Perdón, Muriel

“Sandra querida: Me recuerdo cuando te conocí en la casa del terror, de lo que me diste, me entregaste

Por Wari

02/06/2015

Publicado en

Columnas

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Patricio Araya_XSandra querida: Me recuerdo cuando te conocí en la casa del terror, de lo que me diste, me entregaste. En esos momentos en que una luz era un sueño. O un milagro, sin embargo, fuiste luz en esas tinieblas. Fuimos una en un revés, hoy miles de reveses. Más tarde te veo como entonces como sé que estarás hoy, en algún sitio, siempre mirando al frente… Nos encontraremos a través de la niebla que despejaremos. No me olvides”. Rucia.

Mes: de la desesperanza

Año: de la tortura

El texto pertenece a la carta escrita por Muriel Dockendorff Navarrete –hoy detenida desaparecida– a su amiga Sandra Machuca, el 10 de octubre de 1974, mientras ambas permanecían detenidas en el campamento de Cuatro Álamos. Muriel fue víctima de la Operación Colombo, el más siniestro montaje propagandístico del periodismo servil a la dictadura. Debido a la presión internacional por conocer la suerte de los presos políticos del régimen militar, en julio de 1975 los diarios El Mercurio, La Segunda y La Tercera publicaron dos listas con los nombres de 119 personas detenidas por los organismos de seguridad, dándolas por muertas en  falsos enfrentamientos ocurridos en el extranjero, entre ellas, Muriel Dockendorff Navarrete.

Cuarenta años después de la desaparición de Muriel Dockendorff Navarrete, otra mujer de izquierda, la ex ministra de Salud, Helia Molina, por estos días saca de la manga su último as para quedarse con el escaño vacante del hoy ministro Secretario General de la Presidencia, el PPD Jorge Inzunza, quien representaba al distrito 9 (Illapel) en la Cámara de Diputados.

El partido ha establecido dos requisitos para reemplazar a Insunza en la Cámara Baja: ser militante, y de la región de Coquimbo. Molina cumple el primero, y está convencida que puede satisfacer el segundo. ¿Cómo, si ella reside en Santiago? La pretensión de la doctora Molina es avalada por un grupo de militantes que está pidiendo a la directiva flexibilizar el requisito de residencia, pues, a su juicio, algunos parlamentarios en ejercicio tampoco pertenecen a las zonas que representan (Si otros lo hacen…). Como si esto no fuese una frescura de marca mayor, se señala que la ex ministra de Salud tiene ‘ciertos vínculos’ con la zona, toda vez que una de sus hijas tiene casa en La Serena, sin especificar si se trata de su habitual domicilio, o de su residencia veraniega.

Bueno, en un país donde la credibilidad de los políticos es un bien a la baja, partiendo por la de la propia Presidenta de la República, no debiese extrañar que una militante del oficialismo argumente un vínculo tan rebuscado e irrisorio para llegar al Parlamento. Ello sólo denota la podredumbre de la política, de su crisis terminal; habla de la nula valoración de la soberanía popular, de la ilegitimidad de la representación parlamentaria, en suma, ello le da sentido a esa frase favorita de la sociología criolla: ‘esto es una crisis de representatividad’. Más que eso, la política está en el fondo del pantano, y en ese caos, los aletazos de ahogados se constituyen en el arma mortal de sobrevivencia.

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¿Cómo podrían hoy día convivir en el mismo espacio político Muriel y Helia, siendo una idealista, y la otra avara?, ¿cómo podría una volver a pagar con su vida su militancia comprometida, mientras que la otra milita desde el resquicio conveniente? Cuarenta años han sido suficientes para ponerle precio a las ideologías, a los escaños. Tal vez Molina alguna vez creyó en un Chile justo, pero el dinero la cambió. Ahora ella quiere jubilarse como parlamentaria, haciendo poco y nada desde el asiento tibio de Insunza.

Perdón, Rucia, tu muerte fue en vano; la gente por la que luchaste no ganó más que migajas, solo una cáfila de izquierdistas desideologizados lograron hacerse del gran botín. Con toda seguridad, una vez más, la máquina girardista moverá las piezas para sentar a su doctora en la Cámara, mientras tú, Rucia, sigues siendo una víctima de una guerra que ganaron esas izquierdas acomodadas y siniestras, que se reconciliaron con tus torturadores y asesinos para caminar juntos hacia la riqueza prometida. Perdón, Rucia por la mierda de país, perdón por el esfuerzo desmedido para repetir tu tragedia; perdón por tener aprovechadores como Helia Molina, al cabo, una víctima más de los intereses de su partido, una entidad creada para operar en política.

Por desgracia, querida Muriel, este no es el mes de la desesperanza, de tu desesperanza; ni 2015 es el año de la tortura, de tu tortura; estos son los meses de la frescura institucionalizada, de la desvergüenza y del oportunismo; son los años de la debacle, del paroxismo de la frescura pepedeísta, del desmoronamiento político y moral de izquierda a derecha; son los años, no te quepa duda, que algún día a muchos pesarán como hierro en la niebla espesa, y que ninguno podrá despejar.

Muriel, cómo olvidarte.

Por Patricio Araya G.

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