La frustración popular es visible en cada esquina en Chile y genera cada día más violencia

El pueblo organizado o mejor dicho, mal organizado, como el de anoche que profanó la Catedral Metropolitana de Santiago en el marco de una protesta pro aborto, causando serios desmanes, están indicando que los tiempos actuales nos superan en cuanto a las posibilidades reales que existen para resolver algunos problemas valóricos, dándonos una proyección futura […]

Por Wari

28/07/2013

Publicado en

Columnas

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El pueblo organizado o mejor dicho, mal organizado, como el de anoche que profanó la Catedral Metropolitana de Santiago en el marco de una protesta pro aborto, causando serios desmanes, están indicando que los tiempos actuales nos superan en cuanto a las posibilidades reales que existen para resolver algunos problemas valóricos, dándonos una proyección futura mucho más dramática con una movilización social que será más activa y violenta. Esto no solo ocurre en Chile sino en numerosos otros países, cercanos o lejanos, da lo mismo, pero en las cercanías lo hemos visto en Brasil que tienen en cierta forma “tambaleando” al gobierno de doña Dilma del Partido de los Trabajadores (PT).

La frustración humana en un mundo de desigualdades, cuando los ricos hacen aspavientos de lo que tienen y de cómo viven, mientras los pobres se mueren en las calles de Santiago de hambre y frío, son argumentos valederos que alimentan estas movilizaciones, cuyos participantes, generalmente son grupos pequeños, reaccionan con una violencia delirante que en Chile desconocíamos. Nadie puede descubrir hasta ahora quiénes son y quiénes manejan a los famosos encapuchados. Muchos piensan que son anarquistas, pero otros los identifican como infiltrados del sistema de seguridad que están allí para destruir todo lo que encuentran a su paso como forma de amedrentar a la población y desprestigiar las movilizaciones sociales.

Por todo lo que está pasando, incluyendo igualmente la criminalidad, la población chilena vive con una sensación de miedo como lo indica una reciente medición realizada por Paz Ciudadana y Adimark, índice que marca ahora 13,3% contra 11% en diciembre de 2012.

Estos temas deberían encabezar los programas presidenciales. La lucha, especialmente la política, será dura y difícil porque la violencia del futuro tendrá formas y objetivos distintos a los de ahora, ya que en el caso de no lograr lo que la masa aspira o desea, esta irá al fondo buscando hasta la caída de gobiernos si les llega a ser posible, como puede estar ocurriendo en Brasil y ya ocurrió en Egipto, descontando ciertas características especiales y distintas como son la actitud de los militares y el elemento religioso islámico.

Sin embargo, los políticos chilenos siguen actuando como si nada peligroso se estuviese estructurando hacia el futuro. Mientras la Alianza sigue concentrada en los temas económicos del crecimiento del PIB y de llevar lo más rápidamente posible a Chile al desarrollo, sin saberse a ciencia cierta qué significa esto para una población de pobres y ricos, la oposición ofrece un amplio plan de reformas políticas que sólo podrá cumplir si obtiene en el Parlamento una mayoría sólida y contundente. De lo contrario todo se convertirá en promesas al vuelo o luces de colores que terminarán apagándose para causar aún más frustración en el pueblo chileno.

Este gobierno de derecha ha estado involucrado en una decena de escándalos políticos y económicos mayúsculos que han derivado en varias renuncias o destituciones de funcionarios. El que ha originado mayor impacto puede ser el perdonazo tributario a Johnson’s por más de cien millones de pesos, dinero con el cual Horst Paulmann pudo comprar dicha firma y anexarla a su imperio económico. Hechos como este impactan a la población chilena, especialmente a aquellos que tienen que trabajar diez horas diarias, recibir un salario “miseria” y luego ocupar otras dos horas a bordo de los carros del Metro o del Transantiago para poder llegar a la casa y recién estar con la familia. Esta no es vida humana, indudablemente.

La elección presidencial en Chile será reñida y tendrá un valor agregado que es una riña ideológica más profunda. La UDI, que representa a los empresarios, no está dispuesta a hacer cambios en el modelo, porque este fue formulado e implantado en el tiempo de la dictadura para asegurar “la estabilidad” que permita a quienes manejan el capital en Chile continúen haciendo de las suyas. Entre las cosas incambiables está el FUT (Fondo de Utilidades Tributarias) que le permite a los empresarios no pagar año a año los impuestos por las ganancias como lo hace cualquier cristiano, sino que es dinero que queda allí para futuras inversiones. Por esta vía, según los especialistas, con el correr de los años se ha dejado de pagar mucho impuesto, pero también se da como causa del enriquecimiento acelerado de los que tienen más como igualmente del mayor empobrecimiento de los pobres, porque no tienen solución para sus problemas por no existir los fondos suficientes en las arcas fiscales. Si el impuesto fuera igual para todos contemplando que lo que más ganan paguen más, la situación cambiaría.

Al otro lado están los políticos que dicen querer cambios pacíficos pero profundos, los que quizá quedarán en el aire, como ya dijimos, por falta de una suficiente mayoría parlamentaria.

Ojalá que la idea de cambios que se expresa a los cuatro vientos en la alianza de Nueva Mayoría sea real y no forme parte o se vean afectados por la burocracia chilena que contempla muchos proyectos, pero que al final poco es lo que se concreta.

Al menos tenemos en estas elecciones a dos mujeres candidatas que prometen cambiar el país en cuatro años y hacer todo lo que los hombres no hicieron en 22 años, como opinó ayer en KRADIARIO una colega española.

¡De esperanzas también se puede vivir!

Por Walter Krohne

Julio 26 de 2013

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