¿Es posible una vía de desarrollo no capitalista en Chile?: Alguna vez lo pensamos

Son muchos los  teóricos de las ciencias sociales que con mayor o menor énfasis plantean que asistimos al término del sistema económico que rige la mayor parte desarrollada de la sociedad mundial globalizada

Por Wari

04/08/2017

Publicado en

Columnas

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Son muchos los  teóricos de las ciencias sociales que con mayor o menor énfasis plantean que asistimos al término del sistema económico que rige la mayor parte desarrollada de la sociedad mundial globalizada. Conocido como sistema capitalista, algunos  como S. Zizek anuncian que este sistema global está aproximadamente a un punto cero. Este último describe lo que llama los “cuatro jinetes” que muestran este proceso: la crisis ecológica, las consecuencias de la revolución  biogenética, los desequilibrios dentro del propio sistema y el explosivo crecimiento de las divisiones y exclusiones sociales.

Esta percepción no es nueva en el campo de la política de las izquierdas, particularmente en  América Latina. En un artículo anterior recojo esto como una dificultad de la imaginación política, que S. Souza Santos define diciendo que  es tan difícil imaginar el fin del capitalismo como es difícil imaginar que el capitalismo no tenga fin. Esta dificultad, sostiene de Souza, ha dividido el pensamiento crítico en dos vertientes de la izquierda. Una se ha dejado dominar  por la primera dificultad, esto es, la de la imposibilidad del fin del capitalismo.  Su expresión son las formulaciones de la social democracia, el keynesianismo, el Estado de bienestar y el Estado desarrollista de los años sesenta.

La segunda vertiente del pensamiento  crítico, no se deja dominar  por la primera dificultad y, por lo tanto, vive con intensidad  el posible fin del capitalismo. Pero para ello debe imaginar alternativas post capitalistas. Alternativas que deben ser distintas a los extintos (y fracasados) “socialismos reales”.

Como quiera que sea este debate es plenamente actual. Ello no debe hacernos pensar que Chile de algún modo ha vivido ajeno a esas contradicciones del pensamiento crítico. En la década de los 60, toda una generación  fue partícipe de este debate que tuvo un carácter muy agudo y  trasversal, involucrando a todas las fuerza políticas progresistas.

Quienes formamos parte de una generación política activa en esa década y que teníamos domicilio político en la Democracia Cristiana nos correspondió una participación relevante en este debate. No por casualidad, sino porque el Partido se encontraba en el Gobierno y ejercía su gestión bajo la consigna de una revolución en libertad. Los ecos de nuestras discusiones y debates de entonces nos suenan hoy tan familiares que parece ser cierto que la historia se vive dos veces. Lo triste es que fuera también cierto que “primero se vive como tragedia y después como comedia”.

Pienso que estamos a tiempo para que así no sea. Ello implica aprender del pasado. Particularmente para los momentos que vive la Democracia Cristiana es bueno recordarle una parte épica de su Historia. Nuestra generación  planteó al interior del Partido una posición para desarrollar el país por una vía de desarrollo no capitalista.

El año 1966  junto a unos 70 destacados parlamentarios y dirigentes de todos los niveles del Partido (entre ellos un dirigente de Magallanes, Pedro Goic, padre de la actual candidata DC), presentamos una propuesta de programa de acción concertada con el  Gobierno bajo el nombre de “Las tareas inmediatas para la construcción de un nueva sociedad”. El documento era nuestra posición ante el 2do. Congreso de la DC, y en él partíamos por declarar que “la revolución en libertad constituye la decisión irrevocable de superar el capitalismo en Chile y avanzar progresivamente hacia la instauración de la sociedad comunitaria”. Señalábamos que “con ello planteamos que, en definitiva, el bienestar de los chilenos y su cabal desarrollo como seres humanos suponen una sociedad edificada por los trabajadores, que se inspira en un espíritu fraterno y se organiza en una economía de producción que se orienta en función de las necesidades de la población…”. Agregábamos que “la fidelidad a esta tarea histórica y la exigencia actual de satisfacer necesidades materiales inmediatas de la población chilena, se traduce en que debamos, simultáneamente, hacer trabajar al máximo  la economía tradicional existente, aumentar su capacidad de conducir aceleradamente el desplazamiento del país hacia nuevas formas comunitarias de producción. Afirmamos “el conjunto de operaciones que conducen a este fin constituye una VÍA DE DESARROLLO NO CAPITALISTA.»

En el momento histórico que pensamos esto, proponíamos dos instrumentos para avanzar en esta perspectiva: una acción concertada con el gobierno, y buscar el apoyo de un pueblo unido política y socialmente. Ambas condiciones no se dieron y, algunos de los firmantes abandonaron el partido, otros nos quedamos para dar apoyo a un candidato que compartía plenamente nuestro ideario: Radomiro Tomic. Levantamos  su candidatura sobre la base de alcanzar la unidad social y política del pueblo. No lo conseguimos. No obstante, vale la pena recordar su pensamiento en esta hora. En entrevista a un medio (Revista Ercilla),  al aceptar la candidatura precisaba refiriéndose a los cambios que plantemos: “hacer realidad estos cambios en la organización política, económica y social de Chile no puede ser tarea de un partido solo. Lo demuestra  nuestra experiencia de cuatro años y medio. En éste sentido, el llamado “camino propio” puede concebirse como una síntesis superior entre los objetivos supremos que dan razón de ser a la Democracia Cristiana en Chile y acuerdos con otras grandes fuerzas sociales políticas, marxistas y no marxistas, para fines específicos concretos. Por ejemplo, hacer del pueblo el primer protagonista en la lucha por la sustitución del capitalismos y el rechazo de los intereses imperialistas”.

Ha corrido mucha agua bajo los puentes. Sin embargo, esta tarea está pendiente. Es bueno tener presente que un proyecto político que perdura en el tiempo debe ser siempre el presente de una historia. Este debiera ser el debate al interior de la DC, rescatar su grandeza y no disolverse en rencillas que pueden hacernos vivir  de nuevo la historia que ya vivimos como tragedia, pero ahora vivirla como comedia.

Por Jorge Leiva Cabanillas

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