Movimiento de masas, el mito vivo

Hace a penas dos años Chile eligió a Sebastián Piñera como presidente

Por Mauricio Becerra

13/03/2012

Publicado en

Columnas

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Hace a penas dos años Chile eligió a Sebastián Piñera como presidente. Un representante del modelo económico neoliberal atípico, exitoso, millonario, hiperactivo, simpático, inteligente, y que sobre todo había votado en contra de la continuidad de la dictadura de Pinochet en el plebiscito de 1980, cuando todo su sector, de derecha, lo había hecho a favor de esa continuidad; lo que demostró que entendía rápido algunas cosas, tenia decisión y valentía para ser consecuente, aunque fuera solo. Características que lo llevaron a la cima económica en una sola generación, con audacia temeraria.

Su gran problema era que en las elecciones podía verse manchado por la derecha golpista, colaboracionista con la dictadura, o por quienes por ingenuidad, ignorancia, cobardía o vocación se habían involucrado o confundido con la dictadura. Podía perder la elección debido a que el pueblo no quisiera arriesgarse a la vuelta al poder de la derecha dura. Sin olvidar que la mayoría quiso el golpe de estado, y fueron muchos los que compartían y aceptan hasta hoy sus métodos, incluyendo la violencia política con la tortura y la muerte como es natural en las conflagraciones.

La gente por otro lado imaginaría, durante la campaña electoral, ver trabajando por ellos, a quien había demostrado saber hacer riqueza, y que por lo tanto llegaría ahora esa riqueza, ese poder a las grandes mayorías. Imaginaría al niño prodigio del sistema económico actual poniéndose la camiseta por el pueblo. Que tentación más grande, hacerse millonarios, exitosos, ricos, modernos. Quizás se pensó que lamentable sería perder esa oportunidad cuando se tenía como alternativa, un discurso de izquierda carente de respaldo suficiente, o un progresismo recién dibujándose, y por otro el más de lo mismo de la centro izquierda que llevaba ya veinte años de sencillas ilusiones que se estaban oxidando.

Se esperaba, como predicción política que si salía Piñera, iban a presentarse probablemente dos cosas. Por una parte la oportunidad de una mejor gestión del país, a cargo de autoridades provenientes de grupos poderosos acostumbrados a construir riqueza, a llevar las cosas adelante, a no sacar la vuelta y alcanzar sus propósitos; los ejecutivos por antonomasia iban a sacarle brillo a la productividad. Pero por otra parte, iban a producirse mayores movilizaciones, inestabilidad y demandas sociales; porque durante los primeros gobiernos de la concertación el país quería paz, tranquilidad, recuperarse de las heridas, la violencia, y posteriormente, con los gobiernos de la concertación que siguieron, existió ambivalencia de exigir, temor a desestabilizar, en cierto modo estaban más cerca de la gente que la derecha, quizás hasta por respeto a una “dama”.

Al parecer las dos predicciones se han cumplido, pero no de la misma manera. La supergestión que prometía el gobierno de Piñera en la campaña presidencial, lo de un gobierno de “excelencia”, está en entredicho. Una vez con la guitarra en la mano los expertos en gestión, pasaron evidentes bochornos, ni siquiera supieron instalar las autoridades de gobierno con una nota promedio, y efectivamente se dieron cuenta que la “cuestión pública” no es lo mismo que ser patrón de fundo o mandar en su propia empresa. Tanto así que ellos mismos decidieron sacar la palabrita “excelencia” que los ponía en ridículo y ya provocaba carcajadas, aunque lo hicieron sin modestia, manteniendo una actitud soberbia. Creo que han mostrado algo aquella eficiencia, decisión, capacidad de hacer y trabajolismo que se esperaba: como sucedió en el rescate de los mineros, en algunos aspectos de la reconstrucción después del terremoto de febrero del 2010, quizás algunos aspectos en el marco de las variables económicas.

El segundo pronóstico si se ha cumplido. El oráculo del sentido común fue certero con el despertar de las masas, con las marejadas del pueblo, con el del mítico rió de energía de la gente saliendo a las calles, zamarreando la institucionalidad que no da solución a sus necesidades. Digo a este respecto después de todo la «institucionalidad»: es la detención temporal del movimiento. No queda más que esperar que llegue el momento en que necesariamente sea desbordada. Viendo así el conflicto entre la institucionalidad y el movimiento de las masas, -los estudiantes, el de las represas de Hidroaysen, y el movimiento de reivindicación regional de Aysen- por mucho que haya algún dolor no queda más que parir.

Se eligió un presidente que va por el camino del libre mercado moderno, que nos invita a la productividad, la gestión, con su equipo de estrellas, y ahora ese mismo país se convierte en energía liquida exigiendo lo que le parece, y no respeta el programa de esos campeones que escogieron en las urnas. La gente asertivamente apenas guardo respeto y compostura un año después del desastre del terremoto, y luego cumplió el augurio de que habiendo un gobierno de derecha, iba ha haber mayor movilización social. El gobierno pensó que ese pacifismo del primer año era parte de su control y su éxito en el orden público y seguridad, llegando a decir que la pobre actividad en el día del “joven combatiente” del primer año era reflejo de eso. Sin imaginarse que la ola del tsunami de las masas ya estaba rugiendo detrás del horizonte, más allá de lo que su mirada podía alcanzar, y se aprestaba para írseles enzima: siempre joven, creativa, intuitiva, impredecible, valiente y también estúpida e insensible.

Se ha observado que la psiquis de las personas en funcionamiento grupal, y la conducta social en grupo como en las muchedumbres o masas, es sugestionable e inestable. Las multitudes o masas pueden ahorcar a una persona porque se le acusa de violar a una niña, o apedrear vitrinas por cualquier provocación después de haber declarado participar en una manifestación pacífica, caer en estados de pánico, producir estampidas con heridos y muertos, o realizar hazañas heroicas o beatíficas.

Existe diferencia entre la persona individual y la muchedumbre o masa. La sociedad, es el orden social que componen los miembros de una comunidad al convivir. Cada uno existe como persona individual y como colectivo, el que puede pasar por estados de masa o muchedumbre, sin que la masa o muchedumbre sea el único estado del colectivo, de los grupos, por supuesto. Al formarse una comunidad el nivel de complejidad, y su capacidad para interacciones satisfactorias a las necesidades de sus miembros, que son las personas individuales, son menores. Es decir tiene menor desarrollo el sistema social que el individuo que la compone, y por lo tanto también tiene menos autoridad, lo que es menor poder consciente. En el colectivo existe energía y fuerza pero un menor desarrollo en comparación a la persona individual. La multitud, es un nivel de interacciones elementales, en comparación con las interacciones orgánicas de las personas que la componen, que son unidades biológicamente terminadas. La multitud o masa, es aquella unidad naciente de la relación reciproca e inmediata entre los miembros de un grupo, es lo que sucede en concentraciones de muchas personas en eventos políticos, religiosos, deportivos, festivos. Estado grupal en que hay influencia recíproca, simultánea, intensa, inestable y cambiante entre quienes participan de la muchedumbre.

La multitud o masa, es uno de los estados de vinculación en los que puede encontrarse un grupo de personas de una comunidad. Pero la mayoría de las veces los miembros de una comunidad, no se encuentran vinculados por una influencia reciproca inmediata, como cuando son parte de una masa o multitud. Lo habitual, es que los miembros de una comunidad se vinculen mediatamente, a través de la trama de nexos entre sus identidades, durante las actividades cotidianas, mientras cada persona hace lo suyo en el día a día corriente, según su propia identidad individual y social. Por ejemplo, en una institución pueden estar trabajando cientos o miles de personas en un edificio, sin estar en condición de masa o multitud.

Es de conocimiento general el papel de las multitudes en la dirección de las decisiones políticas. Se convierten en fuerzas vivas, en instrumentos moldeadores y modificadores del orden social. Con poder para desbalancear órdenes sociales en status quo, o para romper los diques en organizaciones impuestas en contra de las necesidades de la comunidad, por autoridades despóticas. El destello electrizante de revoluciones, revueltas, asonadas y explosiones sociales ha iluminado la historia en todas las épocas, y han dado su golpe de cincel a la construcción del orden social, con la acción masiva o multitudinaria, con las “movilizaciones de masas”.

Es tan abundante la experiencia histórica de las acciones de masa o multitudes, que cabría preguntarse si sería posible un cambio importante en un orden social, que no se apoyara en la fuerza arrolladora de las masas, renvalsándose o movilizándose estratégica y tácticamente por autenticas necesidades vitales.

La multitud o masa tiene también un rol corriente en la vida política, religiosa, cultural, en actividades ritualísticas, costumbristas y celebraciones; todos eventos formadores de identidades grupales. Un ejemplo son las concentraciones multitudinarias de las campañas electorales. Las masas o multitudes son artífices en manifestaciones magníficas de carácter humano, fuente de energía y fuerza en hazañas que han dejado huellas de heroísmo o de tragedia.

Sin embargo las masas o las multitudes, expresión simultanea y transitoria del cuerpo social y de las identidades grupales que lo constituyen, tienen limitaciones. Son incapaces de ejercer un amplio repertorio de acciones y actividades indispensables en los órdenes sociales. No pueden emular las conductas sofisticadas de las que son capaces las personas individuales, aunque sean estas, como es obvio, las mismas personas que en algún momento constituyen la masa o multitud con su presencia. Las masas o multitudes, son un estado normal en la convivencia de los grupos y las comunidades, tienen un protagonismo épico en la construcción de todos los órdenes sociales, pero su simple convocatoria es insuficiente para las actividades complejas, versátiles y razonadas de las fases de mayor desarrollo entre los miembros de un grupo.

La necesidad de participación social en masas y multitudes señala el nivel de desarrollo de su orden social: mientras mayor sea el desarrollo menor necesidad de las expresiones espontáneas de la comunidad en masas o multitudes. En buenos estados de desarrollo pueden haber muchos eventos de masa o multitudinarios: deportivos, culturales, rituales, tradicionales en los que la masa o multitud no es el instrumento que toma la iniciativa para responder a una necesidad básica de la existencia, que el orden social no ha satisfecho; en este caso los eventos de masa están perfectamente ubicados y contenidos en un orden social que satisface las demandas de la comunidad, y su existencia como eventos espontáneos o programados fortalece al orden social.

Ahí vienen las masas vecino, la marcha, no sabemos que va a pasar, si saldremos amortajados, o embanderados camino a una nueva aurora ¿Qué hacemos vecino, nos sumamos a la calle o cerramos la ventana?

 

Avelino Jiménez Domínguez

Psiquiatra

 

 

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