La soberbia de los ricos, el espionaje tecnológico y el hombre

Es posible imaginar que durante el siglo XVIII la gente miraba al cielo agradeciendo todo aquello que estaban descubriendo como si viniera de una inspiración divina, la extracción del petróleo, la lámpara de gas, el acero, la máquina a vapor de Watt, el primitivo motor de explosión de dos tiempos y otros inventos permitieron al hombre levantar la […]

Por Wari

26/11/2014

Publicado en

Columnas

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Mario-BrionesEs posible imaginar que durante el siglo XVIII la gente miraba al cielo agradeciendo todo aquello que estaban descubriendo como si viniera de una inspiración divina, la extracción del petróleo, la lámpara de gas, el acero, la máquina a vapor de Watt, el primitivo motor de explosión de dos tiempos y otros inventos permitieron al hombre levantar la cabeza de la tierra para empezar a dejar en segundo plano el viejo mundo de la agricultura que lo había sostenido.

Quizás en el siglo XIX los hombres podían fijar su mirada en el horizonte, buscando el límite entre el cielo y la tierra, soñando dónde podrían llegar con la electricidad, el teléfono, el cine, el automóvil, el avión y tantas cosas nuevas.

El  siglo XX pudo ser tal vez  el más intenso y de mucho orgullo para el hombre, dejando atrás las comunicaciones rudimentarias. Se extendió la radio y la electrónica avanzó  para producir  la televisión, la computación, la telefonía. La expansión del automóvil permitió que los obreros sintieran el  orgullo de fabricar 15 millones de automóviles por año. Llegaron a creer que la realidad podría superar a los sueños, hasta que surgió un peligro  nunca antes conocido, la bomba atómica. La era de las armas de destrucción masiva, la de Hiroshima, Nagasaki, y dos grandes guerras mundiales dieron los primeros indicios de una soberbia humana, que exigía peligrosamente ir más lejos.

Apenas 14 años de iniciado el siglo XXI, la imaginación puede quedarse corta respecto a lo que pueden hacer. El hombre superó la era de la reverencia para mirar al cielo con el brazo en alto y el puño cerrado, desafiando al universo. Crearon el corazón artificial, el plástico inteligente, las impresoras  3D, la robótica para reemplazar al hombre, las bacterias que transforman el CO2 en combustible, las  comunicaciones que viajan a velocidades increíbles y transmiten monstruosas cantidades de datos, etc., lo que Ud. quiera. Pero, el siglo XXI puede ser el siglo que obligue a la soberbia humana a volver a enterrar la mirada en el suelo que lo nutre. Contaminaron el mundo, eliminaron numerosas especies animales, vegetales y están agotando el agua.  Separaron la naturaleza del hombre ligada al cuidado de la tierra y lo convirtieron en una máquina de consumo.  Leon Panetta, ex secretario de Defensa de EE.UU. y ex director de la CIA, afirma en sus memorias que en el 2010, EE.UU. podría haber utilizado armas nucleares contra Corea del Norte si este país hubiera invadido Corea del Sur. La crisis financiera ese año estaba en todo el mundo. Hoy, como ayer, se vuelven a dar muchas excusas que les permitirán pasar de las tensiones geopolíticas  a un estado de guerra, sin preguntarle a nadie.

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La Internet, la masificación de los celulares, las aplicaciones para la entretención son las raíces que nutren a gigantes  como  Google, Microsoft, Facebook, y varios más. Múltiples plataformas  permite a las personas  auto segregarse hablando, enviando mensajes, fotos, creando grupos, o conversando con cualquier persona del mundo sin conocerse, sólo que existe un límite humano físico para conectarse uno a uno, que solo es posible para las máquinas. La paradoja es que se conectaba al hombre, al mismo tiempo que lo separaban. Había llegado la era de la desconexión del hombre con el hombre, ese acto pleno de los sentidos, aquello que produce la meta comunicación humana cuando olemos, vemos, oímos, tocamos o saboreamos y sabemos quiénes somos, para dónde vamos y a quién le damos la mano.

El mundo capitalista rompió sus propios límites y entendió el control al mundo globalizado. Operan con las más avanzadas tecnologías, modernizó el seguimiento, instaló el espionaje personalizado como lo denunció Edward Snowden y  Julian Assange. Este último asegura ser perseguido para ser extraditado a Estados Unidos, por publicar en WikiLeaks material secreto sobre las operaciones militares en Irak  y Afganistán. Las verdaderas armas  de dominio ya no son el látigo ni las cadenas, son avanzados programas que permiten saber todo lo que UD hace con su vida, lo que escribe, dónde va, con quién se reúne, lo que habla, sus preferencias, sus gustos,  todo.

El neo liberalismo vigila a personas, instituciones, incluido los líderes de países “amigos”. Utiliza poderosas empresas tecnológicas unidas a los  grupos de poder, del  dinero y la riqueza, para avanzar y controlarlo todo en “democracia”.  Una empresa en seguridad informática reveló que ha descubierto una de las piezas más sofisticadas de software malicioso jamás vista, llamada “Regin”.  Los investigadores dicen que la sofisticación de este software indica que se trata de una herramienta de ciber-espionaje desarrollado por un Estado-nación, utilizada desde hace seis años en contra de una serie de objetivos en todo el mundo.

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A Osama Bin Laden no lo mató un “Seal, sino la tecnología, el 2 de mayo de 2011”. A través de ella, el presidente Barack Obama, Hillary Clinton y altos militares sentados en un salón de la Casa Blanca, a decenas de miles de kilómetros, pudieron ver en vivo y en directo al sargento de los Seals, O`Neill,  Matt, o como se llame, cuando le disparó a Bin Laden en Abbottabad, Pakistan. Desde la caída de las Torres Gemelas de Nueva York, el aparato secreto había caducado su vida.

El mismo soldado que disparó reveló su propia identidad, probablemente cuando se dio cuenta de una manera brutal, que esos encendidos discursos que usan en el duro entrenamiento, sobre el honor del soldado Seal, el dar la vida por la patria, no tenían el valor de una pensión. Muchas personas caen persuadidas por la manipulación de los políticos y sus grandilocuentes discursos frente al público, cuando honran a un soldado héroe que muere a caballo con un sable en la mano. Pero no lo hace con aquel otro que es enviado a asesinar en la noche. Eso no tiene valor ético ni es políticamente correcto, aunque la orden venga del ámbito político. No le concedieron la pensión al sargento O´Neill o Matt al retirarse antes de los 20 años de servicio.  Se sumará a las decenas de miles de soldados que deambulan por Estados Unidos abandonados y quizás hasta con un peso en su conciencia de haber disparado a un hombre desarmado, sin saber a quién le estaba disparando. Hoy quiere sobrevivir y escribió un libro para contar lo ocurrido y tal vez lo castiguen. En las librerías se agolpan  libros similares como American Sniper, escrito por el ex Seal, Chris Kyle, en el que narra detalles de sus más de 150 asesinatos de insurgentes entre 1999 y 2009, en defensa de una patria que no es de él, sino de los ricos.

A través de cámaras públicas y privadas, telefonía, Internet, computadores, “tablets”,  las tarjetas usadas para pagar el transporte, los satelitales, las autopistas, los “drones” y ahora con un novedoso método que permite a un avión liviano volar como si fuera una gran antena auxiliar de telefonía celular, captan las señales de cientos de miles de celulares y determinan la exacta ubicación de un sospechoso hablando en tiempo real, en vivo y en directo.

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No sería extraño que en los países desarrollados estén cercando a todos quienes se alcen contra el poderoso “estado global de poder neo liberal”, la fecha de vencimiento para las revoluciones, las rebeldías sindicalistas o cualquier hombre justo que enarbole banderas de justicia o incluso de paz, está llegando a su fin. Los que quieran emular a los “che” Guevara, “los” Manuel Rodríguez,  “los” Bin Laden, tienen una fecha de caducidad, no pasarán a la historia del futuro. La tecnología permite a los “hombres de negro” sentados en un gran salón oval dar una señal y desarticular o eliminar cualquier peligro sin importar fronteras o si es justo, legal o ético, se sienten dueños de la tierra y del hombre.

En países como el nuestro, en Argentina, Brasil, México, etc., las protestas aún se reprimirán a golpes y bombas, en más de alguno se diezmará a la población con balas y más pobreza. Los  países más radicalizados, serán bombardeados sin refinamiento, excepto para ubicar previamente a sus líderes y dejarles caer una bomba, tal como ocurre hoy.

Mientras tanto, la Reserva Federal de EE.UU., está atrapada en su propia política monetaria. La reducción de los servicios públicos y  los mayores impuestos golpea los ingresos disponibles, especialmente cuando el crecimiento salarial se ha estancado.  Un crecimiento más lento, agravado por  grandes gastos  fiscales, hace que sea muy difícil corregir los déficits presupuestarios y controlar los niveles de la deuda pública. La normalización de las tasas de interés, la reducción de las compras de bonos del Gobierno y la reducción de las tenencias de los bancos centrales de valores, todo con el riesgo de tasas mayores, reducen los fondos disponibles para la expansión económica.

Según el Banco de Pagos Internacionales, un aumento del 3% en las tasas de los bonos del Gobierno daría lugar a un cambio en el valor de los bonos gubernamentales en circulación, con una pérdida de alrededor del 8 % del PIB de los EE.UU., es decir, US$ 1,15 billones y a alrededor del 35% del PIB, en el caso de Japón. La capacidad de la Fed para revertir una política fiscal expansiva está muy complicada, lo que se corrobora con un viejo sarcasmo del economista Milton Friedman, «No hay nada tan permanente, como un programa gubernamental temporal».

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A pesar de la evidente falta de éxito, los banqueros centrales persisten en las mismas políticas, lo que hace pensar que nada detendrá una gran crisis. De la misma forma, llegado a un punto de peligro existencial para la vida humana, la historia se volverá a repetir, nadie ni nada, por muy sofisticada que sea la tecnología, podrá detener al hombre libre para unirse y caminar sobre espinas o brasas calientes para volver a cortar las cadenas  que lo oprimen.

Por Mario Briones R.

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