Hablar con voz propia no es terrorismo

En medio de la represión que el pueblo mapuche está padeciendo de parte de Carabineros, PDI y Fiscalía, el general Oviedo, jefe del Ejército de Chile, ha manifestado que su institución está dispuesta a ingresar al territorio mapuche para terminar con el “terrorismo mapuche” que allí existiría

Por Wari

28/09/2017

Publicado en

Columnas

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En medio de la represión que el pueblo mapuche está padeciendo de parte de Carabineros, PDI y Fiscalía, el general Oviedo, jefe del Ejército de Chile, ha manifestado que su institución está dispuesta a ingresar al territorio mapuche para terminar con el “terrorismo mapuche” que allí existiría.

De acuerdo al diccionario de la lengua, terrorismo es “la dominación por medio del terror”.  Y terror es “miedo, espanto, pavor de un mal o de un peligro”.  Tras acusaciones infundadas, se mantiene a decenas de mapuche encarcelados por meses e incluso años sin ser procesados, para ser posteriormente absueltos por falta de cargos en su contra.  El verdadero terrorismo es el que ejerce el Estado de Chile a través de las policías y bandas paramilitares que resguardan la connivencia entre empresas privadas y el Estado para privar a los mapuche de sus tierras y de los recursos naturales. Con ese fin se aplica la ley 18.314, Ley de Conductas Terroristas (Ley Antiterrorista) promulgada por Pinochet en 1984, cuyo objetivo era desarticular los grupos organizados que se oponían a la dictadura.

El terrorismo se ha sido ejercido en contra de los pueblos originarios desde la llegada de los europeos a América.  En “Chile.  The legacy of hispanic capitalism”, Brian Loveman dice:  “Llevan encadenados a hombres y mujeres indígenas y los usan de cebo para perros, para entretenerse mirando cómo los perros los destrozan.  Destruyen las cosechas, queman las casa llenas de indios adentro, cerrando las puertas de manera que ninguno pueda escaparse”.

Es así como entre 1503 y 1660, llegaron al puerto de Sevilla 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata, excediendo tres veces el total de las reservas europeas.  La riqueza arrebatada al Nuevo Mundo hizo posible el desarrollo económico europeo tras uno de los mayores genocidios de la historia.

En lo que hoy es Chile se calcula que a la llegada de los españoles había un millón de indígenas.  Al terminar el siglo XVI, no eran más de cuatrocientos mil, en su mayoría reducidos al sur del río Bío-Bío, manteniendo allí la frontera durante más de dos siglos.  Dicha resistencia obligó al rey de España, en 1641, a firmar el Pacto de Quilín, reconociendo la inviolabilidad del territorio y la autodeterminación mapuche al sur de este río, lo que fue ratificado por el Parlamento General de  Negrete de 1803 y por la República de Chile en  el Tratado de Tapihue de 1825, estableciéndose que no se violaría la frontera.

Este compromiso fue transgredido por el Estado de Chile mediante la “Pacificación de la Araucanía”, término eufemístico para denominar la ocupación del territorio al sur del Bío-Bío para incorporarlo a la agricultura, erradicando a los mapuche a reducciones a través de “títulos de merced”, quedando así  confinados a 500 mil hectáreas, esto es, un 5% de su territorio original.  El otro 95% de las tierras fue entregado a colonos extranjeros y chilenos.  Posteriormente, los mapuche continuaron siendo víctimas de despojos a través de amedrentamientos y farsas judiciales, acrecentándose su proceso de pauperización.

Durante el gobierno del Presidente Salvador Allende se creó el Instituto de Desarrollo Indígena y se inició la restitución de tierras a las comunidades mapuche.  Pero la Reforma Agraria fue interrumpida por la dictadura militar-empresarial que, además, reprimió a los partícipes del proceso, devolviendo a los terratenientes  el 65% de las tierras recuperadas, algunas rematadas y otras pasaron a manos de los militares.

En 1978, Pinochet dictó el DL 2.568 que determinó la parcelación de las tierras comunitarias de los mapuche, estableciéndose que “las hijuelas resultantes de la división de las reservas dejarán de considerarse tierras indígenas, e indígenas a sus dueños y adjudicatarios”.  Así se buscó exterminar la cultura mapuche, a lo que se sumó la expansión forestal que aniquiló al bosque nativo plantándose miles de hectáreas de monocultivos de pinos y eucaliptos, con las consecuencias letales que se han ido dando hasta ahora.

Este ha sido el verdadero terrorismo, al que se ha referido la Carta de los Obispos del Sur (2001), al declarar que “si no se asume como país los antecedentes históricos que los han originado”, difícilmente tendrá solución el conflicto en que nos encontramos”.  Y en abril de 2016, la Declaración de religiosos y sacerdotes que trabajan en Territorio Mapuche señalaba que “criminalizar las demandas de un Pueblo que busca recuperar sus derechos reconocidos por tratados internacionales no lleva a ninguna solución real.  El país debe asumir el carácter político de las reivindicaciones del pueblo nación mapuche, reconociéndolo constitucionalmente, generando espacios reales que garanticen su participación en la toma de decisiones en los asuntos que le afectan y competen”. Agregando que el Estado debe restituir las tierras despojadas y devolver a las comunidades su productividad sustentable, por lo que “habrá que presionar políticamente a las empresas a “entregar” o vender esas tierras.  Esto implica mucha audacia, pues estas empresas tienen mucho poder, no sólo económico, sino también político, pero no parecen ver el efecto de su codicia.  Quizás volver a pensar en la expropiación, como se propone en ”Informe de la Comisión Verdad Histórica y Nuevo Trato con los Pueblos Indígenas” (2003).  El otro punto se refiere a la reparación, que “significa redefinir las políticas de fomento productivo en vista a un territorio con otro paradigma, diferente al meramente económico extractivista”.

Los colonizadores han impuesto sus leyes por la fuerza para apoderarse de los recursos naturales y más tarde han establecido repúblicas bananeras, o mineras, o cañeras, o petroleras, o salitreras, o cupríferas, con todos los resortes para  mantener su dominio legalmente o por la fuerza.  ¿Cuál es la diferencia con las actuales  forestales, hidroeléctricas, termoeléctricas, mineras, salmoneras, etc., que son amparadas por leyes y por las  FF.AA. y policiales, mientras se apropian de las tierras y de los mares que pertenecen a los pueblos originarios?

Antes de acusar de terrorismo a los mapuche que quieren hablar con voz propia, el general Oviedo debe ocuparse de decir la verdad sobre el terrorismo que las FF.AA. y Carabineros han ejercido a lo largo de la historia de nuestro país, actuando como cancerberos del gran empresariado.

Por Hervi Lara

Santiago de Chile, 27 de septiembre de 2017.

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