la brillante observación de Von Clausewitz: la guerra es la continuación de la política por otros medios.  

Constatemos, de paso, que Chile no es un lugar pacífico, y que bajo la apariencia del orden institucional y de la paz social en cuyo nombre se complacen nuestras élites, existen una serie de conflictos de baja o de mediana intensidad -salud, educación, jubilaciones, viviendas, derechos políticos indígenas- que las consignas del tipo “la alegría ya viene”, o “derrotemos a la delincuencia” ya no consiguen ocultar.

Hoy por hoy se discute la pertinencia de una transformación constitucional, lo que refleja la toma de conciencia de que el problema es político, y de que la prosperidad de las mayorías depende de las leyes que rigen la propiedad y la repartición de las riquezas del territorio, es decir, que rigen la orientación de las inversiones y negocios del Estado. 

En un mundo que se ha hecho pequeño, Chile, Siria y el Salón Oval están más cerca de lo que pueda parecer a simple vista.

 Pedro Musalem

Médico-cirujano, Magíster en Salud Pública y candidato a doctor en Antropología Social

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