Quintero, el Balneario de la Decadencia

"El Papagayo" es un maloliente malecón, que ni siquiera alcanza a ser playa (porque no tiene arena). Con peligrosas bajadas, miradores sucios y un ex-casino que antiguamente fue centro recreativo, hoy convertido en un paradisíaco conventillo

Por Ciudadano

06/04/2022

Publicado en

Chile / Columnas / Medio Ambiente

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Sí y aunque a muchos les moleste, Quintero está en decadencia. El ahora mal ponderado Primer Balneario de Chile, difícilmente volverá a ser lo que era. Y suena bien irónico, de aún sentirnos orgullosos por nuestras playas, mientras que por nuestra culpa han dejado de retribuirnos (y hace mucho tiempo). A pesar de esto, damos por iniciado el tour:

—»El Papagayo» es un maloliente malecón, que ni siquiera alcanza a ser playa (porque no tiene arena). Con peligrosas bajadas, miradores sucios y un ex-casino que antiguamente fue centro recreativo, hoy convertido en un paradisíaco conventillo. Tengan cuidado al caminar.

—La playa adjunta es «La Tortuga», que se salva en parte, por la intervención de particulares. 

—No así la llamada «Giligan» (para unos) o playa «La Virgen» (para otros) que se encuentra más allá. Que cómo sea su nombre, no escapa de ser atravesada por este tubo negro (apunto), que a ras de arena y a vista de todos, extrae el agua del mar para usufructo privado. Entre los árboles que ahí existen, florecen los papeles, condones, latas y vidrios. Ideal para hacer menos el amor, sino más bien para descargarse de lo otro. 

(Interrumpen)

—Perdón, necesito ir al baño ¿Puedo hacer acá?

—Por supuesto estimado, si este es nuestro baño playero. Hága con tranquilidad.

Prosigo.

—Más allá se ubica la playa «El Libro», que como dice su nombre, nos recibe con estas dos piedras mal pintadas que asimila ser un libro. Un mal libro que por cierto sólo enseña basura ¿La ven? Me preocupa que no haya limite para acercarse a estas piedras ¿Y por qué lo digo? Sí, usted que es quinterano debe saber ¿Se ha dado cuenta que las piedras cada vez se ven más acostadas? Prevención es la palabra, ya que en un futuro (y no lo deseo) estas pueden caer sobre quien se halle debajo. Jajaja pero a quien carajo le importa, si permitieron que un vecino contribuyente hiciera su bajada personal, derrumbando media ladera, extirpando quiscos, chaguales, poquil, docas y una cantidad indeterminada de especies. De catastro y sanciones, pues ¿Qué creen?

—Y saltamos hacia la playa «Las Cañitas», que está amenazada por un nuevo y flamante proyecto inmobiliario. Así es, un gran edificio se situará sobre esta…

—Perdón (Interrumpen) ¿Cuándo empezarán a vender los deptos? 

—Paciencia, yo le avisaré cuando.

—…Sigo. Para qué hablar de los colihues, que le da el nombre a la playa y que ahí están bordeándola. Lleno de basura, hasta de hogar lo utilizan ¿Se dan cuenta que si desaparecen estas «cañitas» ya no tendrá sentido el nombre que la representa? 

—Jajaja dejen de confundirse amigos, muchos me han preguntado. No, no es Ibiza, es un descolorido edificio que está en «La Caleta Papagayo». 

—Y no quiero terminar el tour por este lado, sin visitar nuestro gran atractivo: El Castillo de Sanfuentes. Que está lleno de vidrio, colillas y copete. Donde se hacen carretes, derrapes y es normal que la gente extraiga las piedras de la estructura. No existe plan, ni cuidado, ni estrategia; menos declaratoria. Un castillo que fácilmente podría ser Monumento Histórico, totalmente en el olvido. 

—¿Se quiere llevar una piedra de recuerdo? Pues saque no más.

Terminado el primer recorrido, nos subimos al furgón para dirigirnos directamente al borde costero de la bahía:

—Por fin, sean bienvenidos a nuestro gran borde costero. Iniciamos acá, en la playa «El Durazno», que ni duraznos tiene. Donde el mugrerío es común y el mal gusto de la decoración es nuestro sello. Su acceso por Avenida Francia es una cloaca y la playa, hermosa, no parece merecer esta falta de respeto. 

—Seguimos caminando hasta «Los Molinos», donde la verán siempre teñida de negro por el carbón que se vara y la Waikiki, antigua disco que está muy lejos de lo que fue. 

—¿Es peligroso bañarse acá? (preguntan).

—¿Qué cree usted? Guiño, guiño (respondo).

—Ahora estamos en «El Caleuche», que tiene un tema. Una hermosa playa que se transformó en un mal vistoso paseo. Con horribles terrazas, incompletos restaurantes y un edificio sin belleza arquitectónica: ¡Gracias por matar la playa! 

De repente una niña a todo pulmón se queja: 

—¡Papá, me prometiste Algarrobo, no esto!

—Lo siento hija, pensé que Quintero era más bonito. Nunca más volveremos…

…Hice como que no escuche’.

—Seguimos hacia «Las Conchitas», que no sé si llamarla «Los Neumáticos», porque en esta abundan. Y miren ese torreón, cada vez más destruido ¡Una belleza!

—No nos detendremos en «Los Enamorados», que en parte sale airoso, aunque no estaría nada de mal limpiar sus laderas y hacer una bajada como la gente.

—Terminando el tour, nos encontramos en el «Water del Pirata», una verdadera joya ¿Valió la pena tanto paseo y minutos caminados para esto? Pues no. 

Ahora ¡Páguenme! 

—Igualmente sean bienvenidos a Quintero, el Balneario de la Decadencia

Autor: Robinson Alfredo Pinto Sepúlveda

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