Coloradismo, el particular fascismo de Paraguay

En diciembre de 2019, asumió un nuevo intendente (alcalde) en la Municipalidad de Asunción, la capital de Paraguay, un intendente del Partido Colorado (la Asociación Nacional Republicana, ANR)

Por Wari

10/02/2020

Publicado en

Columnas

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En diciembre de 2019, asumió un nuevo intendente (alcalde) en la Municipalidad de Asunción, la capital de Paraguay, un intendente del Partido Colorado (la Asociación Nacional Republicana, ANR).  La ANR es el actual partido de gobierno, de este gobierno y de los gobiernos durante los últimos 31 años de democracia (salvo el intermedio de cinco años del presidente Lugo y del vicepresidente Franco) y los anteriores 42 años de dictadura. 

El ascenso de este intendente colorado fue producto de la renuncia forzosa del anterior intendente, un no colorado, progresista, Mario Ferreiro, quien fue acusado judicialmente de corrupción en su gestión por un ex aliado suyo, de izquierda, Camilo Soares. La denuncia motivó o justificó el allanamiento de la sede municipal por parte de la policía y la fiscalía y esto, a su vez, motivó a la Junta Municipal (mayoritariamente colorada) a forzar la intervención del municipio, provocando la renuncia del intendente Ferreiro.

Tras la renuncia, rápidamente los colorados colocaron a uno de los suyos en el cargo, en un momento que coincide con el inicio de la temporada electoral, puesto que el periodo intendental está concluyendo y se renueva este 2020.  La acción del ex aliado de izquierda del intendente progresista fue beneficiosa para el partido de gobierno, entregándole en la mano la administración municipal (y los fondos que ello implica).

Posterior a la denuncia judicial, siguió un ida y vuelta de denuncias mediáticas (y judiciales); filtraron audios que colocan al denunciante como vendido, sirviente y operador del Partido Colorado, de su lado más enlodado: el del ex presidente Cartes, investigado por la fiscalía brasileña por lavado de dinero. Mientras tanto, el intendente renunciado –Ferreiro- quedó como débil por un lado y corrupto por otro. Los dos ex aliados formaban parte de un sector importante de la oposición al coloradismo, la oposición progresista, importante por haber sido gobierno local de la capital y principal ciudad de Paraguay.  

Judicializar los conflictos políticos significa, en la práctica, dar cartas al coloradismo en cualquier asunto que se judicialice. La justicia de Paraguay, que para la ciudadanía sigue controlada por el coloradismo y, en particular, operando para el cartismo, el bando del ex presidente Cartes. Lo que resulte de este conflicto judicializado poco importa: el daño está hecho: ganaron los colorados, perdió toda la oposición.

Porque a nivel país, el efecto de este golpe municipal para el anticoloradismo paraguayo es mucho más grave, profundo, dañino y perjudicial que el Golpe parlamentario de 2012 contra Lugo. Tras el golpe contra Lugo el progresismo y el anticoloradismo, fueron sacados del Ejecutivo, pero esto no destruyó su imagen y con el transcurso de los días este hecho fue visto como claramente injustificado, interesado y provocado para revertir un escenario político que se veía desfavorable para el coloradismo. Por ello se repusieron rápidamente, hasta participaron de las elecciones de 2013 que normalizaban la situación política.

Ahora, después del golpe municipal, la gente asume el discurso de “son todos iguales, vendidos o corruptos”, donde el concepto “iguales” quiere decir iguales al partido vendido y corrupto (en el sentir popular) por antonomasia: el Partido Colorado, y se afirma el sentido común de que en política el único y fundamental tema es el poder, que en Paraguay se llama dinero, negocios, tráfico. Para la gente no militante ahora mismo todo es coloradismo porque todo es corrupción. Es corrupto en este caso, el denunciador y el denunciado. Coloradismo que es cartismo, puesto que se ha reforzado la idea de que el ex presidente Cartes controla no sólo a la disidencia de su partido (actualmente en el gobierno) sino también a la oposición política del país. La idea ya está instalada: son todos corruptos, no hay diferencias, no hay nada que hacer, más vale “saber acomodarse” y seguir con el corrupto conocido (el Partido Colorado) que con corruptos nuevos.

Este es un golpe duro al anticoloradismo en Paraguay, es un golpe moral, estratégico y táctico, que afecta la sicología de quienes, siendo del común, hacen a la resistencia anticolorada, deprimiéndoles, dejándoles sin ganas, con ánimo de derrota. Afecta también a la región, puesto que el anticoloradismo es el particular antifascismo del Paraguay.  El coloradismo es la expresión histórica y actual del fascismo en este país, que por su capacidad de mantenerse en el control del aparato de Estado y por su necesidad depredadora de mantener ese control, actualiza y aggiorna su fascismo de acuerdo a las modas y corrientes políticas culturales en boga: puede convivir sin problemas con el populismo, el elitismo, el liberalismo y el corporativismo según convenga. 

Por ello, si no se toma en serio en Paraguay (y la región) al anticoloradismo seguiremos conmemorando la caída del dictador Stroessner con los estronistas (es decir los colorados) en el control de la cultura y la política. 

No tomarse en serio el anticoloradismo es replicar, en las formas culturales y organizacionales de lo político y social, las prácticas coloradas de autoritarismo, caudillismo, elitismo, clientelismo, depredatorias, y de desconocer la calidad de pueblo de la gente para verla solo como masa. No tomarse en serio el anticoloradismo es considerar a la ANR como un partido cualquiera, demócrata, con el cual es posible hacer algún tipo de pacto o negocio político; es seguir creyendo la fábula de un Paraguay bipartidista, que oculta una dictadura monopartidista que permite una oposición controlada y usada para legitimar la depredación constante de ese partido contra las personas, la tierra y la naturaleza que hace a Paraguay. 

Por Pelao Carvallo

8 de febrero de 2020

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