Todo habla del dolor por el asesinato de las dos niñas en Yby Yaú

Reflexiones desde la Comunicación para el desarrollo El asesinato de las dos niñas en Yby Yaú, por parte de agentes estatales, parte como una operación comunicacional armada, levantada como una cortina de humo para tapar el desastre pandémico y de paso, seguir justificando la existencia de la FTC (Fuerza de Tarea Conjunta, integrada por elementos […]

Por Wari

10/09/2020

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Columnas

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Reflexiones desde la Comunicación para el desarrollo

El asesinato de las dos niñas en Yby Yaú, por parte de agentes estatales, parte como una operación comunicacional armada, levantada como una cortina de humo para tapar el desastre pandémico y de paso, seguir justificando la existencia de la FTC (Fuerza de Tarea Conjunta, integrada por elementos de las fuerzas armadas, policía y antidrogas). La cortina de humo resultó un desastre, un horrible crimen, el hecho más horroroso que ha vivido Paraguay desde la caída de Stroessner es este asesinato de las dos niñas de 11 años en Yby Yaú. Es tan terrible, tan horrendo, que no es algo que se vaya a encaminar pronto. El horror del crimen reside en que sus víctimas son niñas y que sus perpetradores son agentes estatales que están siendo protegidos, cuidados, escondidos por todo el aparato del Estado colorado. No superaremos esto rápidamente porque es un hecho que nos conmocionó tajantemente, tanto a quienes tratan de justificar lo injustificable como a quienes tienen el corazón en llanto por lo nefando del hecho.

La operación en Yby Yau tenía pór objetivo desviar la atención de la masacre Covid en Paraguay. Mataron a dos niñas porque en la cultura colorada las mujeres, niñas, adolescentes o adultas, son desechables. Eso es lo que pasó en Yby Yaú pero fue tal el desastre por el asesinato de dos niñas a manos de la FTC que todo el gobierno tuvo que salir a defender, ocultar y mentir respecto al crimen, desde Villamayor hasta el cuidacoches del ministerio de la niñez. Mintieron, mienten, mienten mal y siguen mintiendo.

El sábado 5 de septiembre un grupo de personas autoconvocadas se manifestó, de luto, por verdad y justicia para el asesinato de las dos niñas. Esa tarde, al concluir la manifestación la prensa informa que el forense Lemir admite que la edad de las niñas era de once años. Si no es por la presión que se hizo en redes, en prensa, derechos humanos, diplomática y hoy, en la calle, en el Panteón, por gente que superó el miedo, el impresentable de Lemir no hubiese recibido la orden de admitir que las niñas asesinadas, eran niñas, de once años.

Los pueblos expresan de forma rápida, clara y fuerte simbólicamente sus dolores y sus miedos, del modo y lugar que pueden. Miren como la ciudad se llenó de coronas de flores a propósito de las dos niñas ejecutadas extrajudicialmente. Y aunque digan que no, que es por otra cosa, o por todo lo contrario, todas esas coronas de flores que inundan Asunción son por dos niñas, asesinadas por el Estado colorado.

El asesinato de las dos niñas por el Estado colorado destapó un montón de rabia, tristeza, miedo, en fin, emociones contenidas, más aún con esta pandemia, y la gente está soltando todo eso del modo que puede, principalmente hablando (incluso por redes sociales), de hecho la manifestación de las chicas en el Panteón fue expresión de eso y permitió que el hablar se siguiera desatando y no como dicen los comunicólogos «que se desviara el tema».

Ese crimen es tan espantoso que no hay forma de salir de él, más que cuando dé todo de sí. Las coronas fúnebres, todo, todo habla de ellas. Y ahora mismo hay que dejarse llevar. Por suerte lo del juicio contra Aurora le ha permitido a mucha gente dejarse llevar, manifestarse, expresarse.

Por ello no nos quedemos en una comunicación estática, simplona, binaria. La gente habla, de las cosas terribles, sin mencionar las cosas terribles. En EEUU, por ejemplo, no dicen «se murió» dicen «se fue». Cuando en estos días hablaban de banderas, cuando ponían coronas, cuando «desviaban el tema» estaban hablando de lo que no se puede decir, unos defendiendo el crimen, otros condenando el crimen y otras sufriendo por las niñas. Es por ello que todos los simbolismos llevan a las muertes de las niñas y hablan de ella: las coronas fúnebres, la «bandera» ennegrecida de humo y ceniza, el mismo «Panteón». Ese gesto de las chicas, la manifestación y el pendón chamuscado forzó a que todo el mundo saliera del silencio y hablara metafórica y simbólicamente –y al mismo tiempo-  directamente, del asesinato de Yby Yaú. En ese hablar se dieron al menos tres posiciones: la representada por quienes aplaudieron que se quemase el pendón y que dice «no vale la pena una sociedad que asesina niñas y avala el asesinato, hay que romper con esto y empezar algo nuevo, libre de la herencia de crímenes»; una segunda posición es la de quienes dicen «no es la forma» y que viene a representar un «es terrible, pero no vamos a destruir esta sociedad, solo vamos a arreglar una cosita acá y allá, porque queremos dirigirla nosotros, que somos mejores personas» y una tercera que detrás de «el panteón no se toca» viene a decir «somos los dueños, asesinamos y no se nos puede criticar ni tocar este cerco de coronas es para protegernos a nosotros de los efectos de nuestros propios crímenes».

Por Pelao Carvallo

9 de septiembre de 2020

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