Fernando Báez, bibliotecólogo: “El cierre de Megaupload es casi como regar el desierto del Sahara”

Fernando Báez lleva años siguiéndole la pista al patrimonio cultural de la humanidad y el acceso al conocimiento

Fernando Báez lleva años siguiéndole la pista al patrimonio cultural de la humanidad y el acceso al conocimiento. Cuenta que sus motivos quizás tengan que ver con enfrentarse a la biblioteca de San Félix, el pueblo de su niñez en la Guayana de Venezuela, inundada por el río Caroní, uno de los afluentes del Orinoco.

Fernando es bibliotecólogo, poeta, ensayista y novelista venezolano. Además es Licenciado en Educación, Doctor en Bibliotecología y reconocido por sus trabajos sobre la destrucción de libros y recientemente por su investigación sobre los destrozos que la invasión de Irak de 2003 en el patrimonio, temas que ha compartido en ‘Historia de la Destrucción de Libros’, ‘La destrucción cultural de Irak’ y ‘El saqueo cultural de América Latina’.

Quisimos saber su opinión sobre las virtuales restricciones al compartir archivos a través de legislaciones que penalizan la descarga de archivos. Todo desde una perspectiva histórica.

En su calidad de autor ¿cómo ve usted el tema del libro flujo de contenidos en Internet de manera que respete el trabajo, muchas veces de años, de los autores, así como también un conocimiento compartido por la humanidad?

– Como cualquier profesional, el autor (al igual que el médico, el comunicador social, el obrero, el profesor), es sujeto de derechos y deberes. En mi caso, tengo un compromiso social, defiendo un socialismo utópico que no le hubiera gustado a Friedrich Engels, pero yo no tuve la ventaja como él de ser hijo de un industrial; yo no ejerzo el comunismo de salón, no me interesa poner una franquicia de izquierda con todo y oficinas en la sede de algún gobierno (y cuando lo he intentado ha salido mal por eso mismo); la izquierda la aprendí en la calle, no sin dificultades propias a los prejuicios de una generación fragmentada. He tenido una vida dura, y he trabajado durante años desde que tengo memoria, he sido corrector, vendedor de enciclopedias, librero, fui director de un diario de provincia que quebró a los meses, y me gusta el mundo del libro y de la prensa. Siento que si me pagan por escribir un libro es lo máximo, me siento contento porque puedo ayudar a la educación de mi hijo, comprar libros, viajar por destinos exóticos a donde sólo van los viajeros y no los turistas, ayudar a los amigos, compartir. Los escritores somos seres humanos, y es natural que como parte de un gremio pida simplemente que no nos dejen por fuera del debate y nos permitan vivir decentemente.

Desde una perspectiva histórica ¿qué ha pasado cuando los poderes inventan legislaciones que impiden el libre flujo del conocimiento?

– No ha pasado nada que no estuviera pasando. Bastaría advertir, en cualquier caso, que nunca ha habido un libre flujo del conocimiento: siempre ha sido una cuota del poder, los primeros archivos de la humanidad estaban destinados al control religioso y a la reivindicación de la propiedad en Mesopotamia y en Egipto. Los primeros escribas fueron sacerdotes dedicados a la administración de los bienes del templo, luego los escribas fueron esclavos de grandes monarcas, en la Edad Media y el Renacimiento eran monjes de nuevo, luego editores esclavizados por acreedores (no olvidemos que Gutenberg fue embargado y murió lleno de deudas). Después pasaron a ser talentos al servicio de mecenas religiosos o militares en los siglos XV hasta el siglo XIX, luego amanuenses de las corporaciones y universidades en el siglo XX y XXI y muy pocos (poquísimos) lograron romper esa cadena y expresar una información que pudiera realmente llamarse libre en 5.500 años de escritura. Desde el siglo XVI, el conocimiento es además un producto, en el capitalismo cognitivo la noción de mercado apunta hacia la apropiación del conocimiento como valor de utilidad ambiguo negociable; sin embargo, Internet no estaba en la mente de Karl Marx ni de Adam Smith y supone retos de pensamiento sobre la marcha. Me alegra que en la sociedad tengamos este debate y recomiendo no prestar atención al ruido sino a las propuestas concretas en términos prácticos.

¿Como ve usted las posibilidades que permite internet, como hoy la conocemos, respecto al libro flujo de conocimiento a través del dominio público de los contenidos?

– Es una transición en los medios de transmisión del conocimiento. Hay que tomarlo en cuenta porque a medida que crece el número de usuarios, que actualmente es de 2 mil millones de personas en su mayoría jóvenes, podríamos ver cómo se acelera, por una parte, la demagogia, y por otra, el intento de crear latifundios de datos. En un mundo en crisis como el que vivimos, es singular que se crea que Internet es un mundo aparte de lo humano: la verdad es que no deja de reflejar tensas situaciones colectivas. Hay muchas tendencias, muchos intereses, y en medio de todo una guerra cultural de consignas, propagandas, intentos de manipulación de datos, esfuerzos por establecer monopolios, debates sobre los objetivos de un proyecto que apenas tiene 40 años, muy poco tiempo para sacar conclusiones.

Además el ciberespacio es una tecnología que tiene un origen de uso militar…

– Sí, el año en que el hombre llegaba a la luna, en 1969, la Universidad de Los Ángeles de California (UCLA), el Instituto de Investigación de Stanford en San Francisco y el Pentágono crearon ARPANET, que es el origen de Internet, de modo que ante esta coordinación académica y militar no se puede ser inocente ni tampoco superficial. Hay grandes ventajas y grandes peligros, lo que ya se dijo cuando fue creada la televisión y los video juegos. Se ha naturalizado tanto que parece normal, pero es sorprendente su penetración y sus alcances. Internet crea adicción porque simplemente es alucinante.

¿Ve algún riesgo?

– Veo 2 grandes riesgos: el primero es la configuración de monopolios corporativos de núcleo duro que controlen la dirección de la información, ante un usuario consumidor. Lo otro es el control estatal que anuncie el libre acceso de los contenidos, siempre y cuando no le afecten sus intereses. Una situación curiosa que me llama la atención: los chinos, con todo y sus excelente dispositivos de seguridad y confiados además en el esfuerzo de la transferencia tecnológica, han sido transculturados por completo y por eso hay niveles de preocupación dado que han captado la esencia de la guerra cultural, que no querían estudiar porque una generación entera de analistas no entendía lo que estaba y sigue pasando. Los chinos son astutos, pero ahora están atrapados en la maquinaria de la globalización.

 

El cierre de Megaupload significó la pérdida de millones de contenidos de información (y no solo con derechos de autor, sino que también mucha gente subía contenidos para compartir en dicho portal)

– Estoy seguro de que el cierre de Megaupload se debió a una lucha con un competidor de suministro de contenidos más que una acción policial organizada. Yo me dedico a investigar y no a especular sobre estos temas. Son luchas entre bandas de lobos disfrazados de ovejas que quieren tomar el control del tráfico ilícito de datos, de extrema relevancia en las décadas que vienen para el dominio y la ingeniería de penetración cultural que opera: unos y otros se acusan entre sí para sacar de en medio a los rivales y a las policías corruptas del mundo les viene muy bien esta sensación popular de combate a lo que llaman piratería. No es simple piratería, un término banal, porque quienes acusan a los piratas informáticos son generalmente corporaciones inescrupulosas que corrompen estados para consolidar su monopolio de ventas y explotación de productos; quienes atacan a los piratas informáticos se mueren por contratarlos a su servicio; quienes combaten a los llamados piratas son operadores que cobran por datos utilizados; quienes acusan a los piratas son policías desmanteladas y fragmentadas que no vacilan en participar en escuchas ilegales o proteger a criminales a cambio de dinero.

 

Hay quienes han llegado a comparar dicho cierre con la destrucción de las bibliotecas o las quemas de libros.

– Esto es algo que va más allá: Megaupload ha destapado, como lo hizo Wikileaks, el inmenso tráfico ilícito de datos vigente, un negocio lucrativo que no tiene nada que ver con el encomiable deseo que tenemos muchos de socializar las fuentes del conocimiento y democratizar los contenidos para favorecer la investigación. La corrupción ha llegado a todas partes, y el cierre de Megaupload es casi como regar el desierto del Sahara con un gotero: sus competidores tienen respaldos que venderán y multiplicarán sus ofertas porque hay demanda. De modo que no es comparable a la quema de libros: hace poco se destruyó casi toda la Biblioteca de la Academia de Ciencias de Egipto y no había ningún respaldo, en medio de un silencio cómplice sobre sus responsables.

 

Mauricio Becerra R.

@kalidoscop

El Ciudadano

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