En el Centro Cultural La Moneda: La exposición «África» y la cuestión colonial

Entre hoy 1° de agosto y el próximo 24 de noviembre estará abierta al público la importante exposición “África. Obras de Arte del Museo Etnológico de Berlín”, curada por el Dr. Peter Junge. La iniciativa busca superar la mirada colonialista prevaleciente sobre dicho arte, pero levantando también varias preguntas en torno a la relación colonial.

La exposición «África. Obras de Arte del Museo Etnológico de Berlín«, que desde hoy y hasta el próximo 24 de noviembre estará abierta al público en el Centro Cultural del Palacio de La Moneda, es una oportunidad única de conocer creaciones señeras de países como Angola, Congo, Tanzania, Camerún, Gabón, Mozambique, Zambia, Sudáfrica, Zimbabwe, Malawi, Nigeria y Ghana. Pero es también una invitación a cuestionar las mediaciones en nuestras relaciones culturales con dicho continente. En efecto, esta exposición tiene un sesgo muy particular y loable, pues busca desmontar la visión colonialista que prevalece sobre el arte africano. Pero ¿en qué medida puede lograr este objetivo una exposición organizada desde la misma metrópolis?

La visión colonialista, irradiada por Europa para materializar sus propias ansias de dominio, consta de cuatro lugares comunes que el curador de la exposición, Dr. Peter Junge, se apresura en refutar en su interesante conferencia del martes pasado: 1. el arte africano no es uno sólo, sino diverso, siendo el continente un mosaico de sociedades y culturas diferenciadas entre sí; 2. este arte no es netamente tribal ni artesanal, sino que obedece más bien a una autoría individual; 3. tampoco es primitivo, pues consta de una larga tradición que ignoramos sobre todo debido a que el clima impide la conservación de las piezas; 4. Este arte no es sólo mágico o religioso, sino que también responde a motivaciones políticas, jurídicas, educativas o de diversión, entre otras.

Para complejizar la visión simplista, exotizante y subalternizante del arte africano que promovió la etnografía clásica, Peter Junge ha dividido la exposición en dos grandes salas que constan de diferentes secciones. Estas secciones tienen temáticas propias, pero que remiten también a otras cuestiones. En la sala “Arte y poder”, por ejemplo, las piezas finamente labradas incluyen cabezas y otras figuras conmemorativas de reyes y reinas, placas en relieve que adornaban las columnas de los palacios y una serie de objetos asociados al mando, tales como bastones, cetros, anillos de cuello, brazaletes, espadas, tambores, botellas, cuernos para beber y otros recipientes.

Esta organización con énfasis político, sin embargo, admite otras entradas. Sobresalen aquí la existencia de un arte cortesano cuyos productores gozaban de reconocimiento social, así como las interacciones regionales e intercontinentales que pueden subyacer a la conformación del arte africano, en especial tomando en cuenta el arte de latón de Benín y su relación con el comercio portugués desde el siglo XV.

En la sala “La imagen del hombre”, en tanto, un conjunto de tallas en madera nos muestra cómo se representaba “La forma humana”, título de la sección correspondiente, en objetos sagrados como las figuras de poder, los relicarios o las figuras de ancestros. Pero, además, resalta una colección de sorprendentes máscaras tanto antropomorfas como zoomorfas y abstractas. Algunas de ellas nos confrontan a las relaciones entre magia, poder y performance porque los Quifons, consejeros del rey agrupados en sociedades secretas, las usaban representándose de forma amenazante para contrapesar el poder regio.

Junto a lo anterior, la sección “Prestigio y belleza” exhibe una vasta producción textil compuesta de faldas, chales, esteras, delantales, velos nupciales, cinturones y blusas, mientras que “Una mirada contemporánea” reúne las obras de dos fotógrafos sudafricanos de hoy, Nontsikelelo Veleko y Pieter Hugo, que dialogan con las demás producciones artísticas de la sala en materia de figuración, atuendo y apariencia.

Así, nos encontramos ante una propuesta expositiva sugerente, de gran interés y relevancia por su temática, por su apertura de perspectivas y por los diversos ejes que la recorren y que el propio público puede construir. Una exposición que se acompaña además de actividades como el mencionado encuentro con el Dr. Peter Junge, dos ciclos de cine sobre África a realizarse en la Cineteca Nacional, espectáculos, talleres artísticos y una muestra en la Zona Interactiva Mustakis destinada en especial a un público infantil, sin olvidar el catálogo y la muy valiosa exposición virtual.

No obstante lo anterior, «África. Obras de Arte del Museo Etnológico de Berlín» es también una exposición que nos deja preguntas acerca del opaco y controvertido origen colonial de las obras exhibidas, acerca de la constitución de un patrimonio cultural que no está beneficiando a los países africanos, acerca del neocolonialismo que puede entrañar el énfasis en la noción occidental de autoría individual y acerca de cierto sacrificio, en el discurso curatorial, de los aspectos estético-cosmogónicos en beneficio de tópicos mundanos como la política y la vida cotidiana, entre otras muchas interrogantes.

Pues África no es ni nunca ha sido un lugar tan sólo para conocer, sino ante todo un lugar para imaginar, soñar y reinventar. El afuera primordial de Occidente, porque Etiopía rima con Utopía y tal es la visión que entre barco y barco esclavista construimos desde América. Y porque el tiempo de África vendrá, dice el camerunés Achille Mbembe, y este tiempo depende del “encuentro entre las disciplinas de la imaginación, los reservorios simbólicos de nuestras culturas y los recursos de lo maravilloso y del pensamiento crítico” (*). Un tiempo por venir que, a despecho de la expoliación simbólica, cada pieza exhibida en la muestra volverá sin duda a desplegar.

(*) Achille Mbembé. «Le temps de l’Afrique viendra«. Le Point, 11/02/2013.

África. Obras de Arte del Museo Etnográfico de Berlín

Centro Cultural Palacio de La Moneda, 1° de agosto al 24 de noviembre de 2013

Metro estación La Moneda, Santiago de Chile

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Por Carolina Benavente Morales

El Ciudadano