¿Es posible eliminar la violencia de las marchas estudiantiles en Chile ahora? La violencia contra carabineros, las piedras y cierto grado de vandalismo existieron antes de la dictadura, durante ella a penas se pudo protestar y se mantienen hasta ahora. Durante el gobierno de facto todo lo que fuera del Estado era objeto de resistencia para la izquierda y luego también para el centro cuando se dieron cuenta que los militares como gobierno no eran demócratas imponiendo el orden como algunos dieron a entender.
Pudo pensarse que una vez vuelto a la democracia formalmente en 1990 la violencia de las movilizaciones tendría que terminar, que las masas aprenderían a usar tranquilamente las calles. No fue así. Y los gobiernos de centro izquierda ronronearon ambiguos con la represión y no se atrevieron a poner una mano fuerte o no pudieron, quizás traumatizados por que la represión fue su peor pesadilla durante años terrible.
Era esperable que un gobierno de derecha como el de Piñera produjera más movilizaciones como efectivamente ha sido. Sin embargo no se ha puesto muy violento. Tampoco tiene todas las herramientas, pero por otro lado les pena la sombra del Terrorismo de Estado detrás de cuya foto aparecieron haciéndose los lesos, o como lesos realmente; no iban a querer aparecer de nuevo en algo cercano a mancharse con atrocidades otra vez y a la primera.
El asunto es que en 2001 y 2012 las marchas han sido enormes. Causes contundentes de ciudadanos fluyen por las calles reclamando cambios sociales convocados a movilizaciones pacíficas por los dirigentes; estudiantiles principalmente. Y así sucede, la inmensa mayoría de los asistentes son pacíficos, creativos muchos, y perseverantes. Pero inevitablemente llega un momento en que aparece la violencia, los encapuchados, las piedras, los saqueos a los bancos, el comercio de todos los portes, el asalto a los edificios, a vehículos, la destrucción de bienes y servicios públicos, y muchas formas de violencia, incluyendo el enfrentamiento con carabineros que de cuando en cuando muestran sus propios vándalos o psicópatas en acción.
Los estudiantes dicen sin mayor entusiasmo que convocan a movilizaciones pacíficas, en respuesta a los majaderos que no les creen y quieren que se conviertan también en encargados del orden público o que no llamen a movilizaciones si no son capaces de controlar a la gente: a los vándalos, a los delincuentes dicen algunos de lengua fácil.
Los dirigentes llaman a una manifestación tranquila, pero no son dueños de la gente, las multitudes que salen a la calle la componen diversas sensibilidades, interpretaciones, y conductas políticas. Si los dirigentes que han acertado a la formula de la convocatoria se pusieran intransigentes y autoritarios tendría que ir en contra de las fuerza que han creado y constituye su poder, debilitarían, fragmentarían, y polarizarían el movimiento, convirtiéndose ellos en los represores de quienes van contra el sistema con mayor valentía incluso, -mezclada con basura-.
A la protesta estudiantil le suma que existan desmanes, y también le suma el temor del vandalismo, el abuso de las masas insurrectas y lumpen que lleva la ola, porque le da vida visibilidad, inquieta a la comunidad y genera energía a la causa, quizás en mayor contundencia que una hermosa marcha pacífica y tranquila en la que los medios de comunicación tendrían poco que comer, excepto comentarios rosas y de buena criaza que serían las coronas y los pétalos de flores que podrían enterrar al movimiento en corta vida.
Los protagonistas de la violencia tienen la posibilidad de provenir de delincuentes que se aprovechan, de grupos jóvenes sin clara conciencia política de lo que hacen, de sectores radicalizados de origen popular que viven en el otro mundo que no aparece en las variable macroeconómicas que tantos aplausos le dan a Chile. Ya sean razones económico sociales, culturales, ideológicas o biológicas de personalidad, temperamento o inteligencia las vertientes de estos síntomas son variadas.
Si se quiere intervenir con miras a cambiar mediante la sanción estas conductas habría aspectos que nombrar. Por ejemplo que todos puedan ser imputados de delitos no importa que edad tengan, preocupándose que las sanciones sean condiciones criteriosas para cambiar conductas indeseables de acuerdo al grado de madurez y edad de cada cual por supuesto. Los aparatos de seguridad y de orden deben focalizar, y reconocer a quienes realizan desordenes a través de los medios tecnológicos audiovisuales que existen en la actualidad, una especie de ojo de águila como en el tenis. O tomar medidas como la ley de violencia en los estadios, en el sentido de que quien hace vandalismo en la calle durante una manifestación pública tiene que presentarse cuando halla una marcha o equivalente en la comisaría que le corresponde. Nadie que provoque un daño a tercero o al bien público puede eludir el costo de la reparación que le corresponda y si es necesario por la edad, cuando se trata de un menor que el costo caiga en los adultos responsables.
Ya que estoy mirando bajo el agua digamos que al gobierno le viene bien la contaminación con el vandalismo de las enormes marchas de rechazo al modelo que ellos representan con autoría ideológica. Pero la focalización de la represión y el control de la violencia debe incluir la limpieza de carabineros de sus propios actos de violencia ilegitima y de pillaje si se quiere.
Tengo en la mente el acto en el Teatro Caupolican para ver un video sobre Pinochet al que llamo un sector de la extrema derecha recientemente. En un momento un grupo de contramanifestantes seguía a algunos asistentes encarándolos a gritos. De pronto un paco gigantón apertrechado como grupo de choque se acerca por detrás a un joven y le descarga un bastonazo en la cara; el muchacho muy joven cae al suelo con la frente sangrando, ante la estupefacción de quienes lo rodeaban que luego de darse cuenta del daño cobarde que le causaron, señalan al carabinero que lo hizo y piden que se haga algo para identificarlo. La imagen aparece múltiples veces en los medios púes quedo grabada. Se ve al policía actuar por su cuenta, no en una operación táctica evidentemente coordinada, y luego desmarcarse sigilosamente “haciéndose el huevón” y alejándose del lugar. ¿Qué será de él, seguirá de encapuchado, se habrá descubierto el origen de su violencia y puesto remedio?
Digamos que la agresividad es parte estructural del ser humano, y tiene su rol en la vida y en las distintas dimensiones de la identidad, que es imposible eliminarla sin hacer desaparece al ser humano o a cualquier sujeto o de otra especie de la naturaleza, pero podemos aspirar a regularla. El desarrollo entendido por el modo de convivencia que permite las condiciones para que las necesidades de la mayor cantidad de personas de una comunidad sean satisfechas hace que la violencia tenga menos utilidad, sea innecesaria a las mayorías y que solo sea el arma cotidiana de personas “especiales”. Por ahora no tenemos desarrollo y andamos tanto tiempo buscando el camino, construyendo el camino, con la antorcha encendida: ¡eso si que es bueno!
Avelino Jiménez Domínguez