Cuando la tortura deje de existir

El 26 de junio se conmemora el Día Internacional de Apoyo a las Víctimas de la Tortura instaurado por la Organización de las Naciones Unidas

Por Wari

13/06/2016

Publicado en

Columnas

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Hervi Lara_XEl 26 de junio se conmemora el Día Internacional de Apoyo a las Víctimas de la Tortura instaurado por la Organización de las Naciones Unidas.   Es una conmemoración que no debería existir, porque no debería existir la tortura.

Pero es un hecho que en más de un tercio de los Estados miembros de la ONU, la tortura forma parte de los métodos de interrogatorio o se practica para castigar a los reclusos.  Aún más horrible es la existencia de instituciones que, en la formación de sus integrantes, a estos se les enseña a torturar.

Donde se practica la tortura, los poderosos excluyen a los pueblos de la participación en el desarrollo de sus sociedades.  Ello  tiene como corolario la injusta distribución de los bienes. Cuando los pueblos expresan su voluntad de transformaciones políticas, económicas, sociales y culturales, quienes ejercen el poder aplican la tortura como reacción furiosa e imponen la cultura del silencio.  Esta conduce a los oprimidos a ser objetos encerrados en sí mismos.  Es así como la tortura ocupa el lugar de instrumento para la concentración de la riqueza.  Muestra de ello es que los países en que la tortura se aplica en forma sistemática, son lugares codiciados para la inversión de capitales y para la explotación laboral.

La tortura ha acompañado a la humanidad desde siempre.  Y, simultánea y paralelamente, como luz en medio de la oscuridad,  la conciencia de la libertad y de la dignidad del hombre se ha ido abriendo camino.

Ya alrededor del año 200, Tertuliano se preguntaba cómo un soldado cristiano podría evitar infligir tortura y cómo un juez podría evitar que se torturase a alguien. San Agustín, por los años 300, criticó la aplicación de la tortura, basándose en que es una pena aplicada a un hombre del que no se sabe aún si es culpable de los cargos que se le imputan.  Es decir, lo considera un castigo anterior al juicio. En el 382, el sínodo romano de los obispos de Galia declaró como pecadores a los funcionarios civiles que “han emitido sentencias de pena capital, han pronunciado juicios injustos y ejercitado la tortura”. En el año 866, con ocasión de la conversión de los búlgaros, el Papa Nicolás I planteó la supresión de la tortura, siendo éste el primer caso explícito de supresión, porque “la confesión de los culpables debe ser espontánea y la tortura no está admitida ni en la ley divina ni en la humana”. En el siglo XII, el derecho romano imperial volvió a implantar la tortura, aunque Gregorio Magno se había referido a la dignidad sustancial de la naturaleza humana, frente a cualquier institución jurídica. En 1522, el humanista Juan Vives se manifestó contra la tortura por considerarla “intolerable y lastimosa” y porque (…) “no es útil y puede quedar abolida sin daño para la cosa pública”. En el siglo XVIII se impuso la tesis de que la tortura es contraria a la justicia y es insostenible según la teología y según del derecho natural.

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En 1734, Suecia introdujo en sus códigos la abolición de la tortura.  En 1740, Prusia la abolió en forma parcial. Durante la restauración napoleónica, los Estados europeos la abolieron formalmente. En el siglo XX, tras la Primera Guerra Mundial, retornó la tortura en los interrogatorios de las policías. Después de la Segunda Guerra Mundial, la tortura se instauró institucionalmente, bajo apariencias y ocultamientos, como forma de dominación de los pueblos.

En Chile, la declaración  de la Conferencia Episcopal “Un camino cristiano”, del 15 de diciembre de 1983, afirmó que “aquellos que en alguna forma realizan, promueven o colaboran con  la tortura, ofenden gravemente a Dios y la dignidad humana”.  (…).  “Por tanto, no pueden recibir la Sagrada Comunión ni moralmente ser padrinos en los Sacramentos de la Iglesia los torturadores, sus cómplices y quienes, pudiendo impedir la tortura, no lo hacen”.  (Nº 1).

En este itinerario de la tradición del respeto a la dignidad humana en la búsqueda  de la abolición de la tortura se inscribe la Comisión Ética contra la Tortura. La tortura persiste cuando sus autores saben que no serán castigados.  La impunidad contribuye a que la tortura continúe.  Y es expresión de impunidad la indiferencia de la opinión pública respecto de la misma. Hoy se sigue torturando en las cárceles, en los regimientos, en los cuarteles policiales, en las manifestaciones populares, en medio de un terremoto, en territorios del pueblo mapuche, en la prisión de Guantánamo, con varios centenares de prisioneros durante varios años sin acusaciones ni juicios bajo el eufemismo de ser “combatientes enemigos”,  en las cárceles secretas de la CIA, en las prisiones incontroladas de Irak y de Afganistán, donde se encuentran miles de prisioneros.

Es la tortura y el miedo paralizante que ésta provoca, lo que ha permitido que algunos chilenos se encuentren hoy entre los más ricos del mundo; que las transnacionales agoten los recursos naturales sin pagar impuestos; que se privaticen el agua y los demás servicios básicos, y múltiples otras situaciones que lindan en lo grotesco.

Por esto nació la Comisión Ética contra la Tortura y por esto ha perdurado hasta hoy: para que resplandezcan la verdad, la justicia y la reparación y así termine la impunidad.  Sólo cuando los victimarios y los que se han enriquecido gracias a la acción de  los “autores materiales” de los crímenes políticos pidan perdón, se sometan a la justicia y reparen el daño causado, el país podrá encaminarse a la humanización. La Comisión Ética contra la Tortura  ha continuado de pie para generar conciencia de que las víctimas de la tortura tienen dignidad.  Y que las razones de la verdad y de la justicia no dependen sólo de autoridades, ni de políticos, ni de jueces, ni de empresarios, sino que están en manos de la organización del pueblo, en la conciencia de la dignidad de las víctimas, en la superación del miedo, en la audacia contra la arrogancia, el poder y el oportunismo, en la esperanza contra la resignación. El término de la tortura se implica con el término de la explotación del hombre por el hombre, lo que significa ganar en humanidad.

Avanzaremos hasta que no tengamos necesidad de conmemorar el Día de Apoyo a las Víctimas de la Tortura, porque ya no habrá víctimas de tortura ni habrá torturadores.

Cuando la tortura haya dejado de existir, porque habremos dedicado nuestras capacidades para que así sea, entonces cada uno será valorado no por lo que quita, sino por lo que da a los demás.

Por Hervi Lara

Comisión Ética contra la Tortura (CECT-Chile).

Santiago de Chile, 9 de junio de 2016.

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