Malas Prácticas Laborales: Un Problema de Salud Mental

Cuesta creer que en Chile los riesgos psicosociales presentes en el trabajo se estén evaluando y abordando recién desde hace poco más de cinco años (esto debido a la implementación de un protocolo Minsal llamado ISTAS 21) ¿Por qué es difícil de creer? Básicamente porque solo en el año 2016, más de 7

Por Wari

04/02/2020

Publicado en

Columnas

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Cuesta creer que en Chile los riesgos psicosociales presentes en el trabajo se estén evaluando y abordando recién desde hace poco más de cinco años (esto debido a la implementación de un protocolo Minsal llamado ISTAS 21) ¿Por qué es difícil de creer? Básicamente porque solo en el año 2016, más de 7.000 personas fueron diagnosticadas con una patología de salud mental originada en su lugar de trabajo. 

Si bien los avances en materia de derechos laborales han mejorado notoriamente con el paso de los años (protección a la maternidad, mayor promoción de derechos y deberes de los trabajadores, entre otros) aún permanece intacto en ciertos niveles jerárquicos el “hábito” de perpetuar el maltrato laboral.

Es posible que, si alguien nos habla de maltrato laboral, vengan a nuestra mente imágenes de un jefe de traje y corbata, gritando en plena oficina a su secretaria, quien, literalmente, se hunde en la humillación de su escritorio.

Pues no. Maltrato laboral es también un compañero de trabajo que se burla del aspecto físico de otro, un colega que critica mal intencionadamente el trabajo de otro, o un jefe que nos aprecia solamente porque aceptamos un montón de horas extra.

En este escenario, tampoco ayuda lo poco solidarios que podemos llegar a ser en el contexto laboral; donde contrario a lo que se puede pensar, no todas las personas logran entablar amistades significativas, que sirvan como contención o vaciamiento en caso de sufrir maltrato laboral.

Esa vaga o nula solidaridad se ve manifestada en las típicas conductas laboralmente condenadas, pero totalmente válidas:

  • Irse a la hora: el “zapatilla de clavo”. Personaje típico y altamente castigado, básicamente por cumplir un horario laboral establecido y aceptado por ambas partes (empleador y trabajador).
  • Cumplir con sus funciones e innovar en ellas: el rechazo, la mala cara al compañero o compañera que cumple con sus funciones e incluso innova o crea en este contexto, se puede interpretar como una manifestación de la envidia profesional. Vendría siendo una de las aristas del clásico “chupamedias”. Ya que para algunas personas es impensado que algún colega o compañero haga tal esfuerzo por mera capacidad o vocación.
  • Necesitar y tomar licencias médicas: que rápidos somos en condenar al compañero o compañera que cuenta con licencias médicas prolongadas. Bien sabido es el mal uso que se le da a este instrumento, sin embargo, no son pocos los casos donde el reposo laboral es total y absolutamente necesario y atingente. Ni hablar si se logra saber que esta licencia es extendida por un psiquiatra…

Adicionalmente, surge una figura que es tristemente cotidiana para muchos trabajadores y trabajadoras. Es la jefatura, que, haciendo uso de un estilo de liderazgo arcaico y de cero aportes a un ambiente laboral sano, mide el buen desempeño de sus colaboradores en función de cuánto sacrificio y, digámoslo, sufrimiento, experimentemos. Total, ese trabajador que se queda hasta tarde, el que tiene el mail configurado en el celular personal para estar disponible 24/7, el que hace mucho más de lo que a su cargo corresponde, ese, tiene la camiseta puesta, ese trabajador cumple con el perfil: tolerancia a la frustración, trabaja bien bajo presión, es de fácil adaptabilidad…

Sumado a todo lo anterior, no podemos dejar fuera la variable de género. Si ser mujeres es complejo en prácticamente todos los escenarios de la vida, el trabajo no es la excepción.

Sabidos son los casos de restricciones a los derechos por protección a la maternidad (caso que incluso afectó a Carabineros hace algunos años) o los relacionados al acoso sexual en el trabajo.

Para abordar esta idiosincrasia, es necesario comprender que los riesgos psicosociales y sus consecuencias no son una queja millennial, sino el resultado de décadas de maltrato solapado, que hoy por fin comienza a graficarse y estudiarse, en miras a soluciones y mejoras.

Con una tarea enorme por delante, en una población con altos niveles de estrés y patologías de salud mental, en el trabajo ‘no‘ nos podemos enfermar…

Por Magda Escobar Haro

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