Somos hackers del futuro, dice la metáfora

Si salimos del terreno minado de las promesas electorales oportunistas del bacheletismo, las declaraciones de guerra entre la concertación y el oficialismo se enmarcan en el ritual político de toda campaña tradicional, esto es:  un máximo de rivalidad y un mínimo de divergencias políticas de fondo

Por Director

25/04/2013

Publicado en

Columnas

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Si salimos del terreno minado de las promesas electorales oportunistas del bacheletismo, las declaraciones de guerra entre la concertación y el oficialismo se enmarcan en el ritual político de toda campaña tradicional, esto es:  un máximo de rivalidad y un mínimo de divergencias políticas de fondo.

Son actores de su propio sistema. Libres de moverse y “matarse” simbólicamente en él, pero sin romper con la órbita prefigurada. Por lo mismo, no ganan adeptos a una causa que no tienen, ni generan confianzas en los sectores de vanguardia social. No convencen con sus posturas sino que en el actual estado de cosas reconfortan elementos del marco de creencias que ya se formó en la ciudadanía: el de que hacen espectáculo para la galería y son insumo para el periodismo banal; materia de disquisiciones bizantinas para columnistas en pana de ideas.

Cuando el embrujo se rompe y la dramaturgia se repite, los discursos tienen mucho de ordinario y caen fácilmente en el ridículo. Eso que llaman el carisma weberiano puede desvanecerse y, al suceder, va quedando una trama previsible para el ciudadano-espectador inteligente. Es el momento en que la palabra política oficial, con sus agresiones verbales, ya no vende la pomada y la encuestología suplanta el debate de propuestas.

De ahí las sabias máximas populares: “No hay que llamarse a engaño ni pasarse rollos con ellos”. Y las otras tan sugestivas: “se cuidan solos” y “ya no calientan a nadie”.

No obstante, cada conglomerado del duopolio persistirá en construir su micro relato para alimentar su propia teatrología, pero teniendo como telón de fondo el metarelato estructurante del capitalismo en su fase neoliberal, que han profundamente interiorizado. Con sus instituciones que delimitan lo que llaman “la política como posible”.

La Concertación llamará nuevamente al sobreexpuesto sociólogo-empresario, Eugenio Tironi, para que les dé una manito en la comunicación política y la derecha a Hernán Larraín Matte para que les repita las exitosas campañas de marketing político pasadas. Continuarán los enroques ministeriales y los prohombres de la Concertación y las féminas de la alianza, de la misma familia militar que la candidata, seguirán lanzándose diatribas tras vituperios por sobre la cabeza; los periodistas seguirán entrevistando a los mismos de hace cuatro lustros y un rector opinólogo mercurial con ínfulas habermasianas seguirá invocando las fuerzas “modernizadoras del capitalismo” (¿depredadoras querrá decir?) y defendiendo la universidad-empresa. Tiene tribuna de sobra y “spins doctors” ingenuos.

El drama funciona a todo vapor. Incluso hay lágrimas y lloronas para las cámaras sedientas de emociones humanas. Beyer acongojado afirmó que irá vivir su ostracismo binominal encerrado en una biblioteca de alguna universidad norteamericana, cual un monje postmoderno a rumiar su propio recetario chicaguiano.

En la base económica todo permanece, salvo la contingencia del precio del cobre que baja, hasta que su sustituto salga de los laboratorios y lo reemplace. ¿En diez años? Y ahí se murió la vaca holandesa. El capitalismo neoliberal chileno y sus empresarios son miopes. Las AFP siguen ganando; la economía se “recalienta” y lo signos de burbuja inmobiliaria ya están donde comenzó la crisis de las subprimes y la española de los promotores inmobiliarios.

El dispositivo de educación neoliberal seguirá segregando o reconstruyendo la desigualdad social. A menos que la dirigencia estudiantil actual decida preparar la ofensiva sumando apoyos y no se distraiga con el cálculo de los futuros cupos electorales.

Lo más interesante. El acontecimiento vital. El pueblo se agita y se reconoce en otro relato que aumenta en intensidad. Es la voluntad de reapropiarse de sus asuntos colectivos. Se recupera la palabra (se las pone a salvo diría Walter Benjamin) y se levantan propuestas. En Talcahuano se prepara un 1ro. de mayo diferente, leemos:

 

“El Movimiento Sindical por la Seguridad Social y la Previsión, autónomo e independiente,  convoca a un acto del 1° de Mayo en Talcahuano, de acuerdo a sus reivindicaciones: Por un Sistema de Reparto Solidario, financiado por el trabajador, empleador y el Estado: construido en dos pilares: Un Pilar Universal, financiado por el Estado en consideración de su responsabilidad  en el daño Previsional provocado, como resultado de la creación y mantenimiento de las AFP. Un Pilar Contributivo, financiado por las cotizaciones de trabajadores y empleadores.”

¿Cómo que no hay propuestas? Las hay, pero éstas no se juegan en una idílica esfera pública con argumentación racional —porque la llamada esfera del debate público está capturada por los medios dominantes, los think tanks y los inefables “expertos”— ni en los acuerdos amplios y consensuados del duopolio, sino en la dura realidad de las correlaciones de fuerzas entre las clases sociales. En la construcción de una fuerza social que  abra perspectivas de futuro; en la calle, las aulas, las marchas, es decir, en la lucha socio-política, los territorios sociales, los lugares de trabajo y en los nuevos espacios políticos de la acción colectiva emergente.

Casi imperceptiblemente se rompió la episteme dominante. Es decir, el marco histórico productor de sentido. Hay otro donde el misterio de la política y la realidad del poder son repuestos a la orden del día. Nos reinsertamos en la mítica Latinoamérica con su rica simbología revolucionaria y sus revueltas imprevisibles. Se nos cita en Europa en crisis.

Eso sí, los soñadores-pragmáticos del Viejo Continente la piensan y la hacen metáfora: “Somos hackers del futuro” exclama en su discurso un diputado de la izquierda anticapitalista catalana al Parlement de Catalunya a fines del 2012. ¿Qué significa pregunta el periodista? David Fernández responde: “Nosotros queremos apelar con esto a la capacidad de ensanchar la realidad, subvertir lo establecido y, sobre todo del placer de hacerlo colectivamente. Sí, se trata, se trata de estar a la izquierda de lo posible, de romper sus límites y atravesar los muros de lo que parece imposible.”

Por Leopoldo Lavín Mujica

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