La estructura regresiva de los impuestos en América Latina

La distribución del ingreso no difiere sustancialmente entre los países desarrollados y de América Latina, pero las diferencias son notorias en las estructuras tributarias y en los programas estatales redistributivos, señala un ensayo recientemente editado en Argentina

Por Cristobal Cornejo

11/01/2012

Publicado en

Economí­a / Mundo

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La distribución del ingreso no difiere sustancialmente entre los países desarrollados y de América Latina, pero las diferencias son notorias en las estructuras tributarias y en los programas estatales redistributivos, señala un ensayo recientemente editado en Argentina.

Los niveles de presión tributaria en la región se encuentran «muy por debajo de los países desarrollados, diferencia que no se percibe en los impuestos al consumo, que suelen ser de niveles similares, sino que la diferencia estriba en la reducida imposición a la renta y la correspondiente a la seguridad social», se afirma en «La desigualdad y los impuestos».

El promedio del impuesto a la renta en América Latina es de 3,7 por ciento, mientras que ese porcentaje se eleva al 12,5 por ciento para los países de la OECD, compara el estudio coordinado por el sociólogo argentino José Nun y financiado por la Fundación Heinrich Boll de Alemania.
En Europa -a diferencia de América Latina- la inequidad disminuye sustancialmente como consecuencia de la acción fiscal, explica el ensayo editado por Capital Intelectual. El coeficiente de Gini utilizado para medir los niveles de inequidad social, sigue siendo elevado con 0,53 promedio para América Latina de acuerdo a las últimas mediciones, aunque en Uruguay es de 0,42 y en Brasil descendió de 0,61 a 0,49 entre 2002 y 2009, pero en contrapartida en Nicaragua es de 0,69 y en Ecuador de 0,67.
Por el contrario, en Europa -antes de la crisis- el coeficiente Gini descendía a un nivel de entre 0,22 y 0,35 en virtud de la estructura tributaria progresiva que reduce las inequidades, compara «La desigualdad y los impuestos».
El Estado en los países desarrollados ha demostrado su capacidad «para cambiar de manera sustancial la concentración del ingreso a través de las políticas de impuestos y gastos públicos», afirma el ensayo, en que participaron varios especialistas en sistemas tributarios.
En América Latina «persiste en cambio una estructura tributaria muy regresiva y los niveles de evasión/elusión son muy altos», comparan los autores.
El sistema tributario de la región privilegia los impuestos al consumo mientras que el nivel de tributación directa (ingresos y patrimonios) sigue siendo «muy débil».
Una encuesta realizada por Latinobarómetro en 18 países de América Latina arrojó la percepción ciudadana de una «alta injusticia distributiva» que a su vez se asocia «con la desconfianza en las instituciones políticas y con la creencia de que los gobiernos sirven más a las élites que a las mayorías», reproduce el ensayo.
Uno de los aspectos más cuestionables es la exención al impuesto a las rentas financieras, las ganancias de capital y de compraventa de títulos y acciones, que no existe en casi ningún países desarrollado y que ha sido eliminada también en Brasil, Chile, Uruguay, Colombia, México y Paraguay.
El sociólogo estadounidense Harold Wilensky ha señalado que «hay países con bajos niveles de impuestos y de gasto a los que les va bien (Japón y Suiza), y países con altos niveles de impuestos y de gastos a los cuales les pasa lo mismo (Alemania, Austria y Noruega). Y le va mal a otros con impuestos y gastos que pueden ser reducidos o elevados».
«En la medida en que los impuestos y los gastos inciden sobre la economía, lo que cuenta es su estructura, no sus niveles», explica Wilensky en «Rich Democracies». A su vez, un estudio de los economistas Alberto Alessina y Dani Rodirck expone «la relación inversa» entre el crecimiento económico y la desigualdad, pues fue mucho más lento en los países donde el 20 por ciento más rico se adueñaba de la mayor proporción de los recursos.

Entre los ejemplos, los autores citan el modelo peruano, cuyo PBI se triplicó desde el 2000, pero con uno de los peores índices en materia de salud pública y el penúltimo lugar en calidad educativa en la región.

Por Alberto Ferrari

ANSA

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