Un poco de prospectiva

La guerra de Estados Unidos contra Rusia en Ucrania

A pesar de que resolver la crucial incógnita sobre cómo acabará la guerra desatada por Estados Unidos en Ucrania debiera ser una de las principales tareas de analistas geopolíticos, no abundan en estos días trabajos alejados de la propaganda partidaria que proyecten alguna luz sobre el incierto futuro que espera a la Humanidad.

Por Wari

19/05/2022

Publicado en

Columnas / Mundo / Política / Rusia

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Por Juanlu González

Obviamente, no es tarea fácil. No estamos hablando de una guerra al uso y las consecuencias van mucho más allá de las provocadas estrictamente en el teatro de operaciones. También es posible que a muchos les desagrade el nuevo orden mundial multipolar que se avecina y prefieran no salir de sus espacios de confort bien trillados en vez de navegar por mares inexplorados.

En realidad son tres guerras en una las que se están desarrollando estos días. La más patente es el conflicto bélico lanzado por Estados Unidos contra Rusia usando a Ucrania como proxy, la que Putin denominó en su discurso del Día de la Victoria como una operación preventiva. A pesar de los delirios de Zelensky y de Occidente, solo tiene un desenlace posible y es la victoria de Rusia. Sólo es cuestión de tiempo. Los envíos de armas de la OTAN que no paran de llegar a Ucrania tienen que pasar por una verdadero calvario antes de que sean desembaladas. Para colmo, la mayoría de lo que se está enviando es chatarra obsoleta. Muchos países se están deshaciendo de sus viejos arsenales, en buena parte soviéticos, para que Estados Unidos los renueve graciosamente, a cambio de pingües beneficios económicos inmediatos y de amarrar a sus estados vasallos con más dependencia política y militar (formación, repuestos, mantenimiento, munición). 

También hay que considerar que solo una parte de lo enviado llega a su destino, a los frentes de guerra. Las redes de información con las que cuenta Rusia en Ucrania son tan potentes que casi nada escapa al escrutinio del despliegue de inteligencia. Por eso se destruyen con tanta eficacia los almacenes improvisados de las armas occidentales que muchas veces se esconden en colegios, hospitales o en centros comerciales. Conforme los envíos se han ido acrecentado y el tipo de armas ha ido ganando calibre, Moscú se ha visto obligada a ir destruyendo paulatinamente la mayoría de las infraestructuras ferroviarias ucranianas desde el oeste al este, incluidos los puentes sobre el río Dniéper, además de tomar o bloquear todos los puertos de Kiev. Así obliga a su contraparte a tener que mover las mercancías por carretera y, teniendo en cuenta la total supremacía aérea rusa, cada vez menos cargamentos tendrán algún tipo de uso efectivo. Si a todo ello unimos la escasez de efectivos formados en el uso de esas armas y la nula capacidad de mantenimiento y reparación de los sistemas más complejos, estamos ante un escenario realmente desfavorable para Ucrania que augura una segura derrota severa.

Lo único que puede hacer el ejército ucraniano es emplear la superioridad numérica frente al ejército ruso y la ventaja posicional que tienen per se los defensores frente a los atacantes, unida a las decenas y decenas de miles de armas ligeras antitanque y de manpads antiaéreos que han llegado como caramelos a Ucrania. Sin embargo, Aleksandr Dvornikov, el general ruso que dirige esta segunda fase de la guerra, tiene experiencia en cómo enfrentar pacientemente este tipo de situaciones y sistemáticamente va ablandando los frentes con artillería y aviación hasta que están maduros para los avances de tierra. Hay que tener en cuenta que hay excavados en el Donbass muchos kilómetros de trincheras y posiciones fortificadas que ralentizan las ganancias territoriales y que buena parte de los efectivos allí desplegados tienen experiencia de guerra tras ocho años de combates contra la población de Donetsk y Lugansk.

Pero ningún militar serio discute que nada de lo que envíen allá va a cambiar la ecuación sobre el terreno. Las líneas de defensa ucranianas van a ir desplomándose poco a poco y todo el Donbass va a ser reintegrado a las repúblicas populares. Las declaraciones en el sentido de que Rusia está empantanada o del agotamiento de sus filas, entran en el ámbito de la guerra propagandística y no tienen ningún poso de realidad. Moscú apenas está usando en Ucrania un 10% de su ejército y militares occidentales afirman que no ha empezado realmente la segunda fase de la guerra, ya que Rusia esta usando muy poca potencia de fuego de la que tiene desplegada en el terreno. Hay otro dato que apenas se oye en los media que es realmente significativo y que explica la evolución de los frentes. Naciones Unidas reconoce alrededor de 3.500 civiles muertos en dos meses de una guerra que han presentado como poco menos que una verdadera carnicería. Sabiendo como sabemos que los ucronazis del ejército y la Guardia Nacional se emplean a fondo contra la población civil del este del país, aliada de Moscú, se puede afirmar que, pese a quien le pese, nos encontramos ante la guerra más quirúrgica de la historia contemporánea.

Lo único que podría cambiar algo la situación sobre el terreno sería la implicación directa de Estados Unidos en la guerra. Pero una cosa es enviar armas y facilitar información satelital estratégica y otra muy distinta poner muertos encima de la mesa. Ese escenario implicaría poner mucha más carne en el asador, pero Rusia es imbatible junto a sus fronteras y la OTAN lo sabe de sobra. Por si ello no fuera suficiente, hace unas semanas Moscú sacó a pasear a Satán II, un misil hipersónico capaz de borrar del mapa a Francia o Reino Unido de un solo disparo, indetectable e imparable para las defensas antiaéreas que existen en la actualidad y las que puedan existir en los años venideros. Por eso no es muy factible que Estados Unidos acabe confrontando directamente con Rusia en Ucrania, no le conviene en absoluto. Es preferible luchar contra ella «hasta el último ucraniano» sin arriesgar poco más que su reputación como hegemón y algunos cargamentos de armas que verse involucrado en un conflicto que no puede ganar.

¿Cuándo acabará pues la guerra tal como la conocemos hoy? En principio parecía que podría acabar cuando se devolviera todo el Donbass a su gente, algo que llevará unas pocas semanas. Pero el general ruso Rustám Minnekáev avanzó hace unas semanas que podría finalizar cuando se tomaran todas las regiones de mayoría rusa en el sur y el este de Ucrania y se estableciera un corredor terrestre hacia Transnistria. Teniendo en cuenta que ese escenario conllevaría varias guerras urbanas importantes (Odessa, Nikolaev…), es algo que podría llevar varios meses. El Pentágono reconoció que las armas que se están enviando a Ucrania solo son realmente útiles en ese tipo de escenarios calle a calle, por lo que va a repetirse el uso de escudos humanos con la población civil ucraniana de zonas prorrusas con tal de retener posiciones en el frente. El vergonzoso decreto emitido por el gobernador neonazi de Odessa nada más asumir su cargo, anuncia inequívocamente la comisión de futuros crímenes de guerra contra civiles. 

Es bien posible que cada vez más regiones liberadas del yugo de Kiev organicen referéndums de independencia a imagen del Donbass o Crimea. Son conscientes de que no tienen encaje posible dentro de un país que no los quiere de ninguna de las maneras. Quizá se recupere el concepto de Novorrosia para definir a un puñado de oblasts independientes, confederados o incluidos dentro de la Federación Rusa. Pero nadie debe dudar que el régimen surgido del Maidan es totalmente incompatible con los millones de habitantes rusos que viven en Ucrania. No lo era antes de esta fase de la guerra pero ahora es aún peor. No queda otra opción que la fragmentación del país como ya predijo William Burns en 2008, cuando era embajador en Rusia, si finalmente Estados Unidos se decidía ingresar a Ucrania en la OTAN en contra de una buena parte de sus habitantes. Hoy Burns es director de la CIA con Biden… Los alrededor de ocho millones de rusos de Ucrania jamás serán aceptados como ciudadanos y ciudadanas de pleno derecho. Tampoco parece posible que surja un nuevo Yanukovich al mando en Kiev con visión realmente integradora del país y todas sus regiones. Eso ya es pasado. Y no hace falta señalar a los culpables externos de tamaño error histórico…

Al margen de esta guerra regional, se desarrolla paralelamente una guerra mundial de índole económico. Y ahí sí que los verdaderos protagonistas no tiran la piedra y esconden la mano. Es una contienda a cara de perro, supuestamente incruenta a pesar de que puede provocar mortandades muy superiores a las de los campos de batalla. Al margen de filias, fobias y opiniones, vayamos a los datos. Hoy el rublo ruso está más caro que antes de la guerra y de la fecha de la imposición de sanciones coordinadas, esas que iban a hundir la economía rusa de manera inmediata. La apreciación del rublo ha enjugado con creces el alza de la inflación interna. El mercado ha encontrado canales alternativos para importar productos de consumo prohibidos a través de terceros países. Sí, los rusos ya tienen acceso al último iPhone a buen precio.

El alza del precio del petróleo y el gas está llenando las arcas rusas como nunca antes, en gran parte, gracias a las compras de Europa, que a pesar de la retórica, sigue comprando hidrocarburos rusos como si no hubiera un mañana. Las sanciones económicas mortales se han mostrado inútiles paquete tras paquete. Ya vamos por el sexto y como si nada. Todo lo contrario, es Europa quien más lo está pagando y las clases trabajadoras quienes están volviendo a perder poder adquisitivo mes a mes. Es el euro el que se hunde y la estrategia norteamericana de enquistar la guerra solo va a empeorar sobremanera esta situación. De nuevo los intereses de EEUU son contrarios a los de la Unión Europea aunque aquí a nadie parece importarle demasiado. O quizá es que ya no queda vida inteligente en el Viejo Continente.

Europa necesita unos cinco años para prescindir de los hidrocarburos rusos, como el doble del tiempo que Rusia necesita para encontrar sistemas alternativos de transporte o nuevos socios comerciales. Sancionar productos de primera necesidad escasos, deficitarios y fuertemente demandados, es un auténtico disparate del todo inútil. Solo van a provocar revalorizaciones de precios y una brutal e inevitable recesión económica. La única solución posible es llegar a un acuerdo de paz y seguridad mutuo, netamente europeo, que ponga fin al sinsentido que vivimos en la actualidad. En este contexto, Rusia solo tiene que sentarse a esperar a que la situación económica europea empeore y que sus poblaciones la consideren insoportable para que demanden el fin de una guerra inútil a sus gobernantes. Nadie en Europa está dispuesto a seguir perdiendo derechos sociales y calidad de vida en una guerra que nos hemos buscado nosotros mismos por seguir ciegamente las políticas belicistas de Estados Unidos. La futura prosperidad europea va a depender de sus buenas relaciones con Rusia, a pesar de los esfuerzos norteamericanos por impedirlo para colocar su gas, vender sus armas y poder controlar a un continente que ha demostrado ser su verdadero y dócil patio trasero.

La tercera guerra que se desarrolla simultáneamente es la mediática, propagandística o psicológica, como se prefiera llamarla. Es la única que gana Estados Unidos y Europa con cierta claridad, aunque para ello han tenido que montar la campaña de desinformación más grande de toda la historia de la Humanidad, contando con el concurso de las multinacionales de la prensa y de los medios estatales occidentales. Una vez más, la opinión pública europea ha permanecido impasible a una operación de recorte de derechos y libertades, que ha contado con la censura de multitud de medios de prensa y de cuentas particulares de ciudadanos en redes sociales que se oponen al discurso unidimensional vendido justamente por quien ha generado el actual conflicto. Cuando debiéramos estar en la calle denunciando a los ministerios de la verdad orwellianos, hemos asumido sin más la tutela del Estado sobre nuestros pensamientos y conciencias como algo natural, tal es el estado de degeneración ideológica al que hemos llegado.

Sin embargo, como decía Lippmann, cuando todos piensan lo mismo, es que nadie piensa demasiado. Se está produciendo un efecto rebote bastante curioso. Hay mucha gente que se está descolgando de la versión oficial sobre la guerra, sólo por la intensidad y el machaqueo constante de políticos de todo el arco parlamentario o de todos los medios de comunicación de masas, ya sean de derechas, de izquierdas o de extremo centro. Cuando te encuentras personas que son capaces de hacer cientos de kilómetros solo para oír a un conferenciante que disiente de la única visión oficial permitida de la guerra, significa que algo puede estar cambiando. Los especialistas en manipulación social se han pasado de frenada y eso es algo que se percibe a través del análisis o de la intuición. El descrédito de los medios y de los gobiernos, sin duda ayuda a desconfiar del pensamiento único. La censura y la represión provocan interés por los discursos prohibidos por el Gran Hermano. Sí, esta guerra —la mediática— a priori la tienen ganada, pero es bien posible que no por mucho tiempo…

Por Juanlu González

Publicada originalmente el 12 de mayo de 2022 en bits rojiverdes.org

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