¿Cómo iniciar la creación de una Nueva Civilización? (XXXVI)

Presentación: Comunidad virtual ‘Nueva Civilización’: Creativa, autónoma y solidaria Serie ¿Cómo iniciar la creación de una Nueva Civilización? Capítulos I a XVI y XVII a XXXVI

Presentación: Comunidad virtual ‘Nueva Civilización’: Creativa, autónoma y solidaria

Serie ¿Cómo iniciar la creación de una Nueva Civilización? Capítulos I a XVI y XVII a XXXVI.

XXXVI. ¿Qué son, cómo se producen y cómo se reparten las ganancias en una economía justa y solidaria?

Afirmamos que una de las causas de la concentración de la riqueza y de la inequidad en la economía moderna radica, no en el hecho que se produzcan ganancias y utilidades, sino en la cuantía de esas ganancias, en el modo en que se generan, y en las formas en que se reparten. En la nueva economía las utilidades y ganancias se producirán de otro modo, y se repartirán de manera justa y solidaria. Para comprender tanto lo que ocurre en la economía actual como lo que podemos concebir para una nueva economía, debemos hacer un análisis de lo que es el valor, y de cómo se crea el valor en la economía.

Partimos de la base que los bienes y servicios tienen un ‘valor de producción’, dado por las energías e informaciones implicadas en su producción. Este ‘valor de producción’ de los bienes y servicios tiene dos componentes: uno es el valor de los factores productivos que se transfieren al bien o servicio al producirlo, y que es el costo, esfuerzo o sacrificio que asumen los sujetos que participan en la producción; el otro componente es el valor creado por la actividad misma de producir el bien o el servicio. Como ha habido creación de valor, el producto ‘vale’ algo más de lo que cuesta su producción. Es porque realizan alguna ‘creación de valor’ que se justifica que los productores se esfuercen en realizar la actividad productiva.

Ambos componentes del ‘valor de producción’, han sido ‘puestos’ en los bienes y servicios por la actividad de todos los sujetos que han participado en su producción. Así, cualquier bien o servicio producido contiene algo del ‘hacer’ de los trabajadores, del ‘saber’ de los técnicos, del ‘tener’ de los que aportaron los medios materiales, del ‘decidir’ de los gestores, del ‘creer’ de los financiadores, y del ‘unir’ de la comunidad productiva.

A través de todas esas actividades los sujetos traspasan a los productos ciertas energías e informaciones que estaban antes en ellos, entendidos como fuerzas o factores productivos; pero lo que ocurre no es un simple traspaso de valor ‘a suma cero’ (en el sentido que lo que estaba antes en los factores sea equivalente a lo que se establece luego en los productos), sino que además de ello, con esas actividades se crea nuevo valor, que también recae y queda en el producto. Tenemos, en síntesis, que el valor de un producto -su ‘valor de producción’-, es el resultado de las energías e informaciones que los que participan en la producción gastan y sacrifican al producirlo, más el valor que ellos mismos han creado mediante la actividad productiva.

Así constituido el ‘valor’ en la producción, ese valor se transfiere a los consumidores, que usan o emplean los bienes y servicios para satisfacer sus propias necesidades. En manos de los consumidores, los productos adquieren un ‘valor de uso’, que consiste en la utilidad que les prestan o que pueden extraer de las energías e informaciones de los bienes y servicios al utilizarlos para satisfacer sus necesidades.

Ahora bien, cuando la producción y el consumo de los bienes y servicios son realizados por la misma persona o grupo, el ‘valor de producción’ y el ‘valor de uso’ se compensan naturalmente, en cuanto los mismos productores del valor lo utilizan en su propio beneficio. Es lo que ocurre en la producción para el auto-consumo.

Pero si los productores y los consumidores son sujetos distintos, se hace necesario que entre ellos se realice un intercambio: los consumidores deben compensar a los productores por el valor que les han proporcionado con los productos y servicios. Es lo que ocurre normalmente en el mercado, donde se establece un intercambio entre productores y consumidores, empleándose el dinero como unidad de medida del valor y como medio de cambio universal. La cantidad de dinero en que se hace el intercambio suele llamarse ‘valor de cambio’.

Para que el intercambio se realice es necesario que ambos participantes, el productor y el consumidor, perciban que el valor de lo que reciben corresponde al valor de lo que entregan, y que se beneficien ambos al hacer el intercambio. En efecto, el productor transfiere el producto sólo si siente que el ‘valor de cambio’ (que recibe) corresponde al ‘valor de producción’ (que entrega), o sea, le compensa por el costo asumido y por el valor que ha creado. A su vez el consumidor paga el ‘valor de cambio’ sólo si percibe que corresponde al ‘valor de uso’ que para él tiene el producto, o sea que el beneficio o utilidad que le proporciona el producto le compensa por lo que paga por él.

Esta ecuación entre ‘valor de producción’, ‘valor de cambio’ y ‘valor de uso’ no se altera en lo esencial si entre los productores y los consumidores operan intermediarios comerciales; porque la intermediación es también un servicio que se presta tanto al productor como al consumidor, cuyo valor tienen que compensar, de modo que tanto el intermediario como el productor y el consumidor se beneficien.

Tampoco cambia la ecuación cuando el que compensa al productor pagando el ‘valor de producción’ no sea el consumidor sino el Estado u otro sujeto que por benevolencia u otra razón cualquiera haga llegar ‘el valor de uso’ del bien o servicio al beneficiario. Lo que ocurre en este caso es que el productor obtiene el ‘valor de producción’ y el consumidor obtiene el correspondiente ‘valor de uso’, siendo el ‘valor de cambio’ asumido por el Estado, o por un tercero benefactor. Se trata, en último análisis, de otra forma de intermediación entre productores y consumidores, que también tiene un valor que alguien paga.

En cualquiera de los casos, lo justo es que el ‘valor de producción’, el ‘valor de uso’ y el ‘valor de cambio’ se equivalgan, pues cuando se equivalen, la ganancia del productor corresponde al valor que él mismo ha creado en la actividad productiva. Pero en la práctica la ecuación puede distorsionarse en tres sentidos posibles:

1. Que el ‘valor de cambio’ sea mayor que el ‘valor de producción’, lo que implica que el productor obtiene ganancias injustificadas a costa del consumidor, que paga más de lo que vale el producto.

2. Que el ‘valor de cambio’ sea menor que el ‘valor de producción’, lo que implica que es el consumidor quien obtiene ganancias injustificadas a costa del productor, que obtiene por el producto menos de lo que vale.

3. Que el intermediario –de cualquiera de los tipos indicados- se apropie de una porción de valor mayor que la que le corresponde por su servicio, perjudicando tanto al productor (que recibe menos) como al consumidor (que paga más) de lo que les corresponde.

Además de éstas, hay otra causa de gravísimas distorsiones, y tiene una explicación distinta. Las ganancias, que son la expresión del valor que se ha creado en la producción, son el resultado de la acción conjunta de todos los sujetos o factores que intervienen en la producción. Entonces lo justo es que cada sujeto o factor que participa en la creación de valor, participe igualmente del resultado y reciba, de modo que el valor que han creado entre todos se reparta en proporción a lo que cada uno ha realizado y aportado. Pero si uno de los sujetos que participan en la producción recibe más de lo que aporta, se estará apropiando de alguna parte de lo que corresponde a los otros participantes.

Esto es precisamente lo que sucede en la economía capitalista, en que los que aportan el capital se apropian de un porcentaje muy alto del ‘valor de producción’, a costa de las personas que aportan otros factores, especialmente a costa de los trabajadores y de la comunidad o Factor C, que reciben menos de lo que ha sido su contribución.

La causa de esta apropiación es que en la economía capitalista las empresas se constituyen de modo que los capitalistas –los dueños del factor financiero y de los medios materiales de producción- son los titulares de empresas que obtienen todas las ganancias que se generan, mientras que los aportantes de los factores trabajo, tecnología, gestión y Factor C, no siendo parte de la empresa sino externos a ellas, contratados por valores fijos, no participan en las ganancias que contribuyen a generar.

En una economía justa y solidaria, las empresas se organizan mediante la asociación y cooperación entre todos los sujetos aportadores de factores, esto es, entre todos los que realizan las diferentes actividades implicadas en la producción. Todos tienen derecho a participar en las ganancias que se obtengan como expresión del valor creado entre todos. Y las ganancias se distribuirán entre todos ellos, conforme a criterios consensuados, que impliquen que cada uno reciba el pago que le corresponde por sus aportes de factores y por lo que haya contribuido a la creación de valor.

Ahora bien, que la ganancia sea justa y se distribuya con equidad, y que el ‘valor de producción’, ‘el valor de cambio’ y el ‘valor de uso’ se equivalgan, depende no solamente de la forma en que se organizan las empresas, sino también y fundamentalmente de cómo se encuentre estructurado el mercado. Es lo que veremos en el próximo capítulo.

Luis Razeto Migliaro

El Ciudadano

Fuente fotografía

Síguenos y suscríbete a nuestras publicaciones