Discriminación

La sociedad chilena es una de las que más discrimina en el mundo

Por Wari

21/07/2010

Publicado en

Columnas

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La sociedad chilena es una de las que más discrimina en el mundo. Para encontrar otra aún peor, habría que retrotraerse a la Sud-África del infame Apartheid: sólo allí una ínfima minoría auto-segregada decidía tan a su amaño acerca de los destinos de la abrumadora mayoría. No deja de ser sugerente que ambas se estructuraron sobre la base de una elite cerrada, descendiente de colonos pobres llegados el siglo XVI. Ello había sido casi abolido tras medio siglo de gobiernos democráticos y desarrollistas, que desembocaron en una revolución popular hecha y derecha. Sin embargo, fue restablecida con saña tras el golpe militar, no logró ser revertida al término de la dictadura y se ha agravado al asumir el actual gobierno.

Una sociedad fundada sobre tamaña discriminación la proyecta sobre todos los ámbitos. Para muestra, un botón: cómo la privatización del sistema de pensiones discriminó en contra de las mujeres.

En el antiguo sistema  público de pensiones, una mujer tenía derecho a  jubilar a los 60 años con una pensión vitalicia idéntica a la de un hombre de 65 con el mismo sueldo y número de años contribuidos. En las AFP, según la estimación del simulador disponible en AFP Provida, una mujer de 60 años obtiene hoy un cuarto menos de pensión que un hombre de 65 con el mismo fondo acumulado. Aún si ella renuncia a su derecho a jubilar a los 60 años y espera a los 65, su pensión resulta aproximadamente un sexto inferior a la de un hombre de la misma edad e igual fondo.

Adicionalmente, las pensiones de ambos son significativamente inferiores a las que obtienen personas con sus mismos salarios y años contribuidos, pero que lograron permanecer en el sistema antiguo. Sin embargo, el daño resulta aún mayor en el caso de las mujeres.

El motivo es bien conocido: al privatizarse las pensiones se modificó su fórmula de cálculo, introduciendo como factor la esperanza de vida al momento de jubilar, que antes no se consideraba. Ello dañó mucho más a las mujeres que a los hombres, aunque ambos fueron perjudicados, como se ha dicho.

Considerando los datos del promedio de la población chilena, los hombres tienen una esperanza de vida de cerca de 75 años y jubilan a los 65, es decir, su fondo debe alcanzar para 10 años. Las mujeres, en cambio viven en promedio algo más de 80 años y jubilan  a los 60, es decir, su fondo de pensiones debe financiar algo más de 20 años. Si se utilizaran esos datos, las pensiones de ellas resultarían la mitad de las de ellos, al jubilar ambos a la respectiva edad legal y con el mismo fondo acumulado.

Cada persona tiene una esperanza de vida diferente. Cada grupo humano también. Sus diferencias están perfectamente cuantificadas. Por ejemplo, según el INE, las personas con enfermedades del sistema circulatorio ven reducida su esperanza de vida en 2,48 años, aquellas con males del sistema digestivo 1,45 años y así sucesivamente. Sin embargo, todas estas diferencias se pasan por alto al momento de calcular las pensiones.
Excepto una: la mayor esperanza de vida de las mujeres.

No es la mayor diferencia, ni mucho menos. La esperanza de vida depende mucho más del grupo social, por ejemplo, que del género. Aunque se quejan mucho por el «stress» de su trabajo, los gerentes ciertamente viven en promedio bastante más que sus obreros. Sin embargo, esta diferencia no se contabiliza al momento de calcular sus pensiones; a ambos se aplica la misma tabla de esperanza de vida.

En Chile se dispone felizmente de buenas estadísticas y el INE ha estimado, por ejemplo, la esperanza de vida de hombres y mujeres en las 49 comunas más de cien mil habitantes.

Fuente: CENDA en base a INE.

Los resultados son bien impresionantes y se muestran en el gráfico y cuadro adjuntos: los hombres que viven en Las Condes, la comuna de mayores ingresos de la muestra, tienen una esperanza de vida 8,74 años mayor que los que viven en Osorno, que es la comuna con menor esperanza de vida de la misma. Los hombres de Las Condes viven 6,79 años más que los de Lo Espejo, una comuna popular de la misma ciudad.

Las mujeres, en cambio, viven sólo 5,95 años más en promedio que los hombres, en estas 49 comunas. Sin embargo, los hombres de Las Condes no ven castigadas sus pensiones ni los de Lo Espejo u Osorno mejoradas las suyas, a pesar que su diferente esperanza de vida lo amerita mucho más que en el caso de las mujeres en general, a quienes sí se aplican tablas que las perjudican.

Las AFP y compañías de seguro lo saben perfectamente, desde luego. Sus cálculos de esperanza de vida son ciertamente más meticulosos que los anteriores y se cuidan de basarlos en tablas específicas para sus propios jubilados. Éstas resultan en esperanzas de vida sustancialmente mayores y pensiones considerablemente menores para todos, con grandes ahorros para las compañías de seguros.

El motivo es que la mayor parte de los jubilados por el nuevo sistema obtuvieron pensiones anticipadas, a las que sólo podían acceder personas de ingresos considerablemente superiores al promedio… que a su vez tienen una esperanza de vida más prolongada.

Ello fue aceptado sin chistar por el gobierno y actualmente perjudica significativa y muy injustamente a las personas de menores ingresos y esperanza de vida, las que sin embargo, deben regirse por esas mismas tablas. Al recibir pensiones inferiores a las que resultarían de aplicarse su propia esperanza de vida, más breve, ellos están subsidiando mejores pensiones para los sectores de mayores ingresos, que las percibirán durante mucho más tiempo.

En ese grupo las mujeres resultan asimismo castigadas, sin embargo, su diferencia con los hombre en esperanza de vida resulta menor que en la población en general, puesto que disminuye considerablemente al aumentar el ingreso. Por ejemplo, según las mismas estimaciones del INE antes citadas, la esperanza de vida de las mujeres que viven en Las Condes es 4,95 años mayor que la de los hombres de esa comuna de más altos ingresos. En el promedio de 49 comunas de más de cien mil habitantes dicha diferencia es de 5,95 años. En comunas de bajos ingresos, como Lo Espejo, la diferencia entre mujeres y hombres sube a 6,42 años y en Osorno alcanza a 7,7 años.

La reciente reforma protegió de esta discriminación a las mujeres de menores ingresos, puesto que ahora sus pensiones corren por cuenta del Estado. Sin embargo, al mismo tiempo, la reforma introdujo su propia cuota de discriminación en contra de las mujeres. Es así que sus beneficios solo están disponibles a partir de los 65 años. En otras palabras, se niegan a las mujeres durante cinco años tras cumplir su edad legal de jubilación. Los hombres, en cambio, los obtienen desde el mismo día en que alcanzan su edad legal de jubilar. Es cierto que, por otra parte, la reforma aprobó el bono por hijo, que beneficia a las mujeres que postergan cinco años su edad de jubilación. Sin embargo, su monto resulta completamente insuficiente para paliar los daños referidos.

El sistema de AFP establecido por Pinochet va a terminar tarde o temprano, posiblemente antes que termine la crisis mundial en curso. Sin embargo, es probable que antes se van a ver obligados a subsanar esta injusta discriminación a que someten las mujeres, que constituyen dos tercios de los adultos mayores.

Hasta ahora ellas no se han percatado del todo, puesto que son relativamente pocas las que han jubilado con el nuevo sistema. Sin embargo, esta situación es insostenible. Constituye, de lejos, la discriminación más masiva del Estado chileno en contra de un grupo, en este caso de sus ciudadanas. Las perjudica a todas, independientemente de su posición política o social. Incluso resulta peor para las mujeres profesionales, que ganan sueldos algo mejores. Contraviene la propia Constitución chilena y toda la institucionalidad internacional que protege los derechos de las mujeres, a la cual Chile ha adherido en la mayoría de los casos. No durará por mucho tiempo.

¡Amárrate los fundillos Willy!

Por Manuel Riesco

Economista del Cenda

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