¿Gracias, Beatriz?

¿Habrá imaginado la periodista Beatriz Sánchez que el hecho de hacer su trabajo con apego a los principios éticos propios de una persona decente iba a significarle una nominación presidencial? Cuesta criticar desde la izquierda su nominación

Por Javier Paredes

23/03/2017

Publicado en

Columnas

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¿Habrá imaginado la periodista Beatriz Sánchez que el hecho de hacer su trabajo con apego a los principios éticos propios de una persona decente iba a significarle una nominación presidencial?

Cuesta criticar desde la izquierda su nominación. Y también cuesta imaginarla asumiendo la travesía que significa encabezar una aventura electoral de una parte de la izquierda.

Cuesta pensar a la periodista resumiendo en un programa las exigencias populares largamente abandonadas por el duopolio. O encabezando un sinnúmero de reivindicaciones que quedaron en el olvido no más los actuales poderosos se ungieron en sus poltronas.

Sin duda la periodista Sánchez ha hecho una labor destacada en el chato, mentiroso, obsecuente, timorato y vendido periodismo nacional.

Tal como ella, muy pocos de sus colegas han descollado por haberse negado a la lisonja, al óbolo y la presión de un sistema de manipulación y mentira que constituyen los medios de comunicación. Los que por obra y gracia de la Concertación, se han transformado en un monopolio informativo manipulador, mentiroso y desvergonzado.

El sistema de medios de comunicación que impera sin contrapeso en el país obedece a los intereses económicos que están relacionadas íntimamente con aquellos que alentaron la dictadura, la defendieron y ocultaron sus más atroces crímenes y con los que ahora administran ese legado.

La responsabilidad de los gobiernos Concertación/Nueva Mayoría en la existencia de una prensa inmoral es indudable. Y del mismo modo la proliferación de escuelas de periodismo que forman profesionales de discutible calidad. Es cosa de ver los noticieros de las nueve para darse cuenta que estamos en manos de analfabetas maquillados.

En ese contexto la voz y valentía de Beatriz Sánchez ha sido una excepción que brilla en el oscurantismo de la cultura dominante, en esta dictadura con piel de oveja. Y ha sido capaz de incomodar a más de alguno con sus preguntas precisas y desprovistas del cálculo y el temor.

En breve: Beatriz ha hecho el trabajo para el cual estudió.

Sin embargo es legítimo preguntarse si esos rasgos, que deben ser comunes a centenares de miles de otros profesionales, son las condiciones suficientes para erigirse como la abanderada de una colación que se proponga de verdad abatir al duopolio que se ha repartido el botín durante toda esta larga pos dictadura.

¿Cómo debería ser un candidato o candidata presidencial que encarne, represente y resuma el anhelo del pueblo desde el punto de vista de la izquierda?

El actual estado de cosas: profundo desprestigio de un sistema de partidos corroídos por la ambición y la corrupción, con políticos vendidos y arrendados por las mafias de millonarios, con un empresariado que hace gárgaras de ética pero que ha robado hasta el hartazgo, con uniformados dizque decentes, honestos y probos, metidos hasta las cachas en fraudes, robos, coimas, lavados de dinero, estafas y negociados oscuros.

Todo eso habla de la necesidad de cambiar el curso oscuro del país.

Por otra parte, innumerables aunque desconcertadas movilizaciones de sectores sociales víctimas de la economía y la represión, el rechazo de los trabajadores a las políticas sociales impuestas por los sucesivos gobiernos, el estado calamitoso de la educación y salud pública, las pensiones miserables que entrega un sistema corrupto e inhumano, estudiantes y profesores rebelados ante un sistema en ruinas, reclamos casi eternos de quienes viven entre venenos y sequías, protestas de los que sufren la depredación y desertificación de sus tierras, criminal bloqueo militar en el que viven los mapuche, pobre entre los pobres, la protesta sorda de las poblaciones hacinadas y azotadas por la pobreza y sus hijas predilectas, la delincuencia y el tráfico.

¿Qué dice la izquierda de estas facetas de la cultura neoliberal administrada con santa paciencia y notable rédito por la Nueva Mayoría y la derecha?

La izquierda balbucea. Habla un idioma que pocos entienden. Dice poco y nada. Aletea.

Se desperdicia una oportunidad de hacer mucho más en estas condiciones en las que el movimiento social se ha legitimado en un decenio de luchas y en que expresiones como las generadas por el Movimiento No + AFP ha creado un estado de ánimo que propicia una buena oportunidad de hacer coincidir ganas con inteligencia y audacia.

Es cierto que el Frente Amplio no es toda la izquierda, pero se ha instalado en el escenario de las elecciones de la mano de sus dos diputados y ha obligado a hablar a casi todos. En ese sentido se ha anotado un triunfo no desdeñable.

Pero está perdiendo una oportunidad como pocas. Actuando de espaldas a las expresiones de descontento social, sigue rascando donde no pica.

Sin considerar lo que se viene construyendo día a día, mal bien, de a poco, desde cuando los líderes del Frente Amplio aún no salían de la Enseñanza Básica, parece que han asumido el riesgo de obrar sobrados de sus propios hechos.

Abjurando de Allende y de la revolución cubana, silenciando la experiencia de los procesos de América Latina, con todo y sus falencias, decididos a resolver al modo antiguo entre cuatro paredes y un cielo raso, los jóvenes que impulsan esa iniciativa corren el riesgo de enredarse en una soberbia que debería tener un mejor uso.

El Frente Amplio es parte de la izquierda, pero no es toda la izquierda.

Para el actual estado de cosas se requiere un proceso popular, ancho y largo, en que la voz de la gente diga su parecer así sea que los medios utilizados para el efecto no sean todo lo prolijos que se necesite.

La comprensible desconfianza anidada en la gente hace que sea necesaria la mayor transparencia en los procesos que impulse. Erigir candidatos entre los amigos más apegaditos a la cocina, no parece muy decente.

Una izquierda que no confíe en la gente, es una izquierda de poco andar.

Por eso, más allá del carisma, la decencia, el despliegue de su profesión con una ética desconocida por la mayoría de sus congéneres, la irrupción de Beatriz Sánchez como una candidata que se proponga representar el estado de malestar de todo un pueblo, no cumple con la condición de ser erigida por ese mismo pueblo, al que supone buenamente va a representar.

¿Habrá que darle las gracias?

Las elecciones a lo que sea, efectivamente, se abren como una opción para disputar significativas porciones de poder a los sinvergüenzas que se lo reparten hoy sin tapujos.

Pero toda candidatura a lo que sea sino sale de esas masas embroncadas, más o menos organizadas, desordenadas, difusas, pero todas sin duda víctimas de la economía y de los traidores, solo será un ejercicio de buena onda que no llegará a mucho.

A menos que tengamos la convicción de que el pueblo, esa masa anónima, no tiene los dedos suficientes como para el piano de las decisiones y se hace por lo tanto necesario suplantarlo.

Beatriz Sánchez cumple con una de las condiciones que debe tener todo abanderado que se proponga representar una opción distinta a la actual indecencia.

Se trata de saber si en el pueblo, entre sus dirigentes y liderazgos, hay más gente que cumplan con haber tomado en serio su profesión y algunas otras condiciones también muy necesarias.

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