¿Por qué la gente votará en Chile, en abril?

No hay ahora en Chile un estado de huelga permanente

Por Wari

24/02/2020

Publicado en

Columnas

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No hay ahora en Chile un estado de huelga permanente. El sistema de transporte público de las ciudades chilenas, así como el transporte interurbano, no ha sido colectivizado por sus trabajadorxs y usuarixs. La cantidad de sindicatos, legalizados o no, no ha aumentado significativamente desde octubre del año pasado. Las confederaciones y federaciones sindicales siguen siendo las mismas en manos de los mismos. Las empresas privadas, especialmente las financieras, siguen manejando los hilos del dinero, ninguna ha sido tomada por sus trabajadorxs y puesta al servicio de las comunidades que las sufren. El agua sigue estando en manos privadas y la respuesta comunitaria, quitando la administración de las aguas a esos particulares, sigue siendo escasa, como la misma agua. No ha habido ninguna caravana solidaria que lleve agua a las comunidades en sequía. El conflicto por el agua sigue siendo minimizado. El abandono de las mujeres a los hombres que las dañan y esclavizan sigue siendo marginal.  Las niñas y los niños aún no encuentran respuestas comunitarias de apoyo y contención ante el abuso/abandono/represión. 

Lxs trabajadorxs de la educación no han ocupado los centros de enseñanza y abrigo de manera significativa y los han puesto a disposición de las comunidades a las que debieran servir. El Sename no ha sido dado vuelta por sus trabajadorxs y comunidad sufriente, y sigue siendo la misma miseria institucional de siempre.  Las asambleas territoriales, los cabildos autogestionados siguen siendo complementos de los municipios, que no han sido desplazados por el surgimiento de cientos de miles de asambleas o cabildos barriales que gestionen, coordinadamente, la vida comunal y comunitaria. Los municipios siguen existiendo, se le siguen pagando impuestos y dejando que administren los servicios comunales de un modo neoliberal. Las AFPs siguen existiendo y el robo permanente que hacen aún no es cuestionado. Nadie, ni sus trabajadorxs, ni quienes somos esquilmados por ellas, nos hemos tomado las AFPs para, en los hechos, cambiar el sistema de pensiones por uno basado en respeto a quienes trabajan y en la solidaridad colectiva. 

El fútbol, y los deportes, siguen estando privatizados, y ni los estadios ni los clubes han sido ocupado por las barras e hinchas organizadxs para gestionar una forma más social de vivir el deporte. Las televisiones y medios masivos de comunicación no han sido tomados por sus trabajadorxs ni gestionados de forma cooperativa para beneficio informativo de las comunidades a las que explotan y distraen hasta hoy. Las viviendas siguen siendo construidas desde un enfoque comercial y clasista, sin intervención de las comunidades que las vivirán ni lxs trabajadorxs que las levantan. La cantidad de desertores de las fuerzas armadas y de los pacos y ratis es mínima, y las declaraciones de objeción de conciencia para no ser parte de la represión son pocas, aunque heroicas. No se ha boicoteado al festival militarista de la represión llamado Fidae. No hay insumisión, de manera relevante. 

El que todas esas cosas no pasen, o pasen de manera irrelevante, poco significativa, es la explicación de por qué la gente irá a votar, y con ganas, en el plebiscito constitucional de abril. Porque los hechos, los hechos rebeldes y revolucionarios no son, todavía, lo relevantes y significativos que debieran ser. Irán a votar en abril porque la situación, los hechos, no solo no le han quitado relevancia, sino que se la dan, cada vez más.

Y no es que no se haya logrado nada desde octubre, como algunos que en el fondo odian las luchas populares autogestionadas dicen. Se ha logrado mucho, tanto que podemos hablar de lo que no se ha hecho. Tanto han hecho los pueblos y comunidades sometidas al Estado chileno, que el sistema sigue refugiándose en los tres únicos lugares que les quedan: el parlamento, cada vez más deslegitimado; la represión, cada vez más descarada en dejar claro que solo sirve para sostener la desigualdad; y las finanzas, cada vez más comprometidas en el camino a la bancarrota por su insistencia en sostener el régimen del daño en Chile. 

Tanto ha logrado la revuelta social en Chile que la situación puede ser aún más revolucionaria si se pone empeño en ello. No es poco. Todas las líneas que hacen a esto merecen un monumento por haber llevado las cosas hasta este punto.

Este punto que permite que la gente asuma que votar en el plebiscito es algo que es relevante hacer, para darle una paliza electoral a la derecha traidora y reaccionaria. Traidora porque ellos firmaron un acuerdo para aprobar una nueva constitución y ahora llaman los muy sin palabra a rechazarla. Y reaccionarios porque como siempre solo responden, negativamente, a las demandas de igualdad y respeto que los pueblos y comunidades en Chile.

Quienes les parezca que votar en el plebiscito de abril es hacer muy poco, debieran aprovechar el momento e ir a los locales de votación que todo esto ha llegado a este punto por la gente movilizada y haciendo acción directa en las calles, incluso ese plebiscito indeseado por la derecha pinochetista, terrorista y torturadora. Ir a ese plebiscito y hablar con la gente para hacer memoria colectiva de cómo se llegó a este punto y cómo la derecha retrógrada querrá seguir impidiendo avanzar del mismo modo golpista de siempre: matándonos, violándonos, cegándonos, encarcelándonos.

Quizás de ese modo, mediante esas conversaciones, las cosas que faltan para hacer irrelevante el plebiscito empiecen a hacerse para hacer irrelevante una convención constitucional en un palacio y hacer viable y urgente miles de asambleas constituyentes en los territorios y comunidades, sin represores presentes ni sus financiadores.

Por Pelao Carvallo

23 de febrero de 2020

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