Pulso Sindical Nº 307

Lo hicieron dependiente de las migajas

Del 15 al 29 de febrero de 2016.

Por Wari

07/03/2016

Publicado en

Columnas

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Manuel Ahumada“ …palabra tan chiquitita que te han sacado partido,
pueblo es recurso político, y no falta algún panuo que venga a la población,
y que hablando por el pueblo, en un discurso bonito arregle la situación.
Pero eso es lo menor, el mentir es profesión…”

                                             Leña Gruesa, Quelentaro, 1969

El pueblo siempre ha sido el instrumento en el que se apoyan los tránsfugas y demagogos, que de tanto en tanto necesitan darse un barniz de humildad. No solo para no verse tan lejos de las masas populares sino también para confundirlas, porque aún y pese a tanta mierda estas masas de cuando en cuando intuyen su origen y su rol en la sociedad, e intentan combatir al sistema que las oprime.

Porque, seamos claros, las clases gobernantes y sus representantes y otros que bien bailan, han prostituido al pueblo. Lo hicieron dependiente de las migajas que les arrojan, de los bonos y de cuanta dádiva se les ocurre entregar en tiempos electorales y también cuando la crisis del modelo es demasiados evidente y necesita retoques urgentes.

Los detentadores del poder y quienes aspiran a sucederles, acostumbran a apelar a la confianza del pueblo a través de lacrimógenos discursos. Se puede ver a las autoridades, todas ellas sin excepción, meter las patitas a la tierra o el barro, bailarse una cumbia, una cueca o lo que les pongan, tomar niños en brazos, abrazar a los más humildes, quienes les tienden sus manos a ver si tocándolos se les pega algo de buena fortuna.

Ellos son parte del pueblo dicen en sus discursos y muchas veces el pueblo les cree y se friega. Ejemplos de aquello tenemos de sobra y no debemos olvidarlo.

Sin embargo y hasta el golpe de Estado de 1973, tal actuar era más propio de la derecha capitalista y oligarca y otros iguales a ellos, aunque algo más cuidadosos en su decir y actuar y que se llamaban de centro.

Su contraparte, la izquierda, recorría el país promoviendo la organización, apoyando tomas de terrenos y huelgas, exigiendo más salud y educación para todos. Se sacaban la cresta junto a los más pobres y necesitados. No todos, pero sí la inmensa mayoría.

Fue el avance en el bienestar de los más necesitados de entonces, lo que puso en alerta a la derecha y al centro golpista. Fue el aumento de la organización popular lo que llevó a los poderosos a dar el golpe de Estado, a detener, torturar, matar y desaparecer.

Y aún así y pese a los dolores, comenzó la rearticulación popular, se organizó la rebeldía y se fueron ocupando los espacios por tanto tiempo vedados.

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Fue el momento para actuar de los camaleones y lo ocuparon muy bien.

El tiempo no pasó en vano. Muchos luchadores de antaño volvieron cambiados del exilio, olvidando propuestas y sueños.

El pueblo ya no era un actor a considerar, simplemente una compañía que no se podía rechazar a riesgo de aparecer demasiado cerca con la derecha.

Se hicieron del gobierno y ocuparon en el parlamento los espacios que habían negociado, previa oferta de una alegría que hasta ahora no aparece. Las leyes prometidas a la población no avanzaron, porque así lo estableció el pacto con el pinochetismo y porque nunca las sintieron como propias.

Infiltraron, compraron conciencias, entregaron compensaciones a algunos que en sordina las pedían. Anestesiaron al pueblo y lo convencieron de la imposibilidad de recuperar lo perdido.

Dividieron las organizaciones sociales y sindicales, corrompieron dirigentes, instalaron mesas de diálogo y conversación social que no sirven para nada mientras no haya equivalencias mínimas entre quienes participan de estos falsos instrumentos.

Sobre esta realidad debemos construir y aquellos que comienzan a abrir los ojos y pretenden erigirse como guías de los desencantados, harían muy bien explicando primero por qué guardaron silencio por tanto tiempo ante lo que era evidente y hoy aparecen sacando la voz y dando pautas del qué hacer futuro.

Lo contrario simplemente será seguir mintiendo a nuestro pueblo y tengan la certeza, los que lo hacen, que tarde o temprano deberán comparecer y explicar su actuar.

Este febrero 2016 no ha sido distinto de los anteriores y es reflejo inequívoco de la profundidad de la crisis.

Las sedes sindicales apenas si funcionan o lo hacen de medio tiempo, no hay trabajo de propaganda y los trabajadores son echados a la calle sin que a nadie parezca importarle. Ni una sola nota de prensa para las opiniones y acciones de denuncia del movimiento sindical, particularmente la opinión sobre las reformas laborales expuestas por la CGT  el Cius, aunque debemos ser honestos y reconocer que muy poco se ha hecho por romper esta tendencia. Esto los abusados en sus derechos lo perciben y es por ello que aún se resisten a organizarse. O cambiamos de actitud o no avanzaremos.

Febrero en Chile es festival, lo que a su vez es sinónimo de banalidad, estupideces varias, dimes y diretes de personas con un bajo nivel intelectual y pobre vocabulario, que suelen llamar la atención por osadas y torpes actuaciones que ocupan primeras planas, transformándose en tema de discusión mientras a nuestro rededor todo se derrumba.

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Por lo mismo no puede soslayarse el actuar de algunas personas que sin ser humoristas han hecho uso de los casos de corrupción, conflictos de intereses y un cuanto hay que se ha vivido, para conseguir la aprobación y la risa franca de quienes los escuchan.

Y sin embargo me queda la impresión que a esto le falta algo.

¿Por qué estos acuciosos observadores de la realidad nacional, no le han dicho a la población, que tales conductas oprobiosas se mantendrán si no reacciona para eliminarlas?

Nadie puede obviar que si las cosas están como están, obedece en parte a nuestra pasividad y falta de reacción. Seguirán presentándose casos como los Penta, Caval, SQM y si alguien cree que todo se soluciona con la ácida crítica de uno u otro comediante, está en un profundo error.

Solo la movilización organizada produce los cambios. Que no se olvide.

Aumentó el valor del pasaje del Metro en $ 20 en hora punta. Algunas decenas de personas manifestaron invitando a la evasión, misma evasión que silente se aplica desde hace mucho tiempo en los buses del Transantiago.

Mi impresión es que este no es el camino, al menos no así como se viene haciendo.

No se avanza mucho evadiendo individualmente el pago, mientras se mantiene el consumismo obseso, el desprecio por los demás y los excesos de todo tipo.

No basta tratar de pasar colado en los pagos de la movilización, es imperioso, fundamental entender que para que las cosas cambien tiene que haber organización. Debemos exigir a quien nos gobierna y emplea, el pago diario de ese gasto de locomoción y también la alimentación.

La organización en sindicatos, juntas de vecinos, centros juveniles, la unión de todos los desencantados, debe culminar en acciones masivas de esos millares que lo están pasando como la mierda.

Tomarse todas las estaciones del Metro y exigir que se liberen los torniquetes. No parar hasta que se modifique el valor del pasaje.

Para todo esto se requiere unidad y coraje. Ponernos a trabajar para que cambien las cosas, porque tengamos claro que no lo harán  los comediantes, por muy buenas intenciones que pudieran tener, ni tampoco aquellos que viven haciendo gárgaras con el pueblo, sin preocuparse efectivamente de él.

Por Manuel Ahumada Lillo

Presidente C.G.T. Chile

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