Chilenos, de la mañana a la noche

Los chilenos, 40 años cuesta arriba víctimas de los mercaderes

Por Wari

26/10/2013

Publicado en

Columnas

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Los chilenos, 40 años cuesta arriba víctimas de los mercaderes. La sociedad neoliberal del trabajo a la cama. La salud y la educación como bienes de consumo.

En Chile “Ogro filantrópico”, como llama al Estado Octavio Paz, te obliga a cotizar en una AFP privada para proteger su vejez. El Banco Central de Chile acaba de publicar el promedio de la jubilación de los cotizantes de la AFP, que es 150 mil pesos, mucho menos que un sueldo vital. En pocas palabras, si usted llega a viejo se muere de hambre. Algunos se preguntan si no sería mejor que el “ogro” permitiera a las criaturas no cotizar para la vejez pues, al fin y al cabo, la pensión mínima solidaria está llegando a una cifra similar al ahorro en la AFP, sin necesidad de que descuenten un cerca de 20 por ciento de su sueldo.

Si se enferma, como suele ocurrir más en la tercera edad, usted tiene dos posibilidades: o firma un contrato con las isapres, si es que lo admiten, o se afilia a Fonasa; en el primer caso, a los ancianos y a las mujeres en edad fértil les subirán los planes, de tal manera que les sea prácticamente imposible de pagar. De nada ha servido que el Tribunal Constitucional declare que las isapres atropellan “el principio de la igualdad ante la ley” consagrada en la Constitución. En Chile la Carta Magna no toca a los verdugos del mercado.

Que las isapres sean dueñas de las prestadoras (clínicas) es legal e, incluso, moral para los verdugos del mercado. El Estado ni siquiera las regula. La existencia de las superintendencias constituye un verdadero chiste cruel: cuando los superintendentes dejan el gobierno de turno, casi automáticamente pasan a trabajar en las instituciones fiscalizadas por ellos.

Si usted está cotizando en Fonasa tendrá que esperar meses –y hasta años– para ser hospitalizado y, si es muy pobre, será mal tratado en los hospitales. Si tiene que comprar medicamentos que no están en los hospitales y consultorios, tendrá que comprarlos en el monopolio de las farmacias, casi siempre coludidas para subir los precios. Y no se le vaya a ocurrir pedir un medicamento genérico o equivalente, pues, en la mayoría de los casos, el dependiente le dirá que no lo tiene.

Si usted tiene un hijo en edad de entrar a la universidad y no posee un alto puntaje, tendrá que elegir una de las universidades “callampa”, llamadas docentes porque carecen de planes de investigación y están plagadas de profesores taxi. En estos establecimientos le darán un título que de poco les servirá para conseguir un trabajo, si es que antes no les cierran la universidad. Aquí aterrizan profesores que no saben interpretar un texto, comprender un gráfico, menos comparar, asociar, relacionar e investigar, como debe ser el sentido de una verdadera universidad. Para cumplir el sueño de llegar a la universidad, sus padres tendrán que endeudarse hasta las canillas.

Al igual que en el caso de las isapres, los dueños de los inmuebles de las universidades son, en muchos casos de las privadas, los arrendadores, a precios exorbitantes, de los mismos edificios que usan las mismas universidades. Las instituciones de educación superior, además, se transan en el mercado, con alumnos incluidos, como antes se vendían los fundos con sus peones.

Si a usted no le alcanza el dinero para terminar el mes existe una solución: pide un crédito a un banco u otra institución financiera o compra a crédito en el retail. Si no tiene plata para pagar las cuotas, lo repactan, aun sin considerar su voluntad. Si no paga el crédito al banco, le aplican la tasa máxima convencional de un 50%; si aún se niega a aceptar la usura, le embargan sus bienes.

¿Usted creería que estas personas, verdaderos delincuentes, están en la cárcel? Siento decepcionarlos: la mayoría, después de unos meses de escándalo, salen libres o, al máximo, como en el caso de Alcalde, gerente de La Polar, le decretan prisión domiciliaria nocturna, es decir, dormir seis horas en su casa, incluso, podría pensarse que puede participar en fiestas y jolgorios hasta las 12 de la noche y estar preso desde esa hora, hasta las 6:00 horas. Un hombre pobre, sorprendido robando en un supermercado, puede tener una pena aflictiva de tres años y un día en una subhumana prisión.

Usted, como las mulas, lleva toda la carga fiscal: es el único que paga impuestos, pues cada día y en cada acto, debe pagar un 19% de IVA; por ejemplo, cuando se levanta, en la mañana, al tomar el té y el pan, está pagando IVA; se ducha, prende la televisión y compra los alimentos para el almuerzo y la comida y paga IVA. Supongamos que usted pertenece al 75% de los chilenos que ganan menos de 400 mil pesos; 80 mil de esta suma se la regala al “ogro filantrópico”. Si al menos, usted pudiera pedir al Estado escuelas igualitarias y de calidad, consultorios y hospitales dignos y decentes y una vivienda aceptable, ya valdría la pena. La “filantropía del ogro” sólo sirve para regalar bonos que favorezcan a los candidatos del duopolio antes de cada elección. Es decir, con su plata, comprar la conciencia de cada elector.

Veamos cuánto ganan estas instituciones, que se convierten en verdugos del mercado: las isapres, 80 mil millones de pesos; las AFPs, 580 millones de dólares; los bancos, otra millonada aún mayor.

Usted de preguntará, ingenuamente, una vez más, si los ricos pagan impuestos. Siento decepcionarlo. Las empresas no lo hacen, pues la mayor cantidad de sus utilidades van al FUT, por consiguiente, estas utilidades quedan libres de impuestos. Los más ricos esconden sus ganancias, o las reducen por medio de creación de sociedades de pantalla para eludir tributos. Si usted es dueño de una gran empresa, por ejemplo Johnson, le condonan todos los intereses y multas por el solo hecho de estar coludido con los poderosos. Si es un pequeño comerciante y, además, evade el IVA, lo arruinan por el cobro de intereses y multas. Acuérdese bien: el rico puede tener colusión de intereses, pero jamás comete delito; el pobre es considerado delincuente desde la cuna. Si usted tiene un negocio al lado de Costanera Center paga 70 mil pesos de impuesto; en el caso de Cencosud, siete mil.

A usted sólo le resta votar en las elecciones. Según dicen, su voto vale igual que el de Sebastián Piñera, por ejemplo, pero la verdad es que usted no elige los candidatos, pues lo hacen por usted los jefes de “cutufas”, y en el sistema electoral está siempre garantizado el triunfo del candidato que los dueños del país, los empresarios que financian las campañas, quieren.

Si bien el gobierno de Sebastián Piñera es un verdadero desastre, tal vez usted esté convencido de que la candidata concertacionista del duopolio lo va a hacer mejor. Ignora, como bien lo define el cientista político Patricio Navia que, metafóricamente, esta realidad es equivalente al cuanto de Alí Babá y los cuarenta ladrones. ¿Acaso no sabe que la buena persona que es la ex Presidenta está rodeada de personajes de muy malas prácticas políticas? La única salida sería que usted se decidiera, de una vez por todas, quebrar con el duopolio, ser parte de la construcción de una constitución que surja de la voluntad popular, como nunca ha ocurrido en nuestra historia e iniciemos la construcción de un nuevo Chile.

Rafael Luis Gumucio Rivas

El Ciudadano Nº146 / El Clarín Nº6.923

Septiembre 2013

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