Lavín sale arrancando de estudiantes de universidad que prometió no acreditar

El hecho tiene algo de simbólico: Cuando los dueños de las universidades privadas festejan 30 años del negocio que han hecho con la educación, los estudiantes de una de las universidades tradicionales más pobres irrumpen en el cóctel y el ministro de Educación que apuesta por profundizar la privatización de la educación superior debe salir […]

Por Mauricio Becerra

07/06/2011

Publicado en

Educación

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El hecho tiene algo de simbólico: Cuando los dueños de las universidades privadas festejan 30 años del negocio que han hecho con la educación, los estudiantes de una de las universidades tradicionales más pobres irrumpen en el cóctel y el ministro de Educación que apuesta por profundizar la privatización de la educación superior debe salir arrancando.

Estaba toda la gerontocracia del sistema de educación privada chileno celebrando los 30 años de las universidades cuya vía de ingreso es un cheque bajo el brazo. Se iba a lanzar el libro “El aporte de las universidades privadas al país”, producido por el neoliberal centro de estudios Libertad y Desarrollo (LyD).

Estaban el ministro Joaquín Lavín, dueño de la Universidad del Desarrollo, los rectores José Pedro Undurraga (Universidad de Las Américas), Rolando Kelly (Universidad Andrés Bello), Ernesto Silva (Universidad del Desarrollo), Rubén Covarrubias (Universidad Mayor), Andrés Benítez (Universidad Adolfo Ibáñez), Orlando Poblete (Universidad de los Andes) y Fernando Montes S.J. (Universidad Alberto Hurtado). “Acá están los actores más relevantes que han modificado el panorama de la educación superior chilena” -dijo el ministro en su discurso ante tan empingorotada concurrencia.

También estaba la ministra de Educación de Bachelet, Mónica Jiménez, quien recibió un jarrazo de agua hace algunos años luego de hacerse la lesa ante las demandas de una estudiante secundaria.

Luis Larraín, director ejecutivo de LyD, dijo complaciente que el sistema educativo privado pasa hoy por su mejor momento y que dichas casas de estudio son uno de los principales vehículos de movilización social.

El libro lo prólogo Alfredo Prieto, ministro de Educación de Pinochet entre 1979 y 1982. Lavín, en su discurso, festinaba con el sistema que le permitió montar su negocio educativo. Dijo que las universidades privadas están llenas de innovaciones en la forma de enseñar y aplaudió su rol en la elaboración de las políticas públicas. Donde los estudiantes ven una crisis de la educación superior, Lavín observa la necesidad de “una vuelta de tuerca”.

Pero a la ceremonia, realizada en el Centro Cultural Gabriela Mistral, llegaron los no invitados ni a las universidades ni al festejo: Los estudiantes de la Universidad Tecnológica Metropolitana (Utem), de cuya casa de estudios el ministro hace pocas semanas había dicho que no metería a algún hijo a estudiar allí y que se preocuparía de no certificarla en el próximo proceso de acreditación.

La Utem es una de las universidades que reciben a los estudiantes de más bajos ingresos, quienes no pagan los aranceles que superan los 3 millones de pesos anuales que llegan a cobrar los centros de estudio que hoy festejaban la treintena. La misma Utem que fue protagonista del programa de TVN, «Esto no tiene nombre», y que recibe sólo un 4 por ciento del Estado de su presupuesto. Pero eso jamás lo dijo el programa de la televisora estatal.

Los estudiantes increparon al ministro y lo empujaron de la sala. Más de alguno le pegó un cacha mal, se dice que recibió un escupo y que casi cae al suelo. El ministro bajó su habitual sonrisa, se escabulló y ni Kelly ni Silva ni Covarrubias ni Poblete le prestaron ropa.

Los estudiantes simplemente le pedían la renuncia. «Voy a hacer todo lo posible para que no obtengan la acreditación a fines del 2011» -dijo Lavín a TVN, frase que en cualquier lugar del mundo le costaría el puesto. Incluso, consultado por Canal 13 si acaso dichas palabras no cabía interpretarlas como una provocación a esa comunidad universitaria, se corrió diciendo que “las ideas o las afirmaciones no son provocaciones”.

En horas de la tarde Lavín, ya alejado de la ‘horda estudiantil’ y protegido en los reductos de La Moneda, dijo que “si piensan que con esto me van a asustar… en absoluto. Yo tengo que cumplir una misión como ministro de Educación que es mejorar la calidad (…) tenemos que hacer la reforma de la educación superior”.

Por Mauricio Becerra R.
El Ciudadano

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