Escoria

La ciudadanía ha sido expuesta por estos días a la reaparición mediática de rasgos humanos viles, que se elevaron al poder del Estado durante el período más obscuro de la historia patria

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Autor: Mauricio Becerra

La ciudadanía ha sido expuesta por estos días a la reaparición mediática de rasgos humanos viles, que se elevaron al poder del Estado durante el período más obscuro de la historia patria. Entrevistas sucesivas al denominado «Mocito» de la DINA, la hija del ex dictador, el asesor y primer vocero de la autodenominada Junta Militar de Gobierno y para remate, al único miembro sobreviviente de esta última, han recordado a los chilenos que dichas facciones siguen medrando en los rincones mas putrefactos de la sociedad.

El primero de los entrevistados mostró en vivo y en directo el perfil psicopático que lo llevó a colaborar muy suelto de cuerpo, durante años, como diligente auxiliar de la ejecución de los mas horrorosos crímenes de la dictadura. Accedió a hablar de ello a la justicia solo cuando fue capturado por la policía y se encontró huérfano de apoyo de sus poderosos patrones de ayer, uno de los cuales quisiera haber sido, según dijo. Este tipo de personajes de origen humilde, junto a funcionarios policiales y militares corruptos y pijes decadentes, brutos todos ellos, emborrachados por su fugaz poder absoluto sobre sus víctimas indefensas, son la hez que conforman los servicios secretos de las dictaduras criminales, como muestra el clásico film Lacombe Lucien, de Louis Malle, ambientado en la Francia ocupada por los nazis.

La hija del exdictador intentando blanquear los crímenes y latrocinios de su papito, ha recordado los abusos de los familiares del dictador desde los primeros días tras el golpe. Aparte de todo tipo de escandaleras, fueron complices en los desfalcos al fisco de su padre y en el caso de un yerno, la apropiación de campos y empresas públicas lo han convertido en monopolista mundial del salitre y litio, condición sobre la cual se encamina a convertirse nada menos que en el segundo hombre más rico de Chile, según una revista especializada.

El exasesor tiene todas las trazas de un vulgar cuentero, un estafador de tomo y lomo, como los que siempre se encuentran soplando en las orejas del poder. Las características de estos personajes han quedado al desnudo con el increíble caso reciente del socialité de Washington que se hacía llamar Albrecht Muth, quien frecuentó los salones más exclusivos de la capital del imperio durante décadas y llegó a presidir una comisión integrada entre otros por Henry Kissinger y Kofi Annan. Terminó preso tras asesinar a su esposa, una anciana periodista de esos pagos, tras lo cual se demostró que todos sus supuestos “roles claves” en toda suerte de acontecimientos nacionales y mundiales, sólo existían en su mitomanía. Antes se conoció en Chile el caso de un “analista de inteligencia” que terminó poniendo bombas él mismo en una embajada, para luego denunciarlas y cobrar por ello. El exasesor de la Junta les mató el punto a todos los anteriores: logró embaucar a todos los gobernantes chilenos desde Alessandri hasta Frei Ruiz-Tagle, con la única y honrosa excepción de Allende. Al parecer, el entusiasta periodista que presentó su “biografía” también ha pisado el palito, como lo harán muchos de sus cándidos televidentes y lectores de tal “obra”.

Si los anteriores son casos patéticos, el resucitado exmiembro de la Junta resulta indignante. Rastrero de profesión frente a los poderosos, al igual que su exjefe Pinochet, corrió ahora a cantar loas al General Bachelet e intentó guarecerse bajo las polleras y la decencia de su viuda e hija y la frivolidad de algunos expresidentes que andan por ahí repartiendo indulgencias. Condenó su crimen con cuatro décadas de retraso, sólo cuando la justicia determinó que había muerto como producto de las torturas que recibió en la Academia de Guerra, de la cual el mismo era a la sazón director. Recordando carcamales nazis, deslindó toda responsabilidad en estos crímenes, alegando que los ejecutaba otra unidad que había ocupado las dependencias de su “academia.” Según él, todo lo hizo en cumplimiento del deber y defensa de su institución.

Mostró la bajeza de sus verdaderos sentimientos cuando se refirió en términos groseros al Comandante Ernesto Galaz, héroe auténtico, como sus camaradas, el ex subsecretario de aviación Raúl Vergara, el General Sergio Poblete, el Coronel Carlos Ominami y los capitanes Jorge Silva, Jaime Donoso, Carlos Carvacho y el sargento Rafael Reyes, todos torturados y este último asesinado en el AGA, que junto al General Bachelet y otros oficiales y suboficiales, honraron a la Fuerza Aérea de Chile en ese momento decisivo, respetando la Constitución.

Terminó declarando francamente que no se arrepiente de nada, es decir, estaría dispuesto a hacerlo todo de nuevo. En eso no está solo, puesto que lo mismo piensan quienes por mano de militares que traicionaron su juramento, se adueñaron nuevamente de Chile.

El país no puede ya tolerar estas excreciones.

Manuel Riesco

Economista Cenda


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