Explosión demográfica, bomba de destrucción masiva

En 1914, cuando el atentado al archiduque Fernando en Sarajevo, el mundo tenía unos 1

Por Mauricio Becerra

12/04/2010

Publicado en

Economí­a / Pueblos

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En 1914, cuando el atentado al archiduque Fernando en Sarajevo, el mundo tenía unos 1.200 millones de habitantes y en ese mismo siglo, en Sarajevo, en 1991, Kofi Annan recibió en sus manos al niño que hacía los 6.000 millones. En menos de un siglo, con dos guerras mundiales, con las de Corea, de Vietnam y los innumerables conflictos en África y en Indonesia, China y la URSS.

La explosión demográfica es la mayor catástrofe que amenaza a la humanidad teniendo en cuenta que en los países mas desarrollados, con regímenes democráticos y con mayor nivel de vida, la curva demográfica desciende de forma que no garantiza la supervivencia de su población, las pensiones y las cuotas a la Seguridad Social. Sin la inmigración, la mayor parte de esas sociedades hoy opulentas, menos de 30 países, desaparecerían como sociedades activas.

Los medios nos arrojan imágenes de niños famélicos, devorados por enfermedades, explotados sexual y laboralmente, como niños soldados o drogados. Pretenden despertar nuestra compasión al tiempo que enfatizan la seguridad en nuestras sociedades, con tal de que nos sometamos a un modelo de desarrollo inhumano. Si alguien preguntara por qué nacen millones de niños que no tienen garantizado vivir con dignidad, (a cuidados sanitarios, a una alimentación y a una educación adecuada que le permitan ejercer la libertad y sus derechos fundamentales,) le llamarían despiadado. Pero nadie pidió permiso a esos niños para ser echados al mundo.

Estamos ante una bomba de destrucción masiva. Algunos fanáticos condenan el uso del preservativo, se oponen a la educación sexual y no reconocen que la sexualidad no se reduce a genitalidad ni tiene como único objeto la procreación. El erotismo, la amistad, el amor pertenecen a la soberanía del ser humano.

Pero es posible controlar la explosión demográfica. En los países en donde las mujeres tienen acceso a una formación y a puestos de trabajo iguales a los de los hombres no hay explosión demográfica. El Programa aprobado en la Cumbre de El Cairo por 179 países aspiraba a equilibrar la población mundial y los recursos del planeta, mejorar la condición de la mujer y velar por el acceso universal a los servicios de planificación de la familia. Las presiones de los países islámicos, así como del Vaticano en una alianza insólita, abortó ese proyecto de Consenso.

Dieciséis años después, más de 400 millones de parejas carecen de servicios de planificación familiar. Las complicaciones del embarazo y el parto son causa de defunción y enfermedad de las mujeres; cada año, 600.000 pierden la vida por causas prevenibles. Millones de niños no pueden aspirar a una vida digna.

Antes de 15 años la población mundial habrá alcanzado los 8 mil millones de personas. De cada 100 habitantes, 56 serán asiáticos; de los cuales, 20 chinos y 17 indios; 16 serán africanos; 13 vivirán en el continente americano pero sólo 4 en Estados Unidos; 7 provendrán de Europa del Este y de la antigua URSS y sólo 5 vivirán en Europa del Oeste; queda un 3% que habitarán en el Medio Oriente.

Con la integración progresiva de China, India, Brasil y de otras economías  emergentes, centenares de millones de adultos en edad de trabajar competirán por un puesto en el mercado mundial de trabajo. Sufrirán una gran transformación las estructuras mundiales de producción, de comercio, de empleo y de salarios por causa de las deslocalizaciones de empresas, de los flujos de capitales y de la globalización financiera.

Esta enorme fuerza de trabajo, de la cual una parte estará bien educada, será una fuente barata tan pronto como las innovaciones tecnológicas se extiendan por el planeta. La concurrencia de esta fuerza de trabajo exigirá recalificaciones profesionales y afectará a los salarios pues siempre habrá un ejército de parados que hundirá los mercados.

Aunque aumente el nivel de vida en los países ricos, sólo una parte de la población de los gigantes emergentes la alcanzará y hasta la superará a costa de miles millones de pobres que supondrán una incontrolable bomba social, como había pronosticado Butros Galli  cuando anunció que la explotación y la injusticia social darían paso a auténticas situaciones inhumanas.

Como había escrito el Jefe indio Seattle al Gran Padre Blanco de Washington “termina la vida y comienza la supervivencia… por no haber comprendido que la Tierra no pertenece al hombre sino que el hombre pertenece a la Tierra”. Lo que resultó profético para los pueblos indios de América, exterminados por la codicia de los blancos cristianos y mesiánicos que iban a salvarlos y a civilizarlos, amenaza ahora a la humanidad entera por la misma ceguera implacable.

Por José Carlos García Fajardo

Profesor Emérito de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Director del Centro de Colaboraciones Solidarias

El Ciudadano

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