Pulso Sindical Nº 318

Y siempre que lo vivimos nos desarma

Del 3 al 21 de julio de 2016.

Por Wari

28/07/2016

Publicado en

Columnas

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Manuel AhumadaLlega un momento en que cuesta expresar algunas cosas. Un tiempo en que la pérdida se superpone a la urgencia de la denuncia y del reclamo, y aunque debiese alzarse más que nunca la voz para dejar claro al menos que no todos estamos comulgando con ruedas de carreta, el dolor te silencia y no puedes articular como quisieras.

No es una frase cliché esa de que “a todos nos llega la hora”. Es una dolorosa certeza, cuyo peso logramos percibir solo cuando nos toca. Y siempre que lo vivimos nos desarma, dejándonos sin reacción por algún tiempo. Por eso la demora de este Pulso.

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La vida de los sindicalistas es dura.

Son tantos los que debieron renunciar a alegrías, descansos y felicidades, porque no tenían tiempo o no supieron hacérselo para estar con los suyos. Algunos ni siquiera pudieron constituir un hogar porque fueron de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo, invitando a los trabajadores a reunirse, enseñando los derechos básicos del ser humano, soportando hambre, frío y a veces hasta la indiferencia. Hay de aquellos que dependían de ciertos ingresos y debían partir para donde determinaran los jefes.

No supieron de días de descanso ni tuvieron jornadas dignas de trabajo. Casi nunca se les preguntó cómo estaba su familia y menos se interesaron de verdad por su salud mental y física. Solo importaba que llegaran a donde eran enviados.

Paradoja de la vida. Iban por la patria difundiendo el mundo mejor al que deben aspirar los que luchan, pero carecían de elementos mínimos para asegurar ese mundo nuevo a los suyos.

Se exigieron y se les exigió todo el tiempo y sin embargo a muchos ya se les estaba olvidando antes de que cayera la última palada de tierra sobre su féretro.

Escribo sin mucho orden y con pena. Y es que se ha ido otro de los nuestros y la mejor manera de recordarlo es por este camino. La escritura.

Se fue el último de esa escuela de viejos obreros gastronómico- hoteleros, que se dieron a la tarea de formar a quienes llegábamos desperdigados y con el ala algo caída a la sede de calle Nataniel 415 a principios de los 80 de siglo XX.

Lavaplatos, aseadores, coperos, ayudantes de garzón, cajeros. Cumplíamos los más diversos oficios en distintos establecimientos de Santiago pero al salir del turno nos hermanaba el cariño a la clase trabajadora. Por eso llegamos a la sede de la CTGACH.

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Lara, Arqueros, Lira, Font, Rosales, nos reforzaban algunos conocimientos del oficio al mismo tiempo que nos adentraban en la riqueza de la historia de la clase. Compartieron con nosotros sus anécdotas y chascarros y reímos de buena gana, mientras afuera la represión no cesaba y seguía costando construir organización. Nos daban fuerza.

Fuimos con ellos a marchas no autorizadas, tiramos panfletos desde algunos edificios, repartimos el boletín sindical a la salida de las empresas y una noche cantamos, emocionados hasta las lágrimas, el canto a la pampa en el Cariola, junto a millares de luchadores. Uno de estos maestros era el “Cheño”, como le llamaba su hijo menor.

Por eso lamento la partida de Arsenio Angulo Hernández. Me duele haber estado lejos de él estos últimos años. No debimos permitir que se sintiera viejo, que creyera que no servía. Teníamos que haberle exigido que nos visitara, nos ayudara a formar a algunos jóvenes que se preparan para ser los relevos. Que nos recordara de nuevo cómo se preparaba una mesa imperial y cómo se hace el mejor pisco sour.

Viejo Arsenio, compañero querido, te pido perdón por los que no fueron a despedirte, por los que no se han dignado preguntar si la funesta noticia es real.

Hiciste escuela con los demás viejos y modestamente los que aquí seguimos hemos intentado seguir vuestro ejemplo. Lo cierto es que las banderas siguen arriba y que el sueño de la sociedad nueva, esa de trabajadores, sigue guiando nuestro trabajo. Hasta siempre amigo.

Un día antes de la partida del compañero Angulo nos reunimos los tozudos de siempre a recordar el natalicio 140 de Luis Emilio Recabarren Serrano. Las expectativas de asistencia se vieron superadas e incluso vivimos un chascarro de antología que rompió la solemnidad del momento y nos dejó claro que somos seres humanos, llenos de fallas pero también de virtudes. Aflordicio y todos los que estábamos allí, una vez pasado el susto inicial reímos de buena gana. Y es que desde ahora en adelante tendremos dos buenas y grandes razones para asistir al cementerio general a honrar al maestro, cada 6 de julio.

Luchadoras y luchadores sociales de los que casi nadie se recuerda, sindicalistas que dieron hasta lo que no tenían afirmados en la convicción de que vendría un mundo distinto, más justo y digno, a lo menos merecen que se les recuerde. Se trata de seres humanos, los más claritos entre sus pares, a los que hay que honrar porque marcaron el camino. Hasta ahora más olvido que memoria.

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Pero no importa, mientras uno solo les mencione y recuerde no habrán pasado en vano.

Por eso es que no se puede ser neutro cuando se conocen noticias como esa que indica que un ex dirigente sindical, hoy transformado en parlamentario, recibió dineros de su adversario de clase para cimentar su carrera de legislador. ¿Con qué moral, con qué cara mirará a los ojos a quienes lo eligieron?

No se puede guardar silencio, porque significaría complicidad, cuando los que usufructuaron la vida entera del título de preocupados de la clase, la traicionan mañana, tarde y noche.  ¿Y cómo explicar a los trabajadores que los caraduras en el parlamento y en el sindicalismo han guardado silencio ante el miserable ingreso mínimo pactado para los próximos dos años?

Entró y salió del hotel-cárcel habilitado para militares el ex comandante en jefe del ejército J.E. Cheyre y lo que más preocupa a algunos es que se estén removiendo cuestiones que puedan inquietar a los militares. Como si alguna vez en este país se hubiese hecho justicia y castigado como corresponde a los asesinos y sus cómplices (que no están solo entre militares).

El caso de la jubilación de la ex esposa de O. Andrade es una situación anómala, sin duda una pensión que supera por lejos la del común de los ciudadanos. Pero no es un problema de Andrade y ni siquiera de su ex, es un problema de la sociedad construida, es un resultado lógico de esta política de los acuerdos del para ti y para mí, creada y desarrollada por la Concertación y continuada por la Nueva Mayoría.

Lo que hace falta es un sistema de pensiones que dignifique a quienes dejan de trabajar, una pensión mínima de monto al menos igual a un ingreso mínimo. ¿Cómo se construye, cómo se consigue? Creo que debemos hacer algo más que marchar.

Trabajadores, todos los que nos friegan están de acuerdo, no piensan en nuestros derechos, ni en nuestras demandas ni en nuestras necesidades. ¿Por qué seguir creyendo que ellos van a darnos las soluciones?. La salida a la crisis está en nosotros mismos, es cosa de comenzar a organizarse y establecer las prioridades.

Una nueva sociedad se hace necesaria, para que se construya de verdad deben estar en su construcción los más necesitados. De lo contrario todo seguirá igual.

Por Manuel Ahumada Lillo

Presidente C.G.T. Chile

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