¿Y ahora qué?

¿Y ahora qué? Es la pregunta que surge inmediatamente de la segunda vuelta de la elección presidencial

Por Wari

09/01/2018

Publicado en

Columnas

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¿Y ahora qué? Es la pregunta que surge inmediatamente de la segunda vuelta de la elección presidencial. El escenario se modificó en su sentido claramente regresivo, lo cual no puede significar renunciar a las transformaciones en diferentes planos que el país requiere. Pero se da en un cuadro distinto, el Ejecutivo vuelve a ser dirigido por alguien perteneciente al 0,1% de la población de los más altos ingresos, en que Piñera fue capaz de aglutinar en la fase final de la elección a todas las corrientes en que se expresa la derecha económica y política. Mientras tanto los amplios sectores políticos y sociales afectados por su hegemonía aparecen desarticulados. El cuadro que se visualizó después de  la primera vuelta de la elección de que se producía un giro a favor de proseguir avanzando en cambios no se aprovechó y se desdibujó. Las razones de ello ameritan análisis críticos y autocríticos de hechos registrados no solo en las últimas semanas. Hay que mirar mucho más atrás ver el curso de los acontecimientos durante toda la década y particularmente del período que se extiende desde 2013. Para un centro de estudios como Cenda decididamente de izquierda su papel es intentar aportar y estimular  este proceso de análisis. La concentración del ingreso no se ha modificado, las posiciones dominantes siguen en lo fundamental en poder de los mismos sectores. Los grandes intereses económicos no han sido tocados y en algunas esferas su poder es aún mayor, a pesar de los progresos alcanzados en varios terrenos. Modificar este cuadro exige producir la convergencia, en primer lugar, de los actores políticos y sociales que están por los cambios, en el entendido que ello exige de alianzas muy amplias para crear una correlación de fuerzas favorables.

¿Y AHORA QUÉ?

El resultado de la elección presidencial implica un retroceso para el país. El triunfo de Sebastián Piñera significa que Chile vuelve a ser gobernado por uno de sus dueños[1].  Se ponen en peligro cambios progresistas realizados en el país en los últimos años y objetivamente se dificulta continuar por esta senda. Ello implica que se debe ser capaz de hacer un análisis crítico de la evolución de los acontecimientos desde el anterior gobierno de Sebastián Piñera a la fecha. No se trata de dejar de valorar avances logrados en diferentes planos (término del sistema binominal,  gratuidad en la educación, ley de aborto, etc, etc.). Pero el país vuelve a ser encabezado por un representante destacado del 0,01% de los chilenos de mayores ingresos cuando uno de los grandes temas a resolver es lograr modificar la profundidad de la regresividad distributiva.

Si nos ponemos como parámetro de medición, por ejemplo, modificar esta regresividad, debemos ver en qué medida se redujo o no la hegemonía del 0,01% y cómo se logró o no que las grandes mayorías pasen a ser protagonistas de estas transformaciones. El exministro Francisco Vidal sostuvo que “no obstante la gran derrota política sufrida en lo inmediato, pensando en el largo plazo las fuerzas progresistas hemos tenido un gran triunfo estratégico.  Hemos corrido el ‘cerco’ hacia una sociedad más justa e inclusiva que la derecha política, económica, social, cultural y mediática no va a poder hacer retroceder” (18/12/17). En realidad es claramente política: el país vuelve a ser dirigido por uno de sus dueños. Pero, al mismo tiempo es estratégica, ya que retrasa alcanzar las transformaciones que el país requiere. La reversión debe producirse en ambos planos, lo cual exige tener muy claros los temas centrales a reivindicar.

En el cuadro electoral global no se repitió la mayoría de izquierda y centro izquierda expresada en la primera vuelta[2]. Piñera, a pesar de las diferencias expresadas con José Manuel Ossandon, Felipe Kast y José Antonio Kast, logró que trabajaran activamente para aportar a su triunfo. Unió tras el objetivo de su reelección desde la derecha más retrógrada, expresada en la candidatura de José Antonio Kast, hasta aquella con contenido “social” de José Manuel Ossandón y la expresión más liberal particularmente de Felipe Kast. Desde luego, ello encierra contradicciones no menores, que fueron en la coyuntura electoral dejadas de lado. Ricardo Lagos destacó que “hemos visto una coalición de derecha homogénea como pocas veces en la historia” (20/12/17). En verdad, actuó unida en la elección con el propósito expreso de recuperar la presidencia. Pero claramente, no es homogénea. Se llegó incluso a hablar abiertamente por Ossandón de que en la administración de Piñera se aprobó una ley corrupta al extremo como es la de pesca sin ser refutado, que sigue vigente hasta el día de hoy pese a todos los antecedentes de cómo se gestó su aprobación.

El senador de RN se movió activamente con su concepción de una derecha social, para traspasar parte de su votación en zonas populares. Por su parte, José Antonio Kast se esforzó por aportarle votos  de sectores marcadamente retrógrados e incluso fue apoderado en el acto electoral. “(…) Piñera –escribió el ultraderechista director de la llamada Fundación para el Progreso, Axel Kaiser– se las arregló para volver al poder y ser vitoreado como un salvador incluso por el mismo grupo que lo condenó cuando dejó la Moneda (…) y que juró, sobre la tumba de sus antepasados, nunca más volver a votar por él. Todos, incluyendo los militares en retiro que lo detestaban, le dieron finalmente el voto, pues (…) supo perfilarse, una vez más, como la mejor alternativa” (21/12/17). El aumento de la votación global con relación a la primera vuelta, en contra de los supuestos, no favoreció a Guillier sino que a Piñera, que obtuvo más de 300.000 sufragios adicionales. A su turno, en la izquierda y centroizquierda se tiene que examinar autocríticamente la participación y todo el proceso vivido en los últimos años.  El cuadro más favorable revelado el 17N no fue aprovechado para levantar una propuesta de avances en temas colocados en el tapete.

Un ejemplo muy evidente se produjo en el tema previsional. En vez de indicar un camino que condujese resueltamente a avanzar en la demanda de No+AFP, que cuenta con un gran respaldo masivo, las formulaciones se hicieron a partir de los proyectos de ley preparados por el exministro de Hacienda Rodrigo Valdés, que se continuó propiciando, a pesar de implicar la aberración de aumentar en cinco puntos porcentuales las cotizaciones, las cuales recaerán fundamentalmente sobre los trabajadores, en circunstancias que para mejorar las actuales pensiones lo que se requiere es cortar el apoderamiento de recursos que efectúan mes a mes las administradoras de fondos. Más aún, el equipo económico que lo asesoró descartó abiertamente el sistema de reparto. El proyecto de elevar la cotización continúa aún en tabla en el parlamento. La exigencia debe ser que se retire, no cómo distribuye el aumento propiciado.  Nicolás Eyzaguirre incluso habló, después de su entrevista con Piñera ya como presidente electo, de seguir avanzando en su discusión parlamentaria para facilitar su ulterior aprobación, cuando obviamente el nuevo gobierno no va a estar por reducir el campo de acción de las AFP. Es indiscutible que incidió negativamente no haber sabido aprovechar la correlación favorable creada después de la primera vuelta, que mostraba la necesidad de la convergencia de la izquierda con una concepción amplia de entender al mismo tiempo que el adversario político es la derecha y su accionar se debe orientar en contra de los intereses económicos dominantes, que en este caso se expresan en primer término en las administradoras.

Los hechos demostrarán crudamente que no era un tema menor quién alcanzaba la victoria en la elección presidencial. Se produjo un hecho por lo menos paradojal. Una personalidad muy destacada del progresismo latinoamericano, el expresidente uruguayo José Mujica, fue figura central en la proclamación final de Alejandro Guillier. Entregó en su intervención apreciaciones muy profundas entre ellas que es usual al plantearse la disyuntiva para avanzar entre el “todo” o al “nada”, al no existir condiciones para alcanzar el “todo” nos quedamos –dijo- con “nada”. Por tanto no avanzamos en la dirección que queremos. Pero al mismo tiempo, habló que el país se daba el lujo de tener que escoger “entre dos personalidades formidables”, dejando absolutamente de lado lo que significaba el  uno y el otro y cuáles intereses representaban. Obviamente no era indiferente a quién se le daba el apoyo en concreto, más aún cuando el país vuelve a ser encabezado por un representante destacado del 0,01% de los chilenos de más altos ingresos.

Otro componente importante de la táctica de la campaña de Piñera entre las dos vueltas electorales fue recurrir a la tantas veces utilizada táctica del miedo, al temor por el futuro, para lo cual emplearon una imagen que crearon del Frente Amplio, del cual sería dependiente la gestión de Guillier.  “Con Guillier –afirmó Georges de Bourguignon cofundador el banco de Inversiones Asset Chile- habría habido más incertidumbre por lo que implica una alianza con el Frente Amplio y probablemente tener que hacer muchas concesiones a un grupo no muy promercado.   Cuando hubo una perspectiva de que Guillier pudo haber salido, hubo una baja en el precio de los activos” (24/12/17).

“Tenemos que salir a defender las reformas en las que creemos”, afirmó Alejandro Guillier en el discurso pronunciado al conocerse el resultado de la elección. En el lapso entre la primera y la segunda vuelta en el debate estuvieron muy presentes temas como el previsional, educacional, salud, que son grandes problemas de masas. Hay avances logrados como el de gratuidad en la educación que Piñera se vio obligado a declarar que no se volvería atrás. Más aún, a contrapelo de sus formulaciones anteriores a la primera vuelta, hizo incluir propuestas en materia de gratuidad, criticó abusos de las isapres y habló incluso de una AFP estatal. Para el senador Ossandón, Piñera le debe “en un 80%” el triunfo en el balotaje a la gratuidad. El gran tema, por tanto, en esta esfera es redoblar las demandas para seguir avanzando.

Sigue pendiente la necesidad de una reforma constitucional, sin que esté perfilado aún el proceso de cómo avanzar hacia ella. Michelle Bachelet dio a conocer que en su encuentro con Sebastián Piñera, “le he informado (…) que voy a enviar el proyecto de nueva Constitución (…) y en el espíritu de respetar esencialmente lo que fue ese proceso de más de 204.000 personas, que participaron activamente, más la consulta indígena (…)” (19/12/17). “La tarea para los tiempos que vienen –escribió Fernando Atria– es la conformación de un amplio “Bloque por los Cambios, entendido como una amplia alianza política que una a la izquierda histórica  y la emergente y también a una Democracia Cristiana que después de la elección parlamentaria queda reafirmada como una fuerza progresista.  Una alianza de sectores que siendo distintos tengan en común la superación del modelo neoliberal, es decir la profundización democrática mediante una nueva constitución y la ampliación de la ciudadanía mediante derechos sociales (23/1/17).

La elección tuvo lugar cuando la economía se mantenía en la fase del ciclo de recesión con crecimiento sin que se levantasen claramente políticas macroeconómicas para enfrentarla. Peor aún, en 2017 la inversión pública se redujo en el presupuesto fiscal y en 2018 se le aumenta muy marginalmente. Con la particularidad adicional a tener en cuenta de que  la formulación fiscal de Piñera para actuar en estas circunstancias apunta en la dirección contraria a un propósito reactivador. El presidente electo se ha pronunciado reiteradamente por limitar el gasto público, insistiendo en que debe crecer por debajo del producto, cuando lo que se precisa son políticas decididamente anticíclicas en todos los terrenos factibles. En el Consejo de la Sociedad de Fomento Fabril, efectuado escasos días después de la elección presidencial, los integrantes del equipo programático de Piñera invitados a la jornada, reiteraron el criterio de integrar gradualmente al sistema tributario “en la medida de lo posible” y avanzar a un impuesto corporativo similar al promedio del esquema de la OCDE, lo que implica perseguir como objetivo reducir el gravamen a las empresas, que en 2018 será de 27% producto del consenso en la reforma tributaria entre la derecha y el gobierno.

El desafío no solo está en alcanzar otro momento de crecimiento del producto efectivo sino también revertir el descenso producido en el potencial, lo cual asigna gran importancia a recuperar la inversión productiva así como revertir la prolongada contracción de la productividad. Todas estas demandas para avanzar requieren tener como su gran protagonista a los actores sociales, fundamentales más que nunca en el escenario político creado.

El día de la elección, Eduardo Engel escribió un comentario titulado ¿Reeligiendo políticos corruptos?, repitiendo el interrogante planteado en un libro “reciente sobre corrupción ¿Por qué los votantes reeligen políticos corruptos?, se preguntan los autores”, citando ejemplos internacionales en ese sentido. Trasladando la temática a nuestro país, Engel se detuvo en lo acontecido en las elecciones parlamentarias de noviembre. “Entre los incumbentes -escribió- había catorce involucrados en escándalos de corrupción (condenados por el Fisco) o financiamiento irregular de la política (casos Corpesca, SQM y Penta). De estos, solo tres fueron reelectos es decir, el 21%, porcentaje bastante menor que el porcentaje de reelectos en general, que fue de 50%” (17/12/17). ¿Y qué sucedió en la elección presidencial? Fue elegido Sebastián Piñera, el cual para utilizar la expresión empleada por el senador Ossandón “no lo declararon reo por lindo”. En los escándalos de financiamiento irregular a políticos y manejos tributarios condenables de los casos Penta y SQM están presentes reiteradamente empresas de Piñera en situaciones aún no cerradas por el Ministerio Público[3]. Por tanto, Chile es otro ejemplo de que se reeligen políticos corruptos, temática tampoco destacada en la campaña electoral.

Un gran tema central para tener presente es el de la desigualdad en la distribución de los ingresos. Al finalizar 2017 el Laboratorio de la Desigualdad Global publicó su informe 2018. Una de sus afirmaciones es que desde 1980, cuando la hegemonía a nivel global, es necesario recordar la poseía el pensamiento neoliberal, “la desigualdad de ingresos –se dice en el informe- ha aumentado rápidamente en América del Norte y Asia, creció moderadamente en Europa y se estabilizó en un nivel extraordinariamente alto en el Medio Oriente, África Subsahariana y Brasil” (20/12/17). Chile también, cuando vuelve a la presidencia Sebastián Piñera, tiene un nivel de desigualdad extraordinariamente alto, por la participación gigantesca del 0,01% de mayor ingreso, reducido fragmento donde se ubica el presidente electo.

En vísperas de la elección presidencial llamó la atención que el Banco Central plantease la adopción de medidas de emergencia a implementar en la semana siguiente. Lo hizo cuando la bolsa experimentaba ese día un curso alcista al cerrar con un incremento de 2,25% alcanzando su nivel más elevado desde el 17 de noviembre, acelerando “con fuerza en los últimos minutos –consignó el Diario Financiero– tras conocerse, de manera reservada, algunas encuestas que daban como ganador a Sebastián Piñera” (18/12/17). En concreto, su consejo informó que había adoptado “medidas extraordinarias para facilitar el funcionamiento normal del mercado monetario en moneda extranjera y la liquidez interbancaria de dicha moneda que se han visto estrechados por un uso más intensivo de lo normal de operaciones de abertura cambiaria” (16/12/17). La medida consistió en ofertar operaciones swaps de colocaciones de la divisa estadounidense por un monto de hasta US$500 millones en cada licitación. Así lo hizo el día 19, pero fueron demandados únicamente US$30 millones. ¿Qué  perseguía con su acción? ¿Calmar al mercado? ¿O así se sumaba a la campaña de terror desatada en esos días?

La agencia norteamericana Bloomberg constató que la volatilidad en moneda extranjera experimentada en las semanas previas a la elección fue la más alta en cinco años. “(…) es la primera vez desde el retorno de la democracia en 1990 –añadió- que la política ha tenido tanto impacto en el mercado”. Para luego vincular lo sucedido con la segunda vuelta de la elección presidencial. “Los inversionistas –dijo- están asustados. Nadie sabe quién va a ganar (…) el paso de la votación obligatoria a voluntaria (…) hace más difícil predecir quién votará y mucho menos a quién votarán” (16/12/17). Sin embargo, no era ese el ambiente dominante en el mercado cuando se informó por el instituto emisor de la decisión adoptada.

Por Hugo Fazio

Carta Económica, 24 de diciembre de 2017

NOTAS

[1] Véase, Un país gobernado por uno de sus dueños. Lom Ediciones-Cenda 2011.
[2] Véase, Carta Económica 26/11/17.
[3] Véase, “Los mecanismos fraudulentos de hacer fortuna. Mapa de la extrema riqueza 2010, Lom Ediciones, 2015, págs. 186-200.

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