En la guerra comunicacional que nos imponen los poderosos

Siempre estaremos en la trinchera contrahegemónica

Asistimos en la actualidad, tanto a nivel país como globalmente, al fenómeno comunicacional que acontece cuando el bloque en el poder ve amenazada su hegemonía.

Por Wari

17/05/2022

Publicado en

Chile / Editorial

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En Chile, el sector que concentra el poder económico y mediático está efectuando una gigantesca campaña de desprestigio contra la Convención Constitucional que redacta una nueva carta magna. Toda la Derecha y el gran empresariado, más una parte de la antigua Concertación, no quieren que se cambie el modelo económico impuesto en la dictadura y perfeccionado durante los gobiernos de la “transición”, el cual les ha permitido obtener una gigantesca acumulación de riquezas a costa de la precarización de las mayorías y de la destrucción de los ecosistemas. De igual modo, se niegan a terminar con el Estado portaliano, centralizado, autoritario, patriarcal y racista, que por siglos ha aplastado el modo de vida de los pueblos preexistentes y las aspiraciones de autonomía regional.

Paralelamente, estamos viviendo una aplanadora informativa por parte de “Occidente” o “Mundo libre” –básicamente EUA y Unión Europea-, que utiliza todos sus recursos comunicativos para imponer el punto de vista de la OTAN y del gobierno ucraniano. La guerra en ese país, que en la práctica comenzó en 2014, podría haberse evitado si se hubiera establecido un estado federal –con autonomía para los rusoparlantes-, y una neutralidad militar que no amenazara la seguridad de Rusia. Pero la voluntad de la OTAN (en donde el mayor poder lo tiene EUA) nunca fue hacer respetar los Acuerdos de Minsk, sino que convertir a Ucrania en una “trampa de Tucídides” que le diera al bloque dominante (EUA y Europa, más aliados) la posibilidad de frenar la emergencia de potencias contrahegemónicas que están bregando por configurar un sistema-mundo multipolar (principalmente China, Rusia, India, Brasil y otros).

Es en este contexto geopolítico en donde, a partir de 2014, la OTAN entrega al gobierno ucraniano todo tipo de armamentos, asistencia y asesoría militar a sus fuerzas armadas, las que fueron incorporado a su estructura a todas las organizaciones paramilitares ultranacionalistas y neonazis (que en muchos aspectos nos recuerdan a las milicias yihadistas patrocinadas por la OTAN en distintos lugares del planeta), ejército que durante ocho años ha atacado brutalmente a la población ruso parlante del Donbass (zona del sureste de Ucrania), causando más de 14 mil víctimas.

A pesar de todas las advertencias rusas, la OTAN continuó su expansión hacia el este, convirtiendo a Ucrania en un ariete con el cual amenazar al gigante euroasiático, a tal punto que el 19 de febrero las fuerzas ucranianas comenzaron a bombardear a las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk. Finalmente, esta provocación dio resultado y Rusia inició un ataque preventivo (‘operación militar especial’ o simplemente ‘invasión’) el día 24 de ese mes, con el objetivo de liberar al Donbass del asedio de los destacamentos neonazis ucranianos.

Como medio de comunicación no nos corresponde tomar una postura maniquea y decretar a priori quiénes son los ‘buenos’ y quiénes los ‘malos’ –cosa que sí están haciendo los grandes medios “occidentales”-, sino que nuestro deber es entregar los elementos de análisis y los argumentos de todas las partes involucradas, para que sean las personas quienes se formen su propia opinión.

Lo que sí nos parece insostenible, es que aquellos mismos que se dicen parte del “mundo libre y democrático” occidental, sean quienes censuren las visiones divergentes e incluso persigan y encarcelen a quienes investigan y develan la verdad (como el caso contra Julian Assange). Una prensa “occidental” que se ha dedicado permanentemente a blanquear las criminales intervenciones militares de Estados Unidos y la OTAN en todos los continentes (Yugoslavia, Irak, Libia, Afganistán, Yemen, Siria, Panamá, Grenada, República Dominicana, Vietnam, etc.) o las matanzas cometidas por el gobierno de Israel contra el pueblo palestino (que este 15 de mayo recuerdó la ‘Nakba’), y del ejército colombiano (aliado de la OTAN) contra líderes de movimientos sociales, indígenas o campesinos (“falsos positivos”), o la ocupación del Sahara Occidental por la monarquía de Marruecos (el pasado 10 de mayo se conmemoró el 49º aniversario de la fundación del Frente Polisario).

Cada día aparecen cientos de testimonios de residentes del sureste de Ucrania que reconocen abiertamente que fueron utilizados como “escudos humanos” por las tropas de ese país; así como imágenes de víctimas civiles causadas por bombardeos ucranianos en la región de Donetsk, e informes de torturas cometidas por militares ucranianos contra prisioneros rusos, acciones que atentan contra las Convenciones de Ginebra y que pueden ser catalogadas como ‘crímenes de guerra’. Sin embargo, toda esa información es censurada en “Occidente” o etiquetada mañosamente como “fake news”. Con esto no queremos afirmar que las fuerzas rusas sean “ángeles” impolutos que no cometen ningún tipo de fechoría, pero claramente la demonización del accionar ruso que impera en la prensa occidental atenta bajo cualquier punto de vista con lo que puede considerarse un trabajo periodístico profesional. Ni qué hablar de la delirante “rusofobia” que hoy campea en los medios controlados por Europa y Estados Unidos.

Por esto, insistimos en que hoy en día estamos en presencia de dos grandes maquinaciones comunicacionales (una en Chile y la otra a nivel internacional). En ambos casos, todos los recursos que concentra el sector hegemónico son utilizados para una estrategia de ‘copamiento’ mediático que apunta a dominar la agenda y a controlar la “opinión pública”. Medios de comunicación, agencias informativas, empresas publicitarias, de mercadotecnia y comunicación estratégica, encuestadoras, y ejércitos de “usuarios” de redes sociales, que no dudan en utilizar la falsedad o la tergiversación para imponer su relato. Toda una maquinaria dedicada a invisibilizar las perspectivas disidentes y a generar un ‘pensamiento único’, una uniformidad de opinión. Para ello trabajan principalmente afectando a las emociones, con campañas del terror, y no dudan en recurrir a mentiras, deformaciones de la realidad u omisiones.

El Ciudadano es un pequeño medio autónomo que siempre ha tenido como consigna “romper el cerco informativo” que nos imponen los poderosos… Es por esto que:

En el escenario chileno, creemos prioritario sumarnos a difundir el trabajo de la Convención Constitucional. Entendemos que una nueva constitución no es la panacea que resolverá todos nuestros problemas ni una varita mágica que cumplirá todos nuestros anhelos, pero es fundamental para eliminar los cerrojos institucionales impuestos por la Constitución de 1980. Evidentemente esta propuesta de nueva carta magna no cumple el 100% de las expectativas de los movimientos sociales, pero es un avance gigante en comparación con la que actualmente nos rige (Pinochet-Lagos). A partir de mediados de mayo, ya contamos con un borrador de la nueva Constitución, por lo que nos sumaremos a la tarea de dar a conocer su articulado, así como apoyar la formación en todo Chile de comandos por el Apruebo en el plebiscito de salida (4 de septiembre de 2022).

Pensamos que la misión de las izquierdas y los movimientos sociales no es concentrarse en torpedear al actual Gobierno (de eso se encarga la Derecha y el empresariado), sino que es construir una fuerza popular autónoma, reformista-revolucionaria y antiimperialista, capaz de incidir en la toma de decisiones a todo nivel, de confrontar al Capital y de elaborar un modelo de desarrollo democrático-solidario y eco-feminista. Un poder popular que vaya modificando la correlación de fuerzas en beneficio de la clase trabajadora y de los sectores más humildes y postergados de la sociedad, y que tenga la capacidad de fiscalizar el cumplimiento del programa del gobierno que lidera Gabriel Boric. Como hemos dicho muchas veces, las transformaciones que deseamos requieren caminar con ambas piernas: desde la institucionalidad, colocando cuadros capacitados en cargos públicos, y desde la sociedad civil, auto-organizando el contra-poder proletario, del ciudadno a pié y de la gente común.

En el terreno internacional, pensamos que es importante dar a conocer la versión rusa y no alineada (o neutral) sobre el conflicto en Ucrania, las cuales son omitidas por los grandes medios de comunicación (que solo entregan la visión del gobierno ucraniano y de la OTAN), así como abogar por la desescalada de las hostilidades y por la búsqueda de una solución diplomática a la crisis, que pasa por superar la trasnochada visión excluyente y confrontacional de la OTAN y dar paso a una nueva configuración de seguridad paneuropea.

Saludamos el buen pronóstico para las candidaturas progresistas de Gustavo Petro en Colombia y de Lula en Brasil, así como felicitamos la valentía de AMLO en México, quien ha conseguido nacionalizar el litio y enfrentarse al gobierno estadounidense por pretender excluir a Cuba, Nicaragua y Venezuela de la próxima Cumbre de las Américas, postura latinoamericanista que ha sido compartida por el presidente Luis Arce, de Bolivia, y la mandataria de Honduras, Xiomara Castro, entre otros.

No queremos terminar este editorial sin hacer un homenaje a Shireen Abu Akleh, periodista palestina del canal Al Jazeera, asesinada presumiblemente por militares israelíes, y a Francisca Sandoval, comunicadora popular chilena -de Señal 3 de La Victoria-, muerta por un disparo de delincuentes amparados por carabineros.

El Ciudadano

Foto de cabecera: Imagen proyectada en un edificio ubicado en Santiago de Chile.

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