Conejillo de Indias
Con el lavado de cerebro aplicado mediante la repetición de rostros y discursos en pantalla, maquillaje y noticias que no importan, se nos mostró un mundo donde la ciencia, el conocimiento y el saber se fue reduciendo en su entrega, quedando con suerte observadores que viendo por entre la cortina de la realidad, entregaron pruebas contundentes y comprobables de cómo funcionaba el plan.
Muchos de los rostros de quienes han trabajado en el mundo científico, casi invisible para el ciudadano común, han pasado años en laboratorios y sus nombres circulan más habitualmente en revistas especializadas del área científica, que en la prensa ordinaria.
Los laboratorios son sus lugares de trabajo, donde la experimentación en búsqueda de resultados que muestren o develen “otra realidad” , es parte de su ejercicio. Fórmulas distintas y variadas, formatos aplicados, sometidos a condiciones de temperatura y presión, viajando a velocidades en condiciones especiales, cuerpos cargados electromagnéticamente con direcciones opuestas, para el estallido de la contradicción vital, dar con una fuerza desconocida pero que esta vez no es direccionada por la orquesta universal, si no por el hombre desde la Tierra como quien lleva la batuta.
El juego que pareciera atentar contra el circulo natural de nuestra historia cosmogónica, es llevado a cabo por el hombre que al sentirse parte integrante del continuo temporal, ha tomado roles para cobrar realidad a la frase de que el hombre fue hecho a la semejanza de Dios.
Haciendo historia, la gran mayoría de los científicos que estudiaban la subdivisión atómica fueron raptados por los Estados Unidos (Operación Overcast) , tras la Segunda Guerra Mundial, momento en que la bomba atómica se iría a la nación que por medio de la guerra y el fundar terror en las personas pasaría científicamente a controlar la reacción popular.
Y es que transcurridos años ya no sólo sería la iglesia y la religión castigando, sino mutantes elementos pasaron a formar parte de la vida del hombre y mujer convirtiéndolos así en seres dependientes de la alquimia del oro, su subdivisión y peso, las monedas, la acuñación, el rapto de Gutemberg y el robo de Faust para la imprenta banquera y especuladora.
Habitamos así aún quienes seguimos en la lucha por obtener el pan, un espacio de ley humana que se nos hace creer como natural y a la que parecemos condenados. Tener acceso a la educación chilena de las últimas dos décadas, ha sido sinónimo de muchos egresados que terminan sirviendo a la gran máquina, ocupando nuevos puestos especializados para el desarrollo de las misma búsqueda de falso bienestar común, en la que la ciencia pasó al mercado, privándose el conocimiento a los más desposeídos, reduciendo su participación en ella a ser un mero conejillo(a) de indias.
El Ciudadano
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