Empezar por la educación, seguir hasta refundar Chile

Nuestro país tiene el derecho a ser escuchado en un plebiscito vinculante

Por Mauricio Becerra

26/09/2011

Publicado en

Columnas

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Nuestro país tiene el derecho a ser escuchado en un plebiscito vinculante. La pregunta debe ser: ¿Está usted de acuerdo con la redacción de una Nueva Constitución Política de Chile? Sí o No.

El éxito de la jornada de movilizaciones del 22 de septiembre desbarató los cálculos de un gobierno que en lugar de escuchar a su pueblo apuesta absurdamente al desgaste de un movimiento que renueva cuatro décadas de lucha por la justicia, la igualdad y la democracia en nuestro país. Este nuevo brío nace de la necesidad urgente de reformar profundamente el sistema educacional, pero una vez alcanzado este objetivo no debemos detenernos, ya que la solución definitiva a este problema tiene que sustentarse en una refundación de las bases constitucionales de Chile, para crear un Estado Solidario. Esta proposición no es nueva, se apoya en sólidos argumentos sociales y económicos, y en vista de las actuales condiciones de movilización social y de cuestionamiento global a la hegemonía neoliberal, es un tema que debe debatirse e informarse a todos los sectores de la sociedad chilena.

Es sintomático que el amplio movimiento social que reclama reformas de fondo en Chile surja a partir del problema de la educación. Durante diecisiete años se impuso y por otros veinte se nos sigue intentando convencer de las bondades de un modelo económico claramente injusto. El pueblo chileno lo acató, trabajando duro, quedándose sin tiempo para sus familias y endeudándose, convencido de estar sacrificándose por el futuro de sus hijos. Pero las nuevas generaciones también se endeudan y muchos no obtienen trabajos ni salarios dignos, mientras la riqueza sigue concentrándose al punto que la octava parte del PIB chileno está en las manos de cuatro familias, entre ellas la del actual presidente . El apoyo transversal que recibe el movimiento estudiantil nace en gran parte porque nos dimos cuenta que la promesa de un futuro esplendor para nuestros hijos es otro engaño y que las desigualdades de hoy serán peores mañana.

Pero el fondo de este profundo y generalizado malestar es la falacia fundamental del modelo neoliberal, que se basa en la ecuación: bienestar = consumo. Puesto en práctica a través del libre mercado este principio conduce, como ya es evidente en todo el mundo, a una injusta distribución de las riquezas, al endeudamiento público, privado y a la destrucción del ecosistema, por un consumo excesivo de energía y recursos naturales. Y como se ha visto desde la crisis global iniciada en el año 2007, la desregulación ni siquiera garantiza la estabilidad económica y fomenta la corrupción a una escala nunca vista en la historia . El fanatismo irracional de los defensores a ultranza de esta ideología no tiene fundamento, ya que la economía no es una ciencia exacta y se basa en modelos simplificados que ignoran la complejidad de la sociedad humana.

Hoy es evidente que el actual sistema predominante en Chile y el mundo no es sostenible y necesita profundas reformas. No es necesario reemplazarlo totalmente, pero sí equilibrar las virtudes del mercado con el contrapeso de un Estado fuerte y solidario, admitiendo que ambos deben coexistir y complementarse. A modo de referencia, el gasto público representa un 55% del PIB en Francia y un 40% en EE.UU. Ambos países tienen niveles similares de deuda pero en el segundo hay cada vez más ciudadanos que no tienen acceso a la salud, ni a la educación superior, ni a jubilaciones dignas y que ni siquiera tienen un techo. En Chile el gasto público asciende apenas a un 23% del PIB, la deuda externa está saldada y seguimos regalando nuestros recursos naturales a las multinacionales. Esto nos deja un enorme margen de maniobra para garantizar un mínimo de bienestar a todos los chilenos. Hay que terminar definitivamente con el mito que el sector público es ineficiente por naturaleza. De hecho, cuando se capacita adecuadamente a sus funcionarios y se le provee de los recursos necesarios es un mucho mejor administrador que el mercado en sistemas indispensables para el bien común, como los de salud, educación y seguridad social.

¿Entonces, si se trata de crear un sistema mixto y si los recursos son potencialmente disponibles, por qué es absolutamente necesario cambiar la Constitución Política de Chile? La razón es que la constitución autoritaria de 1980 está concebida, con maquiavélica genialidad, para reducir al mínimo posible el rol y las capacidades del sector público. Este principio, de subsidiariedad del Estado, no es explícito pero impregna el texto de principio a fin haciéndolo redundante y resiliente a los cambios de fondo. Un segundo pilar, el bloqueo político obtenido gracias al sistema binominal, garantiza la preservación del sistema. Por eso hasta ahora todas las reformas sólo han conseguido hacer ajustes marginales, mucho más lentos que la evolución de las necesidades sociales y políticas en nuestro país.

Además, hay que insistir en la profunda interrelación que existe entre los sistemas educativo, laboral, de pensiones y tributario. Los tres primeros necesitan del último para financiarse e idealmente de una política industrial que genere recursos públicos, por ejemplo desarrollando las capacidades de refinamiento y manufactura del cobre. Ahora este mineral estratégico es vendido principalmente en bruto, perdiéndose valor agregado y posibilidades de creación de empleo industrial bien remunerado, mientras que, absurdamente, a nuestro estado subsidiario le está prohibido invertir en este tipo de proyectos.

Las reformas deben ser simultáneas, no tiene sentido mejorar la educación para crear una generación de universitarios sin empleo. La escala salarial debe emparejarse, una hora de trabajo es una hora de trabajo y el valor agregado real que se produce puede justificar variaciones de remuneración de uno a diez, pero no a cien ni a diez mil, como ocurre actualmente. En Chile debemos crear empleo industrial digno y bien pagado, que incentive a seguir carreras técnicas cortas y eficientes con formación continua durante la vida laboral. Si superamos la visión neoliberal cortoplacista tenemos condiciones ideales para hacerlo. Y una correcta distribución de estos recursos permitiría entregar jubilaciones dignas.

Por todo lo anterior, las reformas deben ser globales para redefinir los fundamentos, el objetivo y la forma del sistema. Basta de parches y demos fuerza al amplio movimiento social liderado por los estudiantes y que debe continuar hasta refundar la estructura social y económica de Chile, con una Constitución solidaria y democrática. Llevemos a cabo el cambio exigido desde hace cuarenta años, el que gracias a las actuales condiciones de consciencia ciudadana y de desarrollo finalmente es posible realizar.

Este proceso será largo y por ello debemos avanzar consolidando etapas. Un primer paso se logrará con la satisfacción de las actuales demandas de la CONFECH, pero la movilización no debe detenerse antes de obtener el compromiso de realizar un plebiscito vinculante antes de la próxima elección presidencial. Nuestro país tiene el derecho a ser escuchado y la pregunta debe ser: ¿Está usted de acuerdo con la redacción de una nueva Constitución Política de Chile? Sí o No.

Matías Garretón
Doctorante en Planificación y Urbanismo, Universidad Paris Est
Investigador de Otra Distancia

1 A modo de ejemplo, el 17 de septiembre la federación de asociaciones chilenas en Francia realizó un plebiscito simbólico en el que, con 241 votos escrutados, esta pregunta obtuvo un 98% de aprobación.
2 http://www.emol.com/noticias/economia/detalle/detallenoticias.asp?idnoticia=430194&sms_ss=email
3 Para comprender el nivel de corrupción al que ha caído la industria financiera, se recomienda el excelente documental “Inside Job”, 2010, de Charles Ferguson.

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