Un censo chapucero y la prensa

Terminaba una comida familiar y tuve la mala idea de decir: “Yo no cuento para Chile: no me censaron”

Por Wari

22/08/2012

Publicado en

Columnas

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Terminaba una comida familiar y tuve la mala idea de decir: “Yo no cuento para Chile: no me censaron”. Entonces ocurrió la debacle porque dos de mis hermanos replicaron que a ellos tampoco. Uno agregó: “A la mitad de mi edificio (de 10 pisos) tampoco los censaron”. Y el otro: “En mi edificio (de cuatro pisos) no censaron a nadie”. Yo informé que a un tercio de mi cuadra tampoco los habían censado.

El 25 de enero el ministro de Economía, Pablo Longueira, anunció el Censo 2012 e informó que se haría entre los días 9 de abril y 30 de junio y demorarse tres meses en censar a los chilenos era, dijo textual, “un hecho histórico de este gobierno”, no como antes que se hacía en un sólo día.

Muchos nos interrogamos por qué era un “hecho histórico” demorarse tres meses en algo que antes se hacía muy bien en un día, pero él arguyó que había otra diferencia: ahora se les pagaría a los censistas, no como antes que era una labor ciudadana voluntaria. La tarea esta vez sería “profesional”. Algunos nos volvimos a interrogar: ¿por qué es “histórico” que el Estado deba pagar por algo que se hacía como un aporte republicano de los ciudadanos?

Se llegó al primer plazo fatal, el 30 de junio, y el Censo estaba inconcluso, pues se llevaba a cabo con muchos problemas porque el mismo Longueira anunció que extenderían el plazo hasta al 31 de julio. Ya se sabía de anomalías con los encuestadores, algunos de ellos incluso estaban en huelga, y se supo que había regiones donde casi no se había censado a la gente. Supuse que con la extensión del plazo, ya un signo de que el “hecho histórico” sólo podía serlo por su fracaso, se aparecería algún censista por mi casa.

Pero terminó julio y nunca pasó nadie, ni menos hubo alguna notificación de que pasarían. Cuatro chilenos menos para Chile. Comenté la gravedad del hecho (“histórico”) a una persona que trabaja conmigo que vive en otra comuna de Santiago y, para mi asombro, confesó que tampoco lo habían censado, ni a ninguna casa cercana en su barrio… aunque a algunas les habían puesto el sello de “Censada”. Así, en los primeros tres días de agosto me dediqué a preguntar a mi entorno y, luego de consultar a unas 50 personas, la sorpresiva conclusión era que de cuatro casas a una no la habían censado: es decir, ese 25% no contaba para el Estado. Antes leí varias notas de prensa donde otras personas notificaban igual desgracia. Alguna contaba que había llamado por teléfono para advertir el olvido y que habían aprovechado para encuestarlo por teléfono. Otra que le habían tirado las preguntas debajo de la puerta. Todo, como se ve, muy “profesional”.

Habida cuenta de que sólo se hace un Censo nacional cada 10 años, que esta información es la única válida para cuantificar aspectos básicos del país y que con el procesamiento de ella se decidirán las políticas públicas y los índices estadísticos del país, auguré un escándalo mayor. ¿Y qué tal si este Censo chapucero concluye que hay menos población que la que había en el año 2002? ¿Y qué tal si, ante la evidencia de la hoja en blanco de un número importante de familias no censadas, la información fuera llenada por encuestadores chapuceros con datos falsos? ¿Y qué tal si, dado lo anterior, el margen de error creciera tanto que haga el Censo estadísticamente inválido?

Imaginé grandes titulares de prensa, denuncias de parlamentarios, concejales y alcaldes ante tamaña irresponsabilidad del Gobierno en cumplir con su deber. Pero no ocurrió nada. ¿Sería una confabulación sólo en contra de mi entorno directo? Ante eso, les pedí a amigos que consultaran a sus respectivos entornos y el resultado fue parecido. Uno de cada cinco de los nuevos consultados no había sido censado: el 20%.

Todo lo que narro no es particularmente “científico”, pero la pequeña muestra valida la sospecha de un Censo chapucero. Y no conozco a nadie de mi entorno que no haya sido censado para el Censo de 2002, que se hizo ocupando tan sólo un día y con voluntarios.

¿Cómo arreglarán este entuerto?, pensé. ¿El fracaso de este Censo obligará a realizar uno nuevo ante la evidencia de que los números no cuadran?

Pero mi duda se transformó en algo peor cuando el domingo 3 de agosto Televisión Nacional informaba que “el Censo 2012 logra cobertura ‘histórica’ de viviendas a nivel nacional y llega a 98,34%”, lo que fue reproducido al día siguiente en los diarios, sin señalar lo ocurrido con los no encuestados, sino sólo los dichos del ministro Longueira, quien agregó que se trataba de un Censo “sin precedentes en la historia de Chile”.

Lo irritante no solo eran las palabras del ministro, sino cómo informó la prensa, más aún cuando cinco de las personas “encuestadas” por mí que no fueron censadas son periodistas y dos de ellas precisamente de TVN.

Longueira además informó que entre octubre y diciembre se llevaría a cabo “una encuesta post censal, para evaluar su cobertura y verificar los principales datos recogidos en el levantamiento”. Algo absolutamente anómalo que, no me cabe duda, fue el mecanismo elegido para tratar de arreglar el escándalo de no haber censado a un importante número de población.

Obviamente, no creo en la cifra de censados que entregó Longueira y con esto perdí mi confianza en las cifras que entregue este gobierno sobre cualquier ámbito del país. Sin embargo, lo más escandaloso es la complicidad de la prensa acerca de algo falso sabiendo que lo es.

Por Marcelo Mendoza

Periodista y doctor (c) en Sociología. Autor del libro «Todos Confesos».

16 de agosto de 2012

Publicado originalmente en El Mostrador

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