Adelanto | Tenemos el arte para no morir de la verdad

«Si el proceso de volcar una idea en un papel sigue siendo algo purgante, fascinante y bello, estamos salvados»

«Siempre me involucro, busco entre lo que me tortura, entre lo que me inquieta, entre lo que me desvela», dijo Marcia Lo Feudo, artista multifacética que cuenta, entre su obra dispar, con el libro Cuentos sódicos (prologado por Laiseca). Aquí nos presenta su próxima historia, Cortes, raíces y peinado, que saldrá a la venta a fines de este año.

Por Lucio V. Pinedo

08/10/2015

Publicado en

Artes / Cultura / Entrevistas / Literatura

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Espejito, espejito

Ahí están los espejos. La Humanidad vivió indiferente, hasta que alguien, por primera vez, introdujo un espejo. La mitología lo explica con Narciso. Quizás entonces es cuando deba a empezar a computabilizarse el tiempo de nuestra Era, es decir, cuando nos enfermamos. Vanidad, pecado de pecados. «El reflejo de sí es una ilusión que no se debe perseguir, so pena de generarnos dolor», se advierte en la contratapa de Raíces, corte y peinado, una novela de la artista bonaerense Marcia Lo Feudo.

En comunicación con El Ciudadano, la escritora expresó:

Yo opino que en cualquier lugar, confín de este universo donde haya una persona con un papel y un lápiz, o con una máquina de escribir, tablet o teléfono con anotador, si el proceso de volcar una idea en un papel sigue siendo algo purgante, fascinante y bello, estamos salvados. El arte es la única ideología capaz de salvar al mundo de esta absurda confrontación, de este genocidio diario, de esta violencia injustificada. Comunicación, educación, expresión, arte y conciencia: son las armas para una nueva tierra. Yo creo en esa tierra, que verán generaciones futuras, en donde todo fluirá desde el respeto, desde la valoración del otro, del amor franco y del arte, en todas sus formas, como la manera más perfecta de comunicarnos.


La escritora y su obra

Sin título

—¿En qué indagás con esta nueva historia?
—Este libro fue casi una manera de hacer terapia. Había terminado con una relación muy importante, estaba desvastada, tenía problemas familiares, económicos, de todo tipo, y un escritor, después de llorar y de pasar las noches sin dormir, escribe. Y eso es lo que hice yo.

Formalmente, todo empezó con un cuento, un cuento al cual le vi un final tan abierto que terminó, después de cinco años, convirtiéndose en una novela de casi 200 páginas.

La columna vertebral de esta novela es la historia de una mujer de más de treinta años que se encuentra en una nueva etapa de su vida, que tiene que rearmarse y, para eso, empieza por su imagen exterior. Por eso, saca turno en la peluquería. Luego se da cuenta de que esa peluquería es más que un centro estético llamado Look, es un viaje, una máquina del tiempo, infierno, purgatorio, paraíso, oportunidad. Es muy autobiográfico, pero sostenido por una magia de lo cotidiano, por imágenes, por juegos de ida y vuelta, de ruptura de espacio, tiempo y, también, de narrador.

Yo, como escritora indago mucho sobre mí. Una vez, una profesora me dijo que si no me involucraba con mis escritos, no había nada. Y desde entonces, siempre escribo a partir de lo que me pasa a mí, sea yo la protagonista de la historia o no. Siempre me involucro, busco entre lo que me tortura, entre lo que me inquieta, entre lo que me desvela.

—¿A qué criterios estéticos personales responde?

—Desde pequeña, me sentí muy identificada con escritoras mujeres: Pizarnik, Orozco, Ocampo, Storni y, al mismo tiempo, leía Girando, Sartre, Kafka, Artaud. Pero hace poco, descubrí a una escritora excelsa, Clarice Lispector. Me compré muchas de sus novelas y libros de cuentos. Y mientras leía una de sus novelas, escribía la mía. Por supuesto me influenció inconscientemente, porque mi novela no es tradicional. No se puede contar «el cuentito» fácilmente. La estructura es una especie de Rayuela o de escalera caracol, no se sabe dónde empieza, dónde termina, y, a la vez, se puede leer cada capítulo como si fuera un cuento independiente del resto, aunque, claro, todo tiene un hilo conductor, pero, tan sutil, que casi es un hilo que conduce a un precipicio, sin advertencia.


Sinécdoque: un fragmento de Cortes, raíces y peinado (Editorial Tinta China)

«Predispuesta para el cambio, necesito ver en el espejo que algo en mí mutó para empezar una nueva etapa, o cerrar otra, como iniciar otro camino con zapatillas a estrenar. Una se aburre, siempre se aburre. A la mañana las mismas zanjas lúgubres debajo de los ojos, el pelo anárquico, los labios desérticos. Necesito maquillaje, peine, clips, colitas de pelo, fratacho, una máscara, un antifaz, una mortaja, una bolsa con dos agujeritos y al rincón. Pero a veces no alcanza. A mí no me alcanza y en la pelu pido turno como en el doctor.

Hoy me toca Andrés, explícitamente gay. Yo le aclaro que vengo por las raíces, el corte y el peinado. Me miro en el espejo un poco abstraída y me apiado de la mujer de pelo mojado, pollito mojado, librada a las habilidades de ese hombre que peina, que corta, que mueve el cabello para un lado y el otro.

Abro los ojos, en la peluquería Look no hay nadie. Estoy yo sola, hay un silencio de feriado, Andrés se fue, las viejas del color no están, ni la recepcionista, ni los secadores, ni las chicas esperando con las revistas, no hay nadie. Yo tengo una toalla en la cabeza, tengo frío, un frío que sopla adentro. Tanteo la puerta de la calle, cerrado, la llave brilla por su ausencia, busco mi bolso, mi celular, un teléfono. Se corta la luz, oscuridad sincera. Me miro en el espejo, ya no veo nada. Ya no soy nada».


Marcia Lo Feudo, primera persona

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Marcia Lo Feudo. Ph: Loruhama Teruya Rossi

Soy una persona en búsqueda, una persona que necesita sanarse a través del arte, a través de la lectura, a través de la escritura y, sobre todo, poder expresarme, establecer la conexión mágica con el público / lector que empatiza con lo que digo, con lo que vivo y con cómo lo vivo. Soy una artista (o espero llegar a serlo algún día), nada hippie, tremendamente organizada, puntual y que pago las cuentas antes de que se venzan. Soy muy ciclotímica, explosiva y reflexiva, soy varias Marcia en una. Soy una mujer que necesita volverse a enamorar del mundo. Soy una niña que está herida, pero que aún tiene ojos que juegan, y un alma intrépida que, a veces, vuela…y otras, sangra.

En cuanto a mi experiencia y formación, ¡es difícil ser breve cuando tengo más de 20 años de taco gastado en el escenario! Me formé en escritura, dramaturgia, locución, actuación, comedia del arte, drama, stand up, clown y soy Técnica Superior en Gestión Cultural. Y lo importante es no parar de formarse nunca, ¡me falta tanto aún! Di y doy talleres de escritura creativa y stand up.

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