Guillermo Gayo: «Entender el tiempo y construir con materiales naturales son parte de una misma búsqueda»

Entrevista a permacultor paraguayo creador de la Escuela de Construcción con bambú Takuara Renda.

Guillermo Gayo

Dos día antes de comenzar el nuevo siglo, Guillermo Gayo se tomó la mañana para plantar dos pequeños bambús en su terreno de cuatro hectáreas recién adquirido. Hastiado de la ciudad se había esmerado por encontrar un sitio como ese, rumbo a ninguna parte, donde se viera obligado a construir con los materiales del lugar. Así dio con Cerro Roké, población rural a 90 km de Asunción, fundado sobre la cumbre de una colina cuyo camino principal avanza entre mangos y bananos hasta dar con un precipicio selvático impenetrable.

Entre los floridos ranchos asoman vecinos que saludan en guaraní: ¿Mba’éichapa? -¿Hola cómo estás?-, mientras arrean sus inmensas vacas o revisan los desperfectos de sus motonetas livianas utilizadas para subir y bajar el cerro. Las hormigas muestran su agudeza con obras que alcanzan hasta los noventa centímetros de altura. Estos hormigueros sirven a los humanos para conseguir arcilla sin necesidad de destruir el suelo. Sí un día cae un árbol, en media mañana las termitas ya han descascarado su esqueleto y al bajar la tarde el árbol desapareció por completo. Así funciona la vida aquí.

Para contarnos su historia Guillermo nos recibe en su cabaña pentagonal habitada por muebles, cajas y documentos que no dejan mucho espacio para moverse. El lugar es sencillo. Estructura de bambú, techo de totora y ventanas forradas con plástico grueso. Afuera vemos estacionada su camioneta que cuenta con una parrilla montacarga fabricada completamente de bambú. Uno de los vecinos arregla parte de la cubierta de la choza que liberó un goterón durante el último diluvio. “Veinte años de diluvios le pasan la cuenta al techo”, explica.

Guillermo, ¿Qué es Takuara Renda?

-Es un espacio de trabajo que nació con el propósito específico de experimentar con la takuara (nombre guaraní del bambú) y luego se fue transformando en una especie de escuela demostrativa de diseño en permacultura, con énfasis en el trabajo agrícola, uso de residuos, reciclaje, reutilización, diseño de procesos, y construcción con materiales del entorno. Es una escuela abierta y libre. Acá recibimos gente que quiere aprender y a cambio le pedimos que colaboren con la mantención del lugar; que trabajen en la huerta, cortar leña, limpiar baños, cocinar. También desarrollamos cursos específicos dos o tres veces por año que implican un trabajo más intenso, damos alimentación y alojamiento; y para esos sí cobramos una cuota que nos permite comprar materiales que lleven a cabo el asunto.

takuara

-¿Cuáles son los beneficios de la construcción con takuara?

-Primero debemos saber que la takuara, también llamada bambú, caña o guadua, es una planta autosustentable si la dejas funcionar. Existen alrededor de 300 especies en el mundo y en Sudamérica crece en abundancia. Por sus cualidades para proteger las aguas, conserva especies de plantas, animales e insectos. También es fundamental para cuidar las márgenes de los ríos y combatir la erosión. En cuanto a la construcción, la takuara permite el trabajo a escala humana. Es un material liviano que no depende de una tecnología costosa para ser utilizada. Con serrucho, perforadora de mano y destornillador puedes armar una casa. Esta cualidad hace que ahorres energía y tiempo. A la vez es de fácil comprensión para quienes están recién llegados al área de la construcción.-

Antes de llegar a Paraguay la vida de Guillermo fue un símil de su natal pampa argentina: En apariencia tranquila pero con horizonte incierto. Estudió primero en La Plata hasta que cerraron la facultad durante la dictadura. Luego retomó en Mar del Plata donde creó una oficina de arquitectos junto a sus compañeros. Metido entre constructoras, planos y máquinas, en poco tiempo se sintió atrapado. Cuenta que de una extraña manera las injusticias que él veía durante las dictaduras le llevaron a poner atención sobre la herencia de los pueblos originarios. “Quizás por una necesidad espiritual”, dice. Así conoció el Tzolkin (calendario maya), desde donde comenzó a desatar su imaginación a partir del estudio de ‘el tiempo’ esa variable inevitable que rige nuestra existencia.

Con todo este enredo en la cabeza, a mediados de los años noventa partió junto a su mujer e hijos a trabajar al Paraguay, tierra donde el indeleble calor húmedo permite la existencia de cañas en abundancia. Las hay de todos tamaños y formas. Tanto que pueden llegar a medir hasta 30 metros de altitud y 40 centímetros de diámetro.  Ahí recordó los consejos de un colega que hace años le había mencionado apasionadamente que la Takuara era uno de los mejores materiales de construcción existentes en el planeta. Con el tiempo todo calza.

Exento de prejuicios, en sus tiempos libres Guillermo decidió armar estructuras a su modo, luego algunos muebles. En pocas semanas otro colega le solicitó ayuda para construir un meditódromo (lugar para meditar). En este primer intento el hombre cometió todo tipo de barbaridades. Cortó mal el bambú -fuera de época-, algunas cañas se quebraron al ser unidas e incluso a varias les salieron bichos. Errores que en vez de ahuyentarlo le generaron una encantadora obsesión.

takuara1

Antes de comenzar el nuevo siglo, su mujer y sus hijos veían cómo Guillermo ya estaba imparable con lo de la takuara. Por medio de Internet supo de la existencia de una red de bambuceros brasileños con los cuales se contactó de inmediato. Conoció la obra del colombiano Oscar Hidalgo, leyó las investigaciones de Frei Otto. Y si a esto le sumamos su incesante búsqueda espiritual vinculada al estudio del Tzolkin, tenemos como resultado un personaje que, a ojos del sentido común, en pocos años pasó de ser un ‘correcto oficinista’ a un auténtico ‘loco de remate’.

-Por una parte estabas metido en lo del bambú y por otro lado te sumergiste de lleno en estudiar el Tzolkin ¿Qué pretendías con esto?

-Al trabajar en la construcción uno comprende que el ser humano probablemente es el único animal que hoy no nace exactamente con la idea y la conciencia para armarse su propio hábitat. Regala esa parte fundamental de la existencia a un grupo particular especializado en la creación de hábitat, condicionado por la industria de la construcción que vela por sus propios intereses y no por los del hábitat humano. Entonces metido en eso me puse a buscar alternativas hasta dar con la cosmovisión de los pueblos originarios. Entendí que debía salir de la ciudad para experimentar y desarrollar mis habilidades de transformar la materia. Ambas búsquedas, la de entender el tiempo y de construir con materiales naturales eran parte de una misma búsqueda. Y creo que toda búsqueda es algo profundamente espiritual.

-¿A qué te refieres cuando hablas de entender el tiempo?

-Conocer el Tzolkin me llevó a entender que el tiempo es la principal variable que rige la existencia. Es el ritmo lo que define la frecuencia de vibración de la materia. Si elevas la frecuencia de vibración de una silla ésta se vuelve más liviana hasta desaparecer. En la variación del tiempo está la creación y sus dimensiones de existencia. El ambiente de la mente es el tiempo. Según lo que hacemos con el tiempo podemos liberarnos o someternos, podemos producir mucho o hacer nada. Podemos vivir o morir.

-¿Y cómo comenzaste a aplicar ese nuevo pensamiento en tu trabajo?

-Uno puede entender la existencia y no hacerle caso. En la práctica muchas veces la imposición social es más fuerte que la convicción personal y así se multiplican todas las enfermedades modernas, las depresiones, las tensiones sociales. Yo decidí hacer caso a esta búsqueda. Asumí la filosofía del surfista aficionado que para llegar a su objetivo primero compra una tabla, luego consigue un traje, va a una buena playa, espera la ola, se sube a la ola ¿y luego? Nada. No hay meta, no hay ganancia material. Solo disfrutar y empezar de nuevo. Esa metáfora me cerró. Si siento que estoy disfrutando no me pregunto muchas cosas. Entonces disfrutamos de construir el espacio para que esa experiencia exista.

pared con takuara

-Se trata entonces de manejar el instinto…

-El tema es el tiempo. Cuando uno dice ‘estoy haciendo un proyecto que en 30 años sabré si está bien o está mal’, lo más probable es que te digan: ¡Ah este tipo está completamente loco! Pero el instinto de subsistencia no se equivoca. Manejar ese mensaje que es la emoción. Aprender a interpretarnos antes de actuar. Cuando veo algo que me horroriza soy consciente que mi cuerpo me dice ¡cuidado hay algo que horroriza!, entonces el horror lo puedo manejar. Así también puedo manejar el miedo, el odio, la envidia, la avaricia, el ego. Por ejemplo, elegir un producto en un supermercado es una decisión tan grande sabiendo que las cosas vengan de distintos lugares. En ese paseo por el supermercado surgen las tentaciones, los gustos, las necesidades contingentes. Y cuando hacemos la elección del producto, la hacemos sintiendo un propósito que ni siquiera entendemos. Ahí olvidamos que nuestras decisiones influyen en la vida de los demás. Mi instinto me dijo que cambiando la forma, el lugar y la armonía del hábitat podemos recuperar ese ser más armónico donde nuestras decisiones tienen que ver con nuestra verdad. Y la llave es actuar, poner manos a la obra.

-¿Qué crees que nos hizo olvidar ese hábito de construir nuestro propio hábitat?

-Cuando llega el momento en que es necesario la aparición de los animales es necesario bajar la cantidad de oxígeno y subir la cantidad de carbono, en ese momento surgen los depredadores donde se suma el ser humano. Cuando alguien decidió mostrar poder a través de su propio hábitat hizo las grandes construcciones que le permitían continuar con el hábito depredatorio. Y así se llega hasta el actual momento donde las ciudades son construidas en función del aparato productivo regido por el antiguo ánimo de depredación.

-¿Y cómo se revierte esto?

-Hay que romper con el cuadrado como forma rectora. El cuadrado surge en la naturaleza cuando esta comienza a morir, a decrepitar. Cuando ya no tiene un servicio biológico en este plano. Ahí la naturaleza muestra ángulos de noventa grados. Fíjense en la corteza de un árbol tras un incendio forestal, recién ahí aparecen los cuadrados. En algún momento las ciudades se formaron alrededor del castillo que cuida, manda, distribuye y se fueron agregando hacia afuera. Luego se replicó en nuestros territorios. El caso más aberrante es la ciudad de La Plata: Un damero atravesado por diagonales que buscan otorgarle dinamismo. Latinoamérica está construida en mallas cuadradas dibujadas desde Europa con afán simple y llano de control.-

interior casa takuara

Pocos meses después de que Guillermo plantara sus primeras takuaras en el nuevo terreno, le llegó una invitación para hacer un taller sobre construcción con materiales naturales a una comunidad indígena en Brasil. A partir de esa experiencia entendió que el propósito era capacitar a personas para que pudieran tomar su propio camino de autoeducación. Con el tiempo comenzaron a llegar voluntarios a trabajar con él en su terreno; entonces organizó más talleres con esmero metodológico.

Entre facilitadores y aprendices construyeron una gran cocina comunitaria, un par de cabañas para alojamiento, habilitaron terrenos de cultivo, un baño seco, bodegas, talleres, muebles, cajones para compostaje, estanques para almacenamiento de aguas lluvia, reforestaron el terreno. Se corrió la voz entre los busquillas del continente y a Guillermo lo comenzaron a invitar a diferentes partes en especial desde Brasil donde por primera vez escuchó hablar de permacultura. En una de estas andanzas también fue que conoció a Luciana y Rodrigo, pareja que actualmente trabaja junto a él en la mantención del terreno que ya cuenta con veinticinco hectáreas.

-A 15 años de haber plantado las primera Takuaras ¿qué conclusiones sacas en limpio?

-Primero, que cuando llegué esto era un pastizal pelado con algunas plantas bajas. Observamos, plantamos donde había que plantar, quitamos lo que había que quitar y hoy vemos este vergel tupido y algunos sectores incluso impenetrables de monte natural. Eso te demuestra que el planeta está en terapia intensiva. Hace 20 años empezamos a estudiar las proporciones del tiempo, con ayuda de los pueblos originarios, en ese entonces el planeta tenía una frecuencia de vibración de 7,2 Hrz, hoy tiene 13 Hrz. Es como un cuerpo que agarra fiebre y eleva sus palpitaciones. Por lo mismo debiera el planeta estar en terapia intensiva. Si tu poder de destrucción no lo empleas para reconstrucción, no sirve. El conservacionismo no sirve. Lo que debemos hacer es trabajar en la recuperación por medio de proyectos científico-tecnológicos.

-Y qué consejo darías a quienes desean implementar proyectos productivos ecológicos…

-Que antes que preocuparse de producir, de construir o de hacer talleres, lo fundamental es el agua. Tal como lo enseña el pueblo guaraní, la raíz de todo incluso de su idioma es el agua. Una vez entendiendo esto podemos comenzar a diseñar cómo obtener alimento, una casa, comodidades y lo demás. Otra cosa que por lo general se descuida es la comunicación, cómo dar a conocer el proyecto, qué mensajes quiere dar el proyecto a su comunidad, con qué objetivos.

casa takuara

-¿Qué hicieron ustedes en cuanto a la comunicación?

-Comenzaron a llegar vecinos para ayudar con el proyecto. Entonces surgió mi presunción de que yo era capaz de cambiar la vida de los campesinos para que hicieran lo mismo que yo. Y bueno, en poco tiempo esa pretensión completamente egocéntrica cambió. La importancia de la comunicación viene con el entendimiento del territorio donde estoy trabajando. No puedes aplicar la permacultura sin tener en cuenta que tu proyecto forma parte de un proceso histórico, cultural, político, en el cual estás metido junto a los vecinos de tu comunidad. Por eso cuando se habla de tecnología apropiada debemos preguntarnos ¿apropiada para qué y para quién? Lo apropiado para una persona que quiere controlar todo se convierte en una amenaza para todos. Estos conocimientos deben estar abiertos para que todos tengan acceso y a la vez para que se multipliquen las experiencias cada una en su contexto. Si para ti es mejor comer carne en el supermercado que trabajar la huerta, yo no puedo hacer nada más que seguir trabajando la huerta. El tema ahora es que vemos más gente trabajando en computadoras que en la huerta. Vivimos en un mundo de las separaciones todo el tiempo. Una cosa es hablar de la geometría sagrada. Otra cosa es acomodar mi cama en la geometría sagrada. Por lo mismo acá utilizamos proporciones que tienen que ver con la existencia misma, no que tienen que ver con la muerte. Debemos comenzar a pensar desde dimensiones superiores para elevar nuestra realidad hacia esas dimensiones. Esto implica todo el tiempo saltos al vacío. Ir a lugares donde aparecen cosas nuevas. Ir hacia donde parece más armónica la situación.

-¿Y cuáles han sido los saltos al vacío de Takuara Renda?

-Una metáfora física es la cocina con rueda que tenemos. Ahí está demostrado que no sabíamos hacia dónde íbamos a evolucionar. Sí sabíamos que teníamos que integrarnos a la tierra. Entonces entendimos que es mejor construir una obra que sea todo mucho más leve, más atemporal, y ahí uno se restringe a muchas cosas. Se restringe a la cantidad de material que uno mueve, a la gente que debe convocar, a las condiciones que hay que tener para recibir a la gente; busca que todo sea fácil de mover, y que sea fácil de transformar en otra cosa. Y así con la práctica cotidiana uno aprende lo suyo. Por ejemplo, si vos quieres saber cuánta energía está involucrada en una construcción lo único que tienes que hacer es pesarla. Una lechuga tiene noventa días de sol, el bambú cinco años, ¿y la piedra? Millones. No hay más misterio. Las termitas no son una plaga, su misión es bajar materia orgánica a los suelos para elevar el PH del terreno. Las hormigas no son una plaga, su misión es sanar terrenos enfermos removiendo la materia. Entonces ¿qué misión cumplimos nosotros?

taller takuara

-Esto tiene mucho que ver con la cosmovisión de los pueblos originarios. Habitar los lugares conscientes que la tierra no te pertenece si no que uno está al servicio.

-Así es. Pero como la cosmovisión de los pueblos originarios no se condice con la visión de las ideologías occidentales, la mayoría lo ve separado. Como si la cosmovisión fuera algo extraño. Fíjate con la cantidad de comodidades que existen, ahora la gente paga el gimnasio para tener un rato de incomodidad. La guerra por ejemplo ya no está hecha a escala humana, ahora eso lo reemplazan los deportes. Y la guerra que aflige al mundo es tema solo de los peces grandes que hacen lo que quieren con nosotros. Los de la escala humana solo participamos siendo parte de un proceso de consumo para alimentar un proceso financiero.

-¿Cuáles son los actuales desafíos de este lugar?

-El principal desafío es conseguir un punto en que la continuidad de Takuara Renda sea inevitable. Acá trabajamos dando servicios para humanos, tratamos de formarnos como habitantes del planeta. Y seguiremos trabajando para formar una masa crítica de este asunto. A medida que la gente empieza a querer trabajar en este tipo de proyectos, entonces el mundo va a cambiar. Las fuerzas que empujan en contra son infinitas. Y la oposición es como oponerse a un tren. Hay que tratar de integrar y creer en el día después. El sistema económico depredatorio es evidente y puede llegar a destruirnos. Quizás venga una gran catástrofe y debamos conseguir boletos para el arca de Noé. No sé. Hay que estar atento a lo que dicen los directores de cine. Siempre están un poquitito más adelante.

Por Juan Pablo Rioseco Díaz

Publicado originalmente el 8 de enero de  2016 en vamosalatierra.cl

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