Huele a tormenta…

No salimos de una para entrar en la otra: las crisis se suceden a un ritmo desenfrenado, y nada dice que los vientos amainarán en un futuro previsible. Las grandes instituciones financieras, tan inútiles unas como otras, solo sirven para pasear boludos por el planeta: el turismo de los banqueros centrales es un buen ejemplo. Luego un par de fondos de inversión deciden con qué salsa nos cocinarán a fuego lento.

Por Wari

21/07/2022

Publicado en

Columnas / Economí­a / Mundo

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Por Luis Casado

Seguramente conoces al BRI (banque des règlements internationaux), también conocido como “La torre de Basilea”, o bien Bank of International Settlements (BIS) en inglés. La comunidad financiera suele referirse a este engendro como el ‘banco central de los bancos centrales’. Más arriba no hay nadie, a menos que Dios emita divisas, defina políticas monetarias y de vez en cuando se decida a aplicar sanciones y bloqueos crediticios, o derechamente se inmiscuya en los arcanos de las finanzas que en la Tierra son dominio exclusivo de gánsteres y oficios similares.

El BRI fue fundado en mayo de 1930 por los bancos centrales de los principales Estados europeos, con un estatuto de banco privado (papita p’al loro…), con el propósito declarado de “despolitizar los asuntos político-financieros inter-europeos”. No sé si el oxímoron te interpela, ya en esos años intentaban demostrar que el billete es asunto de especialistas consagrados a proteger los intereses extremadamente reservados de una muy especial clase de seres humanos: los poseedores de todo lo que existe, incluyéndote a ti pobre currante que te crees ciudadano cuando eres apenas “gente”.

Este engendro reúne 60 bancos centrales, incluyendo los 27 países de la Unión Europea, el Reino Unido, los EEUU, Canadá, Japón, así como numerosos países ‘emergentes’, entre los cuales se cuentan Turquía, Brasil, Chile y Tailandia. Los gobernadores de los bancos centrales se reúnen en Consejo cada dos meses para mantener un buen nivel de comprensión mutua, coordinar las políticas monetarias en el ámbito internacional (otro oxímoron…) y cuidar del buen funcionamiento de los mercados financieros internacionales; basta con mirar alrededor para ver los resultados.

Los que se enteran dicen que el BRI ha sido uno de los cenáculos privilegiados por los banqueros centrales para favorecer su concertación durante la crisis financiera que comenzó en el año 2007. Ya me dirás tú porqué diablos no salimos de esa sin entrar en otra crisis peor, antes de ver llegar la crisis actual. En muchos casos ‘concertación’ rima con desesperación, en la materia los chilenos somos pioneros.

De modo que ignorando las consecuencias de sus propias políticas financieras, que dicho sea de paso nunca fueron concertadas, los bancos centrales se preguntan ahora qué es lo que ha desatado esta fiebre inflacionista. El torrente, ¡qué digo!, el maremoto de emisiones monetarias sin respaldo y los numerosos episodios de relajos monetarios llamados quantitative easing para despistar al personal, pasan piola.

Que la teoría económica (¿por qué te ríes?) sostenga que la emisión monetaria a destajo genera procesos inflacionistas le importa un pepino al ‘mundo occidental’. Ahora es mas fácil: si te preguntan en los exámenes de Harvard, o de la London School of Economics, qué es lo que desató este desmadre… la respuesta es simple como una de tus manos: Vladimir Putin.

No hace mucho, cuando Janet Yellen aun regentaba la Reserva Federal de los EEUU (2014-2018), se atrevió a subir un pelín las tasas de interés que durante décadas estuvieron en cero % y aun menos, visto que se practicaron las tasas negativas: ¡te pagaban para pedir plata prestada! No en Chile desde luego, me refiero a los países serios.

Cuando le preguntaron a Janet Yellen la razón por la que aumentó la tasa directriz de la FED en una pendejésima de micro-porcentaje, su respuesta fue el epítome de la ciencia económica vista desde el Imperio:

“Si mantengo la tasa en cero, explicó Janet, no tengo cómo bajar la tasa. Si la subo un poco, dentro de unos meses podré tomar la decisión de bajarla” (sic).

Todo lo que sube tiene que bajar, y viceversa, he aquí un descubrimiento cenital en materia de Economía, si Janet Yellen hubiese vivido en la Grecia Antigua la hubiesen declarado semidiosa por mérito propio.

Estas cosas te hacen comprender que no tiene sentido analizar la demencia de los economistas que se toman en serio y proclaman su estupidez a la faz del mundo sin que nadie se ofenda. Ahora Janet Yellen es la Secretaria del Tesoro (ministro de Hacienda) de Joe Biden. Dios los cría y el diablo los junta parece pensar John Mauldin, mi marabout económico preferido, que en su última newsletter se cachondea de la incompetencia de los banqueros centrales.

John se refiere a la inflación, que en los EEUU se acerca al 10% anual, señalando que quienes olvidan las lecciones del pasado vuelven a vivir los mismos desastres.

“En política, dice Mauldin, frecuentemente podemos limitar el daño no votando por los culpables. Es más difícil con instituciones diseñadas específicamente para evitar tales responsabilidades, como por ejemplo la Reserva Federal”.

La independencia de los bancos centrales tiene ese detallito: quienes regentan las casas de tolerancia, perdón, los bancos centrales, son perfectamente irresponsables, no le rinden cuentas a nadie y son designados a dedo, método aborrecido en democracia pero practicado sobre todo en democracia.

John Mauldin no se detiene en tan buen camino. No voy a traducir todo su análisis, pero creo que vale la pena conocer esto:

“En mi opinión, el fracaso de la FED en prestarle atención a las claras lecciones del pasado es la causa mayor de nuestros problemas económicos actuales (…) En las últimas dos semanas, incluyendo mi última crónica, vimos cuán persistentemente las bajas tasas de interés han creado burbujas especulativas durante siglos. Esto fue claramente comprendido hace mucho tiempo por escritores como Walter Bagehot, que fue cercano a presidentes de la FED como Alan Greenspan y Ben Bernanke. No se trata de un secreto antiguo. Sin embargo, esos tipos, cuyo trabajo consiste en conocer las lecciones del pasado, o bien las olvidaron o bien decidieron ignorarlas. Hoy examinaremos cómo esto se manifestó en el periodo de la crisis de 2008, generando las condiciones para lo que enfrentamos hoy.”

¿De qué sirve enseñar las teorías monetaristas en las escuelas de Economía si luego se las pasan por las amígdalas del sur?

Lo que Mauldin no dice es que la diarrea emisora de dólares y euros tuvo por principal objetivo salvar el sistema que creó las condiciones de la crisis: no se trató en ningún momento de cambiar nada, ni de –aprendiendo de las lecciones del pasado– modificar el comportamiento irresponsable de la comunidad financiera.

A dos o tres años de la crisis de los subprimes todo dios sabía que las condiciones que llevaron a la quiebra del sistema financiero mundial seguían allí, y que los grandes bancos yanquis habían hecho el lobby necesario para que sus títeres de la Casa Blanca no se atreviesen siquiera a imaginar otro sistema.

¿A quien le importa, si de todos modos quienes pagan las consecuencias de las crisis económicas, financieras, políticas y sociales somos siempre los pringaos?

En la Unión Europea, ese gran Protectorado yanqui, sus mediocres ‘líderes’ le echan la culpa de todo a la guerra de Ucrania provocada por el empecinamiento de EEUU en absorber ese país en la OTAN: cuatro días antes del inicio de las hostilidades el lamentable Anthony Blinken declaró: “los EEUU seguimos siendo partidarios de una política de puertas abiertas para entrar en la OTAN”…

Los resultados están a la vista. Que destacadas personalidades del Imperio como Henry Kissinger y Zbigniew Brzeziński hayan advertido sobre la locura que significaba meter los pies en Ucrania no disuadió ni a Joe Biden, ni a ninguno de sus consejeros de Seguridad: lo que está en juego es el poder global, y en la materia los ‘demócratas’ siempre fueron más HDP, halcones de presa, que los ‘republicanos’.

De ahí que ahora culpen de todo a Vladimir Putin, quien pasó ocho años advirtiendo que Ucrania debía adoptar un estatuto de país neutral sin que nadie se diese por enterado. Dar por muerta a Rusia, y ningunear a Putin, fue la regla. Hoy pagamos las consecuencias.

Pero esa guerra que los rusos no querían, de la cual ahora somos todos las víctimas involuntarias, formaba parte de los designios del Imperio. En eso la Unión Europea va de arroz, como contorno, simple acompañamiento.

Reducir todo a la supuesta mala leche de Vladimir Putin es un insulto a la inteligencia.

La crisis alimentaria, la crisis inflacionaria, la crisis política que afecta a toda Europa, la crisis monetaria, la crisis financiera, la crisis económica y social que se manifiesta ya en el ámbito mundial (basta con mirar el ejemplo de Sri Lanka), es el producto de un comportamiento irresponsable de parte del Imperio. El capítulo monetario, como señala John Mauldin, no es sino uno de sus muchos elementos.

Entretanto, los bancos centrales pendejitos, como el chileno, venden dólares y “no descartan” tomar otras medidas tan caricaturales como esa para contener el alza del dólar.

¡Suerte!

Por Luis Casado

Publicada originalmente el 17 de julio de 2022 en Politika.

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