Comando de Bachelet: La “Nueva Pillería”

La Concertación se ha vuelto muy hábil para camuflar: saben que apenas el 30% de los chilenos los apoyan, razón por la cual se vieron obligados a cambiar de nombre, aun cuando la creatividad nos les dio para mucho, pues sus integrantes usurparon a Marco Enríquez-Ominami el concepto “Nueva Mayoría”, que era su lema en […]

Por Wari

18/07/2013

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Columnas

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La Concertación se ha vuelto muy hábil para camuflar: saben que apenas el 30% de los chilenos los apoyan, razón por la cual se vieron obligados a cambiar de nombre, aun cuando la creatividad nos les dio para mucho, pues sus integrantes usurparon a Marco Enríquez-Ominami el concepto “Nueva Mayoría”, que era su lema en su campaña presidencial de 2009. Hoy, a esta consigna bien le cabría el nombre de “Nueva Pillería».

Muy confiados por la votación en favor de la candidata Michelle Bachelet en recientes elecciones primarias, los dirigentes de sus partidos irrumpieron con prepotencia en el escenario político y, seguros de detener la rueda de la historia, mostraron sus personajes más execrables para la opinión pública.

Durante el período 1920-1924, Arturo Alessandri fue derrocado, entre otros motivos, por gobernar con la “execrable camarilla” –un grupo de amigotes, muy buenos para meter sus narices y apropiarse del dinero de todos los chilenos-. Al parecer, la candidata Bachelet quiere emular al “León de Tarapacá”, llamando a su servicio a los siguientes personajes:

Eduardo Bitrán, ex ministro de Obras Públicas, uno de los líderes actuales del grupo Expansiva, que presenta en la Concertación al liberalismo más ortodoxo. Bitrán es una versión, en comedia, de su maestro, el ex ministro de Hacienda, Andrés Velasco. Los chilotes lo “adoran” porque los dejó con un cuarto de narices con su famoso puente del progreso para la zona, en cambio, les hizo promesas de mentiras, pues nunca se llevaron a cabo; acordémonos del hospital de Quellón.

René Cortázar, otro de sus ex ministros ha tenido, a través de su carrera funcionaria, muchos “pitutos” como para recordarlos en este espacio, pero destacamos dos elementos: haber sido el “zar” de Transantiago y, además, estuvo mezclado con asuntos de La Polar.

Sergio Espejo fue el “genio” de la implementación del Transantiago; su jefa máxima lo despidió en ese entonces, pero ahora lo convoca de nuevo para que integre su plana directiva en el comando –Espejo fue el líder de la fracasada campaña del candidato Claudio Orrego-; en la “nueva pillería” cuando la embarra, se premia.

José de Gregorio, uno de los tantos economistas ortodoxos neoliberales de la Concertación, ex presidente del Banco Central y panelista destacado en los foros empresariales de Casa Piedra.

Javiera Blanco, vocera y apitutada permanente de los gobiernos de la Concertación –una bonita “carabinera”, muy buena para sacarle los partes al senador Guido Girardi. Seguramente va a ser la encargada de la seguridad pública -¡cuidado, escóndase antes que esto ocurra!

Si algún lector piensa que, por ejemplo, la reforma tributaria o la seguridad pública, va a llevarse a cabo, Dios le conserve la candidez.

Para completar el “lodazal” donde florece Michelle como las plantas exóticas de climas tropicales, vienen los politiqueros, entre ellos Francisco Aleuy -un ex dirigente de la Izquierda Cristiana, discípulo de Luis Maira, y un genio de los juegos electorales-, que hoy pertenece a la “cutufa” de Camilo Escalona y Cía. También Jorge Burgos -quien, al menos, tiene la decencia de no presentarse a la reelección como diputado– que ha ocupado todos los cargos en los gobiernos de la Concertación, un democratacristiano de derecha e integrante de los autocomplacientes de este conglomerado político que, seguramente, espera algún platillo en el eventual próximo gobierno de Michelle Bachelet.

Los tres jóvenes comunistas constituyen la novedad de este nuevo comando concertacionista, que se convierten así en los “negritos” que animan los programas de la televisión europea, o las fotos en los prospectos de publicidad de la Universidad de Oxford, a fin de que estas instituciones no aparezcan, ante la opinión pública, tan racistas como en realidad son.

Personalmente, ahora no creo, ni un ápice, en el programa y las promesas de Michelle Bachelet –por lo demás, cambian cada día– pues, en el fondo, pienso, que el fenómeno del carisma de la candidata actual es igual al de Carlos Ibáñez del Campo en 1952, y es muy probable que ella repita la hazaña del “general de la esperanza”. Tanto en la primera ocasión, como en el actual panorama, los socialistas han jugado un rol protagónico: antes los Altamirano y los Almeyda, hoy los Escalona y los Andrade.

Rafael Luis Gumucio Rivas

15/07/2013

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