El espacio como voluntad y representación

La ciudad modelada en las últimas décadas es fruto del ansia neoliberal por copar el espacio público y el sordo dejar hacer de los burócratas de turno

Por Mauricio Becerra

21/04/2009

Publicado en

Ciudad en ruinas

0 0



La ciudad modelada en las últimas décadas es fruto del ansia neoliberal por copar el espacio público y el sordo dejar hacer de los burócratas de turno. Las ciudades se han llenado de edificios de concreto y espejos y las empresas compiten por la torre que represente su identidad corporativa. Revisemos un par de tics de la arquitectura neoliberal antes que comiencen a ser ruinas.

La libertad de hacer y rehacer las ciudades ya no corresponden a un soberano ni a las dinámicas de la población, que sí sigue inventándola en sus márgenes, sino que a la industria inmobiliaria. Ella trastoca el paisaje, demuele y construye, define el destino de una edificación ,el tamaño de las veredas, las alturas, o sea, toda nuestra espacialidad.

Ya no estamos en los tiempos de los grandes parques soñados ni del falansterio de los utopistas del siglo XIX, la  reestructuración socio-espacial ocurrida tras dos décadas de puesta en práctica de políticas neoliberales han transformado la ciudad.

Se constata que dichas políticas han favorecido la segregación urbana y la pérdida de calidad de las prácticas democráticas locales.

La voluntad hegemónica del neoliberalismo podemos hallarla también en su materia concreta, en su tecnología e ideología de edificación. Vemos aquí el minimalismo de moda en las revistas de diseño y arquitectura; también el abuso del concreto.

LA FRIALDAD DEL CONCRETO

Según apunta Ignacio Ulloa, investigador sobre el desarrollo del diseño desde el siglo XIX: “Entre los materiales utilizados el concreto se presta para simbolizar racionalidad y funcionalidad, generalmente se aplica como expresión del material en todo su valor, se usa en edificios corporativos, bancarios u hospitales, donde se quiere demostrar el rigor de la funcionalidad y la firmeza del material”.

“Al concreto se le vio con la posibilidad de que a los materiales que están en torno a éste se les pudiera manejar desde un estilo purista –comenta Ulloa- Es decir, si se quieren destacar los valores clásicos o las características del concreto no se debe cubrir. Ha sido muy tímida la evolución del uso, y los primeros edificios de concreto están por dentro y por fuera revestidos de mármol u otros materiales; la idea de quitarle los recubrimientos y explotar el concreto es del movimiento Brutalista, vinculado con la racionalidad tecnológica”.

En el siglo XX el concreto comienza a usarse en el equipamiento de los edificios destinados para funciones administrativas, bancarias y de servicios públicos. La escuela de Chicago -señala el investigador- lo puso de moda como una posibilidad técnica para optimizar los equipamientos de los edificios que tienen capital financiero en todas sus manifestaciones.

Si hasta mediados del siglo XX el concreto estaba oculto en la estructura por un ropaje de diversos otros materiales, comenzará lentamente su visibilización. Ulloa comenta que fue quedando a la vista primero en elementos aislados constructivos, en columnas y muros, y luego ha ido ganado terreno al ornamento por su capacidad expresiva.

A lo más, al concreto se le cubre de espejos. Así, la opulencia es amplificada a kilómetros a la redonda.

También el concreto denota frialdad y firmeza, sueño político de la comunidad deseada por la gran empresa. Y, mucho mayor aún, su cualidad como material en tanto permanencia le hace sentido a la utopía neoliberal. Donde se levantan estructuras de concreto se anuncia un tiempo prolongado.

YO TENGO LA TORRE MÁS ALTA

El concreto también permite a los arquitectos de la ciudad neoliberal su expansión en altura. La solidez de dicho material no sólo permite su proyección temporal, sino que escudriñar también el viejo anhelo babeliano. No por nada fue un tema de mediados de los ’90 la competencia entre la torre de Telefónica y el edificio Marriot respecto de cual iba a ser más alto. La industria hotelera ganaría por pocos metros a la industria telefónica.

“Los edificios en torre son el prototipo de una ciudad neoliberal, donde el Estado ha dejado en los particulares el control del espacio público”, comenta Roberto Goycoolea Prado, director de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Alcalá de Henares, España, en una entrevista con Página 12.

Pese a que según comenta Goycoolea, las torres “no son más baratas de construir”, la ostentación medida en alturas se ha edificado con la mano los discursos de maximización económica y funcionalidad espacial.

La ciudad ha devenido en privada. los centros comerciales dan cobijo a los consumidores acosados con el discurso mediático del peligro de los espacios públicos. El paisaje ha sufrido también con estas construcciones. No hay intimidad y las sombras de los rascacielos se proyectan sobre las estrechas avenidas. Los largos muros de concreto que se extienden sobre la polis.

M. B. R.
El Ciudadano

Síguenos y suscríbete a nuestras publicaciones

Comparte ✌️

Comenta 💬