Jugar a perdedor

Bolaño decía que para hacer buenas historias tenía una fórmula

Por Wari

20/11/2011

Publicado en

Columnas

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Bolaño decía que para hacer buenas historias tenía una fórmula. Las que empezaban bien terminaban mal, y las que empezaban mal terminaban bien.

Las marchas siempre comienzan bien. Buena convocatoria desde guaguas hasta ancianos, bailes, disfraces, carros alegóricos, acciones de arte y un cuanto hay de creativa vitalidad. Hasta que, como todos sabemos, aparece el elemento represivo que provoca a un piño de valientes soldados populáricos. Ellos combaten con lo que pillan haciéndole frente a la lucha de clases, sin enmascararse en la “expresión democrática” que hará del movimiento a la larga, un deporte digno de la construcción de un marchódromo.

Podríamos decir que termina mal. Con destrozos y lumpen demonizando y criminalizando la protesta ciudadana, como si ésta no se convirtiera también en una pieza del puzzle social, a pesar de su pacifismo, o justamente a causa de él.

¿Terminó mal o termino bien? ¿Como el asalto al poder realizado por los rebeldes libios que a punta de violencia derrocaron al tirano? ¿Como la batalla de Guisa? No.

Termina mal, porque empieza bien. Con el entusiasmo de la burguesía que quiere educación gratuita para estudiar una rentable carrera, ojalá “lucrativa” para conseguir ascenso social, aunque no se tenga dedos para el piano.

Ser alguien en la vida depende del estudeo. Y eso de que “lo que natura no da, Salamanca no presta”, da lo mismo. Todos tienen que estudiar, y gratis.

La lucha parece que no es por el drama de que en este país no exista respeto por los trabajadores. O porque no nos hayamos industrializado. O, más cercano aún, porque sea una obligación estudiar ramos que enseñan la ideología neoliberal, teniendo que endeudarse, y obviamente trabajarle a los ricos para pagar esa deuda.

Ok, es gratis. El negocio perfecto le llega la hora de fenecer. Entonces los jóvenes de la patria como en todas partes del mundo estudian gratis. Claro que mantienen un modelo en donde el trabajador gana un sueldo miserable. Entonces sigue habiendo una distancia infinita entre los “universitarios” y los asalariados.

Entonces digamos que la lucha terminó mal, porque empezó bien.

Pienso en los que estudiaron gratis, en la revuelta del ‘68, y lo que hoy son esos jóvenes revolucionarios. Sin duda su lucha terminó bien, porque ahora como el tío rico se tiran piqueros en un mar de billetes ganados a costa del arrojo y el posterior usufructo de quien entendió cómo darle “sentido” a la revuelta.

¿Y si estuviéramos más allá del bien y el mal? ¿Si estuviéramos por sobre la conveniencia de una plaza laboral abc1? ¿Si fuéramos como los pingüinos queriendo terminar con las guarderías de horario de oficina en instalaciones húmedas y deprimentes?

¿Si sólo consideráramos a los radicalizados? ¿A los que mueren de hambre, a los que queman su liceo, a los que no les importa el patrimonio y adolecen de lógica? ¿A los que tiran piedras porque el mundo es una basura?

¿Y si volviéramos a los 17 y entendiéramos que ahí está el derecho humano a no ser ignorantes? ¿A no ser relegados al trato se esclavos? ¿A no ser burlados por la indiferencia?

Quizás la lucha comenzaría mal, por lo tanto la victoria en algún punto se haría presente, y la historia por fin, lejos del engaño, nos daría un respiro.

Por Karen Hermosilla Tobar

El Ciudadano Nº109, primera quincena septiembre 2011

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