Coalición panorámica

En ningún campo de la actividad social queda tan en evidencia la impresionante capacidad creativa de la copia feliz del edén como en la historia reciente de las asociaciones políticas

Por Wari

09/09/2010

Publicado en

Columnas

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En ningún campo de la actividad social queda tan en evidencia la impresionante capacidad creativa de la copia feliz del edén como en la historia reciente de las asociaciones políticas. Allí tenemos un completo abanico de denominaciones que disimulan, recubren y ocultan los designios de los participantes de lo que en otras épocas se llamó un “contubernio”, o sea una cohabitación, un concubinato, una alianza contra natura. Lo que impulsa e inspira a los dudosos creadores de estas connivencias no es el afán de innovación ni el anhelo de compartir generosamente nuevas cumbres del pensamiento político, sino la muy terrenal urgencia que se limita a la conservación de lo que hay: la dominación sin contrapeso de la poderosa y reducida oligarquía que se apoderó del “Club privado” que llaman Chile. La salida de la dictadura tuvo un precio: la aceptación -no muy forzada- de la institucionalidad ilegítima y del modelo económico por parte de la Concertación. Pero lo que no formaba parte del acuerdo sellado a espaldas del pueblo de Chile era la adhesión entusiasta de los patriotas que otrora fueron de izquierda a los intereses de las multinacionales.

Entre los revolucionarios de antaño se ve ahora alguno que clama por la aplicación de la ley antiterrorista de Pinochet al pueblo Mapuche. Otro que sirve de palo blanco en la gestión de puertos privatizados. Un “empresario” -otrora creador de grupúsculos armados-, que ha mamado sucesivamente de Metro, de Telefónica y de Iansa y que quiere seguir mangando. O un ex ministro del Trabajo, tan buen empresario que la multinacional en que se refugió logra hoy la más escandalosa rentabilidad del engendro llamado Transantiago.

Lo dicho: la aceptación de la institucionalidad ilegítima y del modelo económico por parte de la Concertación no incluía, a priori, la conversión de sus representantes en peones tarifados del gran capital. Pero en esa estamos. Veinte años transcurrieron durante los cuales la Concertación cogobernó con el pinochetismo. Ninguna ley fue aprobada contra la voluntad de los esbirros de la dictadura. Ninguna. El “consenso” orientado a no cambiar nada presidió todas las decisiones. Si el Código del Trabajo impuesto por la dictadura de Ibáñez en 1931 le cedió el paso al Código del Trabajo impuesto en 1987 por la dictadura de Pinochet, William Thayer -autor de este último-, estima que las modificaciones introducidas en 1994 por el Parlamento “democrático” no cambiaron nada sustantivo. María Ester Feres -ex Directora del Trabajo entrevistada en la emisión radial “Lóbulo Varietal”-, concuerda: “En Chile existe efectivamente una legislación laboral que en lo que dice relación con las relaciones colectivas de trabajo no ha tenido ninguna reforma estructural en relación a las modificaciones que se introdujeron durante la dictadura en lo que se conoce como Plan Laboral” (sic). Media docena de ministros del Trabajo -entre ellos cuatro socialistas-, se sucedieron conservando preciosamente un Código del Trabajo concebido por la dictadura para “hacer posible el funcionamiento de un sistema laboral individual y colectivo compatible con una economía social de mercado”. María Ester Feres remacha: “(William Thayer) estaba confirmando, desde otra perspectiva, lo que yo acabo de señalar; fundamentalmente, en materia de relaciones colectivas, insisto, no hay cambios sustanciales de lo que fue la legislación incorporada en el Plan Laboral”.

Los resultados están a la vista: de 1990 en adelante el sindicalismo se ha debilitado, y con él los derechos de los trabajadores. María Ester Feres entrega algunos datos que desmienten los “avances” logrados por la Concertación: “Yo quiero darte un dato, el 92, sin ningún cambio legal -veníamos recién saliendo de la dictadura-, en Chile teníamos la mitad de los sindicatos que tenemos hoy día, el promedio de afiliados por organización era de 87 trabajadores. Hoy día tenemos el doble, más del doble del numero de organizaciones, tenemos un promedio de 35 trabajadores por organización, y tenemos que cerca del 60% de las organizaciones sindicales están en receso. Receso quiere decir que pasados los dos años que impone la ley para los efectos del cargo de director sindical, (…), y elegir una renovación de directiva, no lo han hecho. Por lo tanto están objetivamente en receso”. Cuando Joaquín Figueroa, conductor de “Lóbulo Varietal” pregunta, “¿Qué pasó?” María Ester Feres no elude la respuesta: “Con el tiempo… bueno… vinieron los acuerdos… se tuvo que privilegiar -desde el punto político según ellos-, se privilegió lo que fue el tema de la transición, el mundo sindical hizo grandes concesiones (…) y se hicieron algunas reformas, poco sustantivas, y se dio por cerrado el capítulo, por lo cual si uno analiza los progresivos programas de gobierno de la Concertación, desaparece incluso el concepto de sistema de relaciones laborales”. El mundo sindical hizo grandes concesiones dice María Ester Feres. La mayor: su casi desaparición. Gracias al cogobierno de la Concertación con la Alianza, eso que han dado en llamar el “consenso transversal”.

Y suma y sigue. Según la prensa de Santiago el pinochetismo y los socialistas han redactado un documento común relacionado con el sindicalismo: “El documento que selló la alianza Andrade-Longueira” (sic). No hay error, has leído bien: Pablo Longueira, senador de la UDI, y Osvaldo Andrade, diputado socialista y candidato de La Tercera a la presidencia del PS. Dicho documento -redactado bajo el alero de la Iglesia y cuyos objetivos declarados consisten en lograr “Más y mejor sindicalismo para una mayor equidad”-, tiene una característica curiosa: ningún sindicalista fue invitado a participar en su elaboración. Andrade es un profesional de eso de “más y mejor”: en los días de la Cumbre Progresista convocada por Bachelet en un lujoso hotel de Viña del Mar, Andrade clamaba por “más mercado, mejor mercado”. Longueira y Andrade, pinochetistas y socialistas, comprometidos en la definición de lo que es aceptable como sindicalismo. Sin los sindicatos. Sin los sindicalistas. A espaldas del mundo del trabajo. Longueira y Andrade, pinochetistas y socialistas comprometidos en la construcción de una coalición panorámica. Para que nada cambie.

Por Luis Casado

Politika

El Ciudadano N°85, primera quincena agosto 2010

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