¿Dónde está el producto del trabajo del pueblo?

Once mil y medio millones de documentos del estudio legal panameño “Mossak Fonseca” sobre la creación de 214 mil sociedades “off-shore” con  ramificaciones por todo el mundo fueron divulgados públicamente tras la investigación realizada por una cadena de periodistas conscientes de su responsabilidad profesional

Por Wari

27/04/2016

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Columnas

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Hervi Lara_XOnce mil y medio millones de documentos del estudio legal panameño “Mossak Fonseca” sobre la creación de 214 mil sociedades “off-shore” con  ramificaciones por todo el mundo fueron divulgados públicamente tras la investigación realizada por una cadena de periodistas conscientes de su responsabilidad profesional.

En los llamados “Papeles de Panamá” han aparecido figuras relevantes, tales como el primer ministro inglés, David Cameron; la líder del Front National de Francia, Marine Le Pen; el nuevo presidente de Argentina, Mauricio Macri; Petro Proscheko, presidente de Ucrania; Vladimir Putin; el rey Salman de Arabia Saudita; el califa Bin Fayed al Nahyan de Emiratos Arabes Unidos, entre otros.  Son los propietarios y administradores del planeta, amalgama de políticos mezclados y subordinados con el poder económico.

Es ésta una manifestación de que entre los poderosos y los marginados del mundo la brecha se amplía día a día.  El 80% del producto doméstico del mundo pertenece a mil millones de personas, y el restante 20% es compartido por 5.500 millones de personas.  Uno de cada tres moradores urbanos vive en barrios marginados, ghettos urbanos y tugurios.  Más de 900 millones están clasificados como habitantes de cinturones de miseria. Como corolario se producen los cambios climáticos expresados en sequías, huracanes, pérdidas de cosechas, elevación de niveles del mar.  El hambre y la frustración desatan terrorismo y guerras.  Ya en mayo de 2013, el Papa Francisco advertía que “mientras las ganancias de unos pocos van creciendo exponencialmente, las de la mayoría disminuyen.  Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera, negando el derecho de control de los Estados, encargados de velar por el bien común”.  Para agregar en la encíclica “Laudato si” que “la degradación ambiental y la degradación humana y ética están íntimamente unidas”.

En Chile, gracias a diversos mecanismos institucionales, los sectores dominantes del empresariado, gestores del golpe de Estado de 1973, terminaron como los grandes beneficiarios de la dictadura.  No obstante, sólo algunos supieron manejarse en el huracán neoliberal para hegemonizar la “revolución del empresariado” y que sus publicistas han llamado “revolución silenciosa”.

Hoy, la economía chilena está controlada por un puñado de muy pocas familias y grupos: Matte, Lucksic, Paulman, Angelini, Claro, están muy cohesionados en los planos ideológico y cultural y con fuerte influencia en la actividad política.  Las familias Angelini, Matte y Lucksic controlan la mitad de los activos cotizados en la Bolsa de Valores de Santiago.  El grupo Cencosud del clan Horst Paulman (154º fortuna mundial)  posee supermercados en todo el continente latinoamericano.  Estas familias disponen de representantes directos en el Parlamento, así como en la dirección de los principales medios audiovisuales y escritos.

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Lo que existe en la actualidad en Chile no corresponde a la supuesta “mano invisible” del mercado de iguales oportunidades y libre competencia.  Al contrario, según el economista liberal Ricardo Hausmann, director del Centro para el Desarrollo Internacional de la Universidad de Harvard, “se ha conformado una cultura empresarial extremadamente cerrada, porque los empresarios chilenos vienen de los mismos tres o cuatro colegios, de dos universidades, de los mismos apellidos y tienen dificultades para relacionarse con los que no pertenecen a su mundo”.

Es ésta una explicación de que, según cálculos de la Fundación SOL, “en los últimos 20 años, la productividad del trabajo (PIB dividido por horas trabajadas) ha aumentado en un 90%, pero las remuneraciones reales han crecido sólo en 20%, lo que significa que existe un alto excedente productivo no remunerado (con un 70% que fue ganancia directa al empresariado).”  (Gaudichaud, Franck, “Las fisuras del neoliberalismo chileno”, Ed. Quimantú, Santiago, 2015, pág. 57).  Más adelante, el citado libro señala que otro desafío para la sobrevivencia es cómo se afronta el extractivismo, esto es, el modo de apropiación de la naturaleza que se caracteriza por una extracción de grandes volúmenes  que son esencialmente destinados a la exportación.  En Chile, “esta depredación de recursos y de riquezas naturales por empresas nacionales y transnacionales (…) alimenta las llamadas “zonas de sacrificio” de norte a sur del país, arrasando con la tierra, las comunidades humanas y el medioambiente, generando numerosas resistencias y no poca desesperanza social”.  (Gaudichaud, F., op. cit., pág. 73).  De acuerdo a datos de la Cepal, de cada 100 dólares que Chile exporta, 90 corresponden a materias primas, que hace del modelo chileno una economía altamente dependiente, rentista e insostenible, pero muy rentable para unos pocos.

A esto se refiere Lucio Cuenca, director del Observatorio de Conflictos Ambientales, al afirmar que el extractivismo en Chile “es pilar de la política pública, está arraigado en la Constitución, está expresado en ella, y eso hace una distinción muy importante.  Por eso Chile es “el modelo del modelo”, porque por ejemplo la manera de gestionar el extractivismo minero,  la  privatización del agua y la protección al desarrollo, están establecidas en la Constitución”.

Es válido preguntar: ¿dónde está el dinero producido por el pueblo chileno?   Los “Papeles de Panamá” y de los restantes paraísos fiscales tienen más de una respuesta sobre la concentración de la riqueza.

Por Hervi Lara

Santiago de Chile, 26 de abril de 2016.

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