Un pony de bakelita

Debe haber corrido por ahí por el año ‘37 del siglo XX y en un parque de San Fernando, provincia de Buenos Aires, una mujer pasea un niño de dos años

Por Wari

27/05/2012

Publicado en

Columnas

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Debe haber corrido por ahí por el año ‘37 del siglo XX y en un parque de San Fernando, provincia de Buenos Aires, una mujer pasea un niño de dos años. Encuentran un prendedor de bakelita -esa extraña forma de la materia tenue y siempre próxima a romperse-, lo recogen. Es un pony. Es un prendedor de bakelita que representa un pony. El niño pide el prendedor. La mujer se lo pone. Ni ella ni el niño saben que ese acto es un bautizo.

A principio de la década de los ochenta llegó a Londres, por invitación de un grupo de jóvenes chilenos que organizábamos un Festival Víctor Jara, Osvaldo “Gitano” Rodríguez. Recuerdo que luego del Festival hubo un carrete en la casa de una amiga común con Gitano, la Fernanda Contreras. Apenas pude hablarle a Gitano lo primero que hice fue manifestarle mi admiración por su canción “Décadas”. No es mía -respondió el Gitano- es de Pony Micharvegas ¿Quién será él? -pensé.

No recuerdo exactamente donde escuché la canción “Décadas” por primera vez. Tal vez en la celda 210 de la vieja cárcel de Valparaíso, donde estábamos presos, quizás la cantaba Tito Tricot, quien se sabía todo el repertorio de Gitano Rodríguez. O en la casa de su prima, la encantadora Silvia Toro-Moreno, en el apacible barrio de Selly Oak, en Birmingham, donde ella las oficiaba de “au-pair”, como decían los ingleses, una suerte de niñera elegante. No logro dar con el momento y el lugar donde y cuando escuché por primera vez esa canción. Pero sí reconozco que quedé encerrado en ella para siempre.

Un día de marzo pasado, el poeta Miguel Vicuña me llama para decir que, cuarenta años después, el poeta Pony Micharvegas vuelve a Chile. La reunión es en la ex – Fundición Libertad, hoy Universidad Arcis. Es fundamentalmente una reunión de poetas y trovadores. Parece que la Universidad existe paralelamente a este encuentro entre un brujo y sus hechizados. Toda la actividad parece ser una escena de Harry Potter. Yo no logro dar con la sala y paso de baño en pasillo en baño, ando perdido como Harry Potter buscando el andén exacto en la estación de Paddington. En eso me ve Leo Rojas, y me muestra el lugar donde mágicamente estoy de pronto entre poetas, trovadores, pintores, seres anómalos todos/as, es decir, en una palabra: artistas.

Somos pocas personas, y todos/as estamos mostrando canciones y poemas a este brujo mayor quien nos abraza y besa y fotografía y cuenta anécdotas divertidísimas, y canta y suspira y grita “El editor compungido, dice: / “La poesía no se vende…” / Y el poeta orgulloso, replica: / “No, no se vende”.

Vio a Raúl Zurita y a Juan Luis Martínez antes que nadie y junto a otros poetas los antologó en “Nueva Poesía Joven de Chile” (Ediciones Noé, Buenos Aires, Noviembre 1972.). Médico sicoanalista, compositor, poeta, dibujante, pintor. Pude abrazarlo y cantar junto a él a capella y con una copa de vino en la mano “Décadas”, la canción que me dejó encerrado en ella. Una canción total, como “Los Pasajeros”, de Julio Zegers; o “El Caminero Mendoza”, de Tito Fernández. Una canción que dice más o menos así: “En la década del cuarenta la gente contenta quería vivir / se moría en los frentes de guerra, en Tokio y en Londres, en Roma y Berlín / Se abrazaban hombres y mujeres, subidos a trenes se decían adiós / Se miraron los ojos un rato, buscaron razones y nadie entendió / Todo pasa, todo pasa / Todo pasa, menos el amor. / En la década del cincuenta, Hollywood sangrienta lanzó a Marilyn / En las cuevas la Greco cantaba / y se coreaban baladas sin fin / Se abrazaban hombres y mujeres de palos a barcos se decían adiós / se miraron las manos un rato, se escribieron cartas y nadie entendió / Todo pasa menos el amor / Y en la década del sesenta el Jazz agoniza, crece la TV / florecieron hippies, rocanroles / guerrillas, traidores, el Viet-nam y Suez / Se abrazaban hombres y mujeres, desde los aviones se decían adiós / Contemplaron el cielo un buen rato, se telegrafiaron y nadie entendió / Todo pasa menos el amor / En la década del cuarenta la bomba secreta al eje quebró / En mi tierra se alzaban los puentes, se cruzaba a nado la revolución / Se alentaban hombres y mujeres, desde los camiones pedían acción / Se mostraron las manos vacías, los grandes carteles les dictaban NO / Todo pasa menos el amor / Y en la década del 50 una curva hambrienta se tragó a James Dean / En mi tierra perdía potencia la breve violencia / Se alentaban hombres y mujeres desde los estadios pedían acción / Se mostraron las manos vacías / La red de emisoras les dictaban NO / Todo pasa menos el amor / Y en la década del sesenta la Cuba se oye, la Luna se oyó / En el puerto se ajustan los nudos de la larga soga de la represión / Y se alientan hombres y mujeres / sentados en sillas piensan en la acción / Y se muestran las manos vacías quédense les dicta la televisión / Todo pasa menos el amor / No se dejen, no se dejen, no se dejen reventar.

Nunca pensó su destino el pony de bakelita. Sólo lo vivió, lo gozó, lo cantó, lo dibujó, lo bailó, lo pintó y lo sicoanalizó, para delicia de sus hechizados y hechizadas. Gracias Miguel Vicuña por traer a Pony a esta pobre tierra tan necesitada de héroes. Gracias por avisarnos.

Por Mauricio Redolés

El Ciudadano Nº124, primera quincena mayo 2012

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