Editorial: Carlos Peña y el oficio de validar la ausencia de ética

Desde su púlpito, ningunea a los ediles tratándolos de “tumulto” y de presumidos. El tono displicente y burlesco de aquella afirmación no hace más que constatar el desprecio de Peña hacia la política, y sobre todo hacia la democracia.

Por El Ciudadano

Cada domingo el rector de la Universidad Diego Portales (UDP), Carlos Peña, publica su columna semanal a través de un conocido medio nacional. A pesar que ha tenido momentos de lucidez, como cuando criticó al Presidente Sebastián Piñera y su fotografía en solitario en la Plaza de la Dignidad, la mayoría de las veces han sido dedicadas a apoyar casi por completo al Gobierno y su actuar frente a la crisis sanitaria, y ha destacado su verborrea contraria a lo ocurrido el 18O de 2019. No obstante, la escrita este domingo 3 de mayo ha superado los límites de la decencia.

Carlos Peña es reconocido y aclamado como un intelectual de primera línea, ya que todos sus textos -incluyendo sus libros- se encuentran adornados y ensalzados por una serie de autores (hombres, por supuesto) que impiden en la mayoría de las ocasiones conocer de manera fehaciente su argumento y propuesta.

Por supuesto, este nivel de complejidad de sus artículos se basa en la pretensión de no hacer de éstos populares, ni mucho menos entendibles para ciudadanos comunes. Sin embargo, en reiteradas ocasiones, lectores eruditos y despiertos tampoco alcanzan a comprender sus textos, en los que campea el abuso de fuentes bibliográficas y donde no es fácil discernir si están bien empleadas o interpretadas las citas, ya que el rector solo se dedica a nombrar los autores.

En palabras de la politóloga argentina María Esperanza Casullo -cuando analizó el “complicado” resultado de las PASO en Argentina y el ánimo de superioridad de algunos politólogos para tratar de explicar lo que ocurrió-, “una buena regla para leer sobre política es que si el análisis es demasiado complicado, más que análisis en buena prosa, se trata de poesía creativa, o vernacular verso”.

Carlos Peña. Foto: Paula

Peña es tan complejo y sobrecargado en su análisis -casi al nivel de un furioso barroco- que sus textos, dirigidos a una élite intelectual, muchas veces son inentendibles y otras carentes de todo fundamento. No obstante, tienen el mérito de aparentar ser interesantes.

Las afirmaciones vertidas en su columna de este domingo 3 de mayo hacen dudar profundamente respecto de sus posiciones políticas, en apariencia liberales, puesto que cuestiona el principio de equilibrio de poderes -en una democracia profundamente desequilibrada como la chilena-, al denostar el rol de la Contraloría General de la República en la regulación del uso y abuso de las redes sociales por parte de las autoridades políticas, específicamente en el caso del ministro de Salud, Jaime Mañalich.

Pero fue mucho más allá. Se trata de una alabanza, sin precedentes, por parte de Peña a un ministro ineficiente, cuya ética está cuestionada no por la “ultra izquierda” sino por la propia acción del Colegio Médico, quienes hace ya algunos años lo expulsaron por mentir sin pudor respecto de las listas de espera en el sector primario de salud.

La gestión de Mañalich dista mucho de merecer apologías como las de Peña. No hay que olvidar que anticipó que el gobierno de China donaría mil ventiladores mecánicos, que luego fueron 500, y que en conclusión no existían pues el gobierno chino desmintió dicho aporte.

Finalmente, el cuestionado obsequio no se ha hecho efectivo, ya que solo han llegado poco más de cien ventiladores y -según antecedentes de público conocimiento- no sirven para la función que se espera de ellos. Mañalich también prometió que a fines de abril se comenzaría a construir un hospital modular en Cerrillos, posibilidad que también comienza a desvanecerse.

El rector de la UDP defiende a un ministro que ha propiciado sucesivas diferencias de opinión entre los expertos en plena crisis sanitaria, como epidemiólogos, infectólogos, bioestadísticos, ingenieros en sistemas y expertos en datos de prestigiosas universidades nacionales.

Es más, entre los párrafos de su columna se mofa del supuesto afán de protagonismo de la comunidad científica, denostando a los miembros de la Mesa Social de Datos Covid-19, ya que -en su parecer- sus miembros buscarían protagonismo en medios de comunicación. Esta destemplada acusación resulta paradójica tratándose de un rector de una importante universidad privada, cuyo objetivo es -al menos nominalmente- bregar por el desarrollo del conocimiento científico.

Hay que tener presente que el cuestionamiento de la comunidad científica al proceder de Mañalich y el Ministerio de Salud (Minsal) no es antojadizo ni banal. El Instituto Milenio Fundamento de los Datos, que agrupa a una serie de académicos y académicas de alto prestigio, decidió marginarse de la aludida mesa, instancia impulsada por el ministro de Ciencia, Andrés Couve.

Este hecho debe importarnos, porque el Instituto Milenio fundó su decisión en una serie de irregularidades y en la falta de transparencia en la entrega de datos por parte del Minsal. De hecho, se les hacía muy difícil elaborar proyecciones, lo que hace pensar que la aseveración de la periodista Alejandra Matus sobre la posible omisión de datos de fallecidos en marzo de 2020, puede ser cierta.

Es más, la propia Sociedad Chilena de Epidemiología denunció, por medio de una declaración pública de 1 de mayo, que el Ministerio de Salud informaba a la OMS solo los casos sintomáticos y no su totalidad. Esto es una falta de consideración con la verdad y con los procesos de toma de decisiones de política pública que puede dañar en forma permanente el prestigio de la autoridad sanitaria de Chile.

La semana recién pasada fuimos testigos de la teoría de la “meseta de contagios” anunciada por Mañalich. Antes de la “nueva normalidad” de Piñera. En ese contexto, el alcalde de Las Condes, Joaquín Lavín, decidió reabrir frente a las cámaras y una gran expectación pública el mall Apumanque. Estas teorías y hechos han sido vendidos por los medios como algo cierto y han promovido el retorno a la normalidad de actividades, lo que indudablemente ha influido en la explosión de contagios evidenciada en los últimos días.

Pese a las dificultades, la verdad se ha abierto paso, en parte, gracias a la presión de la fustigada comunidad científica, la que logró incorporar en los informes de avance de la crisis a la OMS, los casos de contagiados asintomáticos. Esto lo consiguió pese a la opinión contraria de Mañalich, en circunstancias que a nivel mundial la directriz es que -obviamente- los casos asintomáticos se cuentan, máxime si se considera que son los más peligrosos a la hora de expandir la pandemia.

Hoy la “meseta” de Mañalich y Piñera se parece más al nevado Ojos del Salado de la Cordillera de Los Andes, que a una llanura como la que ellos afirmaron. Nótese que el 80% de los nuevos casos detectados, pertenecen precisamente a la Región Metropolitana.

Carlos Peña, en su sesgada columna, se burla de la acción de los alcaldes, quienes han ejercido una posición bastante más activa y crítica que ha obligado al Gobierno a tomar medidas como la suspensión de clases y la imposición de cuarentenas, aunque estas sean parciales. Incluso, alcaldes de la propia coalición oficialista se han referido con mucha firmeza a la actuación del Ejecutivo, porque sufren en terreno y ven en el día a día las consecuencias de sus erradas decisiones.

Peña, desde su púlpito, ningunea a los ediles tratándolos de “tumulto” y de presumidos. El tono displicente y burlesco de aquella afirmación no hace más que constatar el desprecio de Peña hacia la política, y sobre todo hacia la democracia. Es un rasgo fundamental de la democracia el poder disentir en el espacio público y representar las diferencias. Si las sociedades comienzan a obviar y condenar el derecho al disenso, se camina sin retorno hacia el autoritarismo.

El equilibrio de poderes democrático, la facultad fiscalizadora entre las instituciones (control horizontal) y desde los ciudadanos (control vertical), es un principio democrático fundamental que debe ser respetado y no puede ser subestimado, menos por un “intelectual liberal” como Peña, salvo que él mismo esté promoviendo la suspensión de la democracia durante la crisis.

El poseer recursos económicos, intelectuales, ser hombre, heterosexual y blanco (en un sentido ideológico), le ha permitido un espacio destacado en la prensa durante muchos años.

Lo que preocupa es que alguien con tantos sesgos y tan poca disciplina intelectual, posea espacios de construcción de opinión pública, pero -por sobre todo- forme en una universidad a nuevas camadas de estudiantes chilenos.

Gráfica docaciones

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