Factores que contribuyeron a la pérdida histórica del poder femenino

En muchas regiones a principios de la época histórica, pervivían ciertas conductas y creencias que dejarían entrever que en la Prehistoria existió una sociedad en la que la mujer tenía un lugar preeminente en la sociedad: como la no vinculación del varón (las mujeres, tras relaciones sexuales libres y promiscuas, se cuidaban solas de dar […]

Por Wari

08/03/2010

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En muchas regiones a principios de la época histórica, pervivían ciertas conductas y creencias que dejarían entrever que en la Prehistoria existió una sociedad en la que la mujer tenía un lugar preeminente en la sociedad: como la no vinculación del varón (las mujeres, tras relaciones sexuales libres y promiscuas, se cuidaban solas de dar de comer y educar a su prole), las mujeres ejercían el sacerdocio en exclusiva, vivían en pacíficas y ricas aldeas dedicadas a la agricultura, a la realización de obras de arte y objetos de culto a la Diosa, a la celebración de rituales sagrados y ferias comerciales. Pero debido al acoso y a la violencia de pueblos saqueadores que las llenaron de terror, hubieron de cambiar sus actitudes pacíficas y permitir que los varones asumieran la defensa de sus propiedades, lo que provocó cambios profundos: como su plena dedicación a la procreación, a cambio de su disponibilidad sexual a una pareja masculina, que se comprometió a la consecución del sustento. Y este factor, interactuando con otros, hizo que sucumbiese su poder.

Vislumbraría los mecanismos que posibilitaron la evolución de la sociedad, la pervivencia de ciertos comportamientos de época arcaica y su transformación a principios de los tiempos históricos.
La familia matricéntrica, compuesta por la madre y los hijos, formaba una unidad económica autosuficiente: la madre proporcionaba los alimentos vegetales y los hijos los de la caza o pesca, por lo que era muy grande la influencia femenina en la sociedad. Ella desempeñaba el principal papel en el terreno económico, regía la estructura social y ejercía el poder.

Entre la madre y los hijos existirían lazos muy fuertes, mientras no existía vinculación varón-mujer, ni vínculos entre el padre e hijos (igual que pasa entre los primates). La razón principal estaría basada en el hecho de que el varón desconocía ser padre de sus hijos.

Son múltiples los testimonios existentes que corroboran la afirmación del desconocimiento de la paternidad en época antigua, por lo que se creía que la mujer era madre virgen: «… el sociólogo escocés (Mac Lennan) parte del supuesto de que la incertidumbre de la paternidad fue lo único que determinó la fase matriarcal.» (Espasa, Tomo 33, 1988: 1001). «En el grupo humano es sobre todo la madre la que aparece esencialmente como fuente de toda vida, de un modo particular en esa época en que la unión conyugal no existía de modo estable.» (Pirenne, 1982: 44).

Su expresión «como fuente de toda vida» referida a la madre, expresa la creencia arcaica de que la mujer sola creaba al nuevo ser, se creía que la reproducción era asexuada, no intervenía el varón, se realizaba por partenogénesis / virginal / hermafrodita / agámica / afrodita (afrodita = sin cooperación del sexo masculino) (Espasa, Tomo 3, 1988: 231).

Al principio, todas las sociedades habrían pasado por una primera etapa de matrilinealidad. «Allá donde la descendencia se sigue por la línea femenina como lo era universalmente en el período arcaico… y cuando la descendencia sigue la línea masculina -a la cual pasó después de la aparición de la propiedad-…» (Morgan, 1987: 127).

Y continuó perviviendo instituciones similares, a principios del nacimiento de los estados, entre ellos la herencia al trono por vía matrilineal.

Ahora bien, se ha dicho ya que sobrevivían huellas de descendencia matrilineal y hasta de matriarcado en las civilizaciones egipcia y cretense… De hecho, se siente la tentación de convencerse de que las primeras sociedades neolíticas, en cuanto abarcaron de tiempo y de espacio, otorgaron a la mujer la más alta condición que jamás haya conocido. (Hawkes y Woolley, 1977: 225).

Así que en la Prehistoria y en algunas regiones todavía a principios de los tiempos históricos, estuvo vigente una sociedad femenina pacífica (virginal) en la que lo femenino jugaba el principal papel en el mundo social. Las mujeres ejercieron las profesiones tanto relacionadas con la funciones alimenticias: físicas y culturales, como las funciones sagradas relacionadas con el sacerdocio: desempeñaban el principal papel en el terreno económico y religioso. Lo corrobora la arqueología, ya que las más arcaicas obras de arte, presentan exclusivamente figuras femeninas: reinas sentadas en tronos y con coronas, recolectoras de vegetales y otros productos, agricultoras, cazadoras, alfareras, orfebres, metalúrgicas, colonizadoras, maestras, poetisas con manuscritos, músicas tocando diversos instrumentos musicales, sacerdotisas, artesanas, comerciantes…

Las mujeres ejercían su autoridad sobre sus descendientes matrilineales reunidos en tribus independientes: ejercía el poder político, económico y religioso.

«En las más antiguas culturas agrícolas, mandan sin ninguna traba las mujeres: la gran madre incluso tiene a sus servicio una corte de doncellas, hijas, nietas, parientes, etc.» (Laviosa, 1959: 67). Y «…son las mujeres las que dirigen la tribu por medio de un consejo…» (Baqué, 1958: 49).

Vivían en plácidas comunidades, sin guerras, porque la autoridad era ejercida legítimamente por descendientes matrilineales de la Madre Ancestral / Diosa, que había dado origen al pueblo. Y así se aceptaba la legitimidad de una reina para ejercer el poder, sentarse en el trono (descendientes virginales de la Diosa Trono), impartir justicia, con sus atributos la corona y el cetro, cuando había recibido el derecho por vía matrilineal y virginal (asociadas a las constelaciones Virgo, Libra y Corona).

Todavía a principios de los tiempos históricos, existe evidencia de que las tribus (matrilineales) independientes, estaban bajo el gobierno de una soberana legítima (matrilineal) y se asociaban con otras para tratar cuestiones públicas, políticas y religiosas, en confederaciones democráticas de doce ciudades-estado (dodecápolis). Lo corrobora diferentes testimonios como los numismáticos y toponímicos.

Se reunían en asambleas presididas por una reina sacerdotisa suprema, que presidía el consejo y en el que participaban y votaban delegados de las doce ciudades-estado. Se reunían en un Santuario para celebrar fiestas en las que solicitar a la Diosa que ejerciese su función de protección sobre los campos, para que produjeran ricas cosechas y los asegurase contra las inclemencias del tiempo, así como para impartir justicia y celebrar ferias comerciales.

Pero, a pesar de que desde el inicio de la cultura humana, la mujer había ejercido el poder político, religioso y económico, en un momento dado se la desplazó del ejercicio del poder y de la actividad productiva, se la relegó a segundo plano y empezó a desempeñar un papel subordinado; se produjo la evolución de la familia matricéntrica e implementación de la patriarcal y a la vez que la sociedad modificó sus actitudes pacíficas y emergieron conductas violentas y guerreras.

Varios son los factores que explican la pérdida del poder femenino y la sustitución de la familia matriarcal por la patriarcal. Factores interactuando entre sí y en retroalimentación sistemática entre todas las variables, que produjeron el paso del matriarcado al patriarcado.

FACTORES QUE EXPLICAN LA PÉRDIDA DEL PODER FEMENINO Y LA SUSTITUCIÓN DE LA FAMILIA MATRIACÉNTRICA POR LA PATRIARCAL

1. – VINCULACIÓN MUJER-VARÓN

En época arcaica, dada la creencia en la ausencia de responsabilidad masculina en la procreación, el varón adulto no se responsabilizaba de los hijos de una mujer y no existía vinculación masculina: las primeras familias estaban compuestas por la madre e hijos (igual que pasa entre los primates).

Así, la mujer era fuerte junto a sus hijos, era autosuficiente económicamente y no necesitaba vincularse al varón. Existía la sucesión matrilineal por la certeza de saber quien era la madre de los descendientes.

En el curso de la evolución surgió un comportamiento cultural nuevo (no existe en los primates), por el que los adultos varones empezaron a vincularse a una mujer y empezaron a preocuparse por los hijos de la misma y a cuidar y proteger a su propia familia, característica cultural que se manifestó muy posteriormente.

– Ello ocurrió bien porque el varón captase la idea de paternidad y comprendiese que era el causante de la fecundación.
– O bien porque el varón quisiera posesionarse de los hijos de su pareja.
– O bien porque quisiese aumentar el número de descendientes y viese la necesidad de proteger a la madre, para que hiciese frente a los cuidados de sus numerosos hijos.
– O bien para erradicar los comportamientos femeninos despóticos propietarias de los hijos y de otras posesiones valiosas.

No es raro que en el proceso de evolución se generasen los comportamientos cuando existen situaciones injustas, como son las frustraciones masculinas frente al papel dominante y tiránico que la mujer ejercería en esta etapa, en cuya sociedad quizás los varones correrían la misma suerte que la reservada a la mujer en etapas patriarcales, que provocarían resentimientos masculinos.

Y que desembocaron con la revolución patriarcal, cuando las condiciones fueron las adecuadas para conseguir el éxito. Y con ello el castigo y el arrebatamiento del poder en manos femeninas por parte de los varones.

Sin duda, en las primeras edades de la historia humana el milagro y la fuerza mágica de la mujer fue una maravilla no menor que el universo mismo, y esto dio a la mujer un poder prodigioso, y una de las preocupaciones principales de la parte masculina de la población ha sido destruirlo, controlarlo y emplearlo para sus propios fines (Campbell, 1991: 358).

Así que el varón empezó, en un momento dado, a vincularse a una mujer y a preocuparse de su sustento y el de sus hijos. Con el tiempo se instauró la institución del matrimonio, por lo que el esposo descargó a la esposa del esfuerzo de búsqueda de alimento, lo que posibilitaría el aumento considerablemente del número de nacimientos. Con ello se inició la gran expansión demográfica humana.

Y con la instauración de la institución del matrimonio, empezó la relación sexual monógama, por la que la mujer intercambiaba su disponibilidad sexual permanente a su pareja a cambio del sustento. De modo gradual entraría el nuevo modelo de familia e iría desapareciendo la antigua, coexistiendo en un tiempo.

Con la llegada y la formación de los estados: «…la familia natural y la «comunidad» matriarcal queda reemplazada por la «sociedad», del mismo modo que el politeísmo anterior y el panteísmo matriarcal quedan subsumidos en el monarquismo y el monoteísmo propios del estado.» (Mayr, 1989: 18). Y: «…la formación de la familia patriarcal ha cambiado profundamente las ideas sociales.» (Pirenne, 1982: 44).

Y es precisamente el surgimiento de la vinculación mujer-varón, el primero de los mecanismos que explican la pérdida del poder femenino. Fue justo cuando se vinculó el varón a la mujer y se comprometió a la consecución del sustento, cuando sucumbió el poder femenino.

A partir de entonces se inició la dependencia femenina. Y ello fue el factor decisivo de la causa de la pérdida de poder femenino. Con ello la mujer perdió la posibilidad de autorrealizarse por otras vías diferentes, ya fuese el trabajo o cualquier otra tarea libre. A partir de entonces se desarrollaría en la mujer el deseo de satisfacer su posibilidad de realización exclusivamente a través de la maternidad.

Los varones terminaron por arrebatar el poder a la mujer y esclavizaron a la mitad de la población que perdió sus derechos.

Y desde la revolución patriarcal, las mujeres fueron oprimidas para que cumpliesen con el papel que se les adjudicaba: exclusivamente el de «procreadora», para que engendrasen el mayor número de hijos para el estado y el de apoyo. Y tal situación ha estado en vigor durante varios milenios (hasta que hoy día la situación empieza a cambiar), a la vez que el padre adquirió todo el poder sobre los miembros de su familia.

2 – RUPTURA DE LA VINCULACIÓN ENTRE MUJERES

Con la formación de la pareja y la vinculación varón-mujer, no sólo se rompió el lazo entre la autoridad de la madre sobre sus hijos, sino que además se rompió la vinculación horizontal entre mujeres, existente en la Prehistoria, fuente de su anterior poder y las ventajas que les reportaba cuando estaban unidas y eran las que daban estabilidad a la tribu, mientras los varones eran residentes temporarios.

Las mujeres se aislaron y perdieron los lazos que las unían con sus compañeras, con lo que se imposibilitaron los contactos entre las mismas y perdieron la posibilidad de unirse y de establecer alianzas en el futuro, para recuperar su antiguo ascendiente.

Y esto fue, es y sigue siendo la causa de la dificultad de las mujeres en nuestro avance en la lucha por nuestros derechos. Ese vivir aisladas, desde entonces, nos ha creado muchas complicaciones. El aislamiento ha imposibilitado a las mujeres aisladas el poder enfrentarse solas a las oposiciones de la sociedad, si llevaban a cabo actividades no permitidas, para que pudiesen violar una prohibición cuyas consecuencias no eran gratas y para soportar la presión y el rechazo social de conductas no consentidas, que nadie iba a recompensar y sí castigar.

Consecuentemente nuestras ancestras, tras la revolución patriarcal, tuvieron que inhibir las conductas no aceptadas, ya que nadie apoyaba sus protestas; nadie se solidarizaba con sus reivindicaciones; nadie reforzaba las transgresiones al único papel que se le asignaba: el papel de esposa, madre y reina del hogar.

3 – VIDA SEDENTARIA

Otro mecanismo que explica la pérdida del poder femenino es el modo de vida sedentaria que llevaban nuestras antecesoras agricultoras durante el Neolítico, cuando se dedicaban a las tareas agrícolas, fundado en la producción de las plantas, dependiente de las estaciones; que es rutinaria, estática, de inactividad y reposo, a la espera paciente y pasiva de que la vegetación diese sus frutos, mientras se suplicaba a la Diosa que regase la tierra con la lluvia y la protegiera de las calamidades naturales.

Incluso en sociedades posteriores la labranza siguió siendo tarea de mujeres durante miles de años. Ella era la que trabajaba el suelo y recolectaba los frutos. «Se admite por lo general que, como derivación de su antigua función de recolectora de alimentos vegetales, fue la mujer quién inventó y desarrolló la agricultura». (Hawkes y Woolley, 1977: 227).

Que si bien la agricultura permitió un paso adelante en el progreso de la civilización humana, condicionó pautas de conducta femeninas: de falta de iniciativa y de inmovilidad, que fue causa de las trágicas consecuencias posteriores de la pérdida del poder femenino.

Con el cultivo del suelo y con la invención del arado, se introdujeron muchas innovaciones, lo que permitió el aumento y el bienestar de la población; se crearon excedentes alimentarios, inexistentes con la recolección y la caza. El bienestar económico producido por el trabajo de la mujer, aumentó el tiempo libre; las reservas podían disponerse para la exportación y el comercio; por consiguiente se incrementaría la riqueza.

4 – EXPLOSIÓN DEMOGRÁFICA

Con la acumulación de alimentos sería posible aumentar los partos, lo que provocó también un considerable desarrollo demográfico, otro factor que explica la pérdida del poder femenino, ya que mantendría ocupada a las madres en el cuidado constante de los bebés.

Dada la fuerza económica que suponen los hijos, considerados de capital importancia por el trabajo que aportan, los varones que ayudaban al sustento de su compañera e hijos, decidirían aumentar el número de hijos y adoptarían una política demográfica expansiva. Y así los varones explotan a su pareja, como fuente de riqueza, las convierten en máquinas para que engendrasen gran número de hijos, para que aumentasen el capital económico. Y con la evolución, los varones terminaron por posesionarse de los hijos, como propiedad del padre y nace la familia patriarcal.

5 – RIQUEZA

Con el crecimiento de la familia como unidad económica importante, del bien productivo de los que la integran, vino el enriquecimiento.

Con el enriquecimiento apareció la propiedad privada. Y el igualitarismo de la etapa anterior se reemplazó por una estructura jerárquica vertical, y con ello sobrevinieron cambios discriminativos como la explotación.

Se originó el deseo de transmitir la propiedad a los hijos y para ello se aseguró que la herencia pasase a manos de los hijos varones; se impuso la herencia patrilineal, con lo que se reforzó el papel masculino.
Así que la riqueza es otro factor que explica la pérdida de poder femenino.

6 – INVASIONES NÓMADAS

Una sociedad enriquecida atrae la codicia. Por lo que de continuo es atacada por otros pueblos más pobres que ven la oportunidad de enriquecerse a su costa. Se incrementaron los saqueadores que llenaban de terror los habitantes civilizados.

Se produjeron las invasiones de bandidos indoeuropeos, de pueblos nómadas desconocedoras de la agricultura, que residían en zonas donde los recursos alimentarios habían sido abundantes. Pero tras sobrepasar sus límites y empezar a escasear y necesitados de pastos para alimentar a sus rebaños, atravesaron e invadieron territorios ajenos, en busca del codiciado alimento, saquearon, devastaron las codiciadas regiones y terminaron destruyendo gran número de pueblos y modificando la estructura social.

Fueron los arios, los luvianos, los aqueos, los kurgos, los hebreos, los dorios: las oleadas de migraciones que según Gimbutas asolaron Europa en tres fases: la ola nº 1 del año 4300 adne, la 2ª ola del año 3200 adne y la nº 3 del año 3000 adne.

Conquistaron otras regiones y destruyeron culturas de muchas regiones, en donde impusieron su ideología. Y se generalizó el patriarcado por la fuerza de la violencia y la guerra: «según Gimbutas la cultura patriarcal de los indoeuropeos supuso la destrucción de una cultura uniforme, matriarcal y pacífica, que había perdurado en toda la Europa antigua durante veintemil años atrás, del Paleolítico al Neolítico.» (Eliade, 1990: 184). «… el origen de la civilización occidental tuvo lugar en los valles de los grandes ríos: el Nilo, el Tigris-Eufrates, el Indo, y después el Ganges. Ése fue el mundo de la Diosa… Y después se produjeron las invasiones… Y estas invasiones traen consigo dioses guerreros, lanzadores de rayos, como Zeus o Yahvé».

Los pueblos semíticos estaban invadiendo el mundo de los sistemas de la Madre Diosa, con lo que las mitologías de orientación masculina se volvieron predominantes, y la Madre Diosa se convierte… pues en algo así como la Abuela Diosa, algo muy, muy lejano en el pasado. (Campbell, 1991a. 240 y 241).

Durante los primeros mil años de su existencia, esos primeros pueblecitos fueron capaces de sobrevivir sin murallas de protección. Sin embargo, sobre el sexto milenio antes de nuestra era, y sobre todo durante el quinto, las murallas empiezan a ser evidentes… y eso nos indica que violentos pueblos guerreros empezaban a amenazar ocasionalmente a invadir y saquear los ahora comparativamente ricos asentamientos de los pacíficos destripaterrones. (Campbell, 1994: 202).

«…la parte (coloreada en su mapa) indica la zona de extensión continua, desde Europa hasta la India, de las florecientes civilizaciones matriarcales antes de la irrupción de las hordas bárbaras de las estepas y los desiertos… Estos bárbaros (persas, medas, armenios, baltos, celtas, germanos, eslavos, luvitas, frigios, escitas, kurdos, albaneses, tracios, griegos, ilirios, vénetos, italiotas) no eran ni de raza pura ni superiores, salvo en fuerza bruta. En todas partes destruyeron civilizaciones (matriarcales)» (Van Lysebeth, 1990: 30).

En particular, a través del estudio de las representaciones antropomorfas de arcilla (figurillas) procedentes de contextos arquitectónicos arqueológicos, trató de demostrar, para su propia satisfacción (Gimbutas, 1970, 1980, 1982) y la del público (Eisler, 1987) que la sigue, el contraste entre el carácter pacífico de esos pueblos amantes del arte de la «civilización de la Europa Antigua» y el de la sociedad que la destruyó: los invasores kurganes indo-europeos, patriarcales, jerárquicos y amantes de la guerra. (Ruth E. Tringham, 1999: 101-102).

Los saqueadores robaban las valiosas propiedades de las sociedades agrarias sedentarias, incluyendo como botines sobre todo a las valiosas mujeres, con sus conocimientos y sus facultades procreadoras.
Por lo que surgió la necesidad de defenderse del acoso, el robo y el rapto de los asaltantes. En principio, también las mujeres recurrirían a la violencia y la guerra para defender sus posesiones apetecidas por los saqueadores: ahí están los numerosos testimonios de mujeres guerreras que así lo corroboran.

Pero debido a los cambios profundos producidos a lo largo del tiempo y a la continua sangría de las guerras y dada la necesidad de hacer frente a las bajas y aportar los necesarios recursos humanos para evitar la extinción humana y aumentar el poderío del clan, se quedaría la mujer en su papel exclusivo de procreadora.

Y para evitar la provocación de los violadores, para que no estuviesen expuestas al rapto y para evitar que se expusieran a peligros, que implicasen el riesgo de morir y por tanto el abandono de su prole, que correría igual suerte, se impondrían a las mujeres restricciones en su libertad de movimiento y se les prohibiría el desplazamiento lejos del hogar, por caminos solitarios; se las encerraría, con lo que significa de limitación cultural y pocas posibilidades de cambio.

Y con la limitación de la libertad femenina, se fue pronunciando más el estado de sometimiento. Y consecuencia de ello sobrevino la revolución patriarcal y en unos pocos siglos la subordinación femenina.

7 – SURGIMIENTO DEL MILITARISMO

En la sociedad de la Edad del Bronce los varones, terminaron por dedicarse en exclusiva a la defensa y protección de las tribus contra los depredadores-invasores.

Cuando había pocos enemigos de los que defenderse, los varones desempeñaron un papel subsidiario, como el jugado durante más de 25.000 años atrás. Fue justo cuando los enemigos proliferaron y el problema de defensa aumentó, cuando los varones adquirieron mayor protagonismo y su labor fue más considerada y posibilitó que adquiriesen mayor status, otro factor que explica la pérdida del poder femenino.

Mientras, aumentaba la consideración de los defensores que morían, de los vencedores que recibían premios, títulos y riquezas por sus conquistas militares. Terminado el papel defensivo de los ejércitos en las guerras y la primacía masculina adquirida en la guerra, los varones se quedaron con el poder en tiempos de paz (algo similar a lo que ocurre cuando, tras una guerra, las fuerzas armadas asumen el poder).

Y se transfirió el status conseguido por los héroes guerreros, a los hermanos de género, a todos los varones que asumieron el poder en todas las parcelas, en otras áreas fuera de su papel defensivo.

Tras la victoria de los ejércitos contra los enemigos, se reunificaron las pequeñas ciudades-estado democráticas y dieron lugar a la formación de los estados. Surgieron los estados. Se evolucionó hacia culturas urbanas y se crearon ciudades en las grandes civilizaciones de la Edad del Bronce, con poblaciones jerarquizadas y unificadas bajo el poder central militar, se fortificaron las aldeas y construyeron medios de defensa para defender la seguridad de su territorio.

Y con el surgimiento de una sociedad jerarquizada, sobrevino la lucha por el rango jerárquico, por la hegemonía y por su mantenimiento, la rivalidad entre grupos e individuos, la obediencia jerárquica y el dominio masculino.

Los jefes, al haber adquirido el poder por medios violentos (no por vía matrilineal), su autoridad no estaba legitimada, ni tenía origen Divino, por lo que no serían reconocidos automáticamente.

Consecuentemente tendrían que recurrir a la violencia para afianzar su autoridad; para conseguir sus fines; como mecanismo de promoción social; por rivalidad; para sofocar las luchas intestinas por el poder. Y se legitimó por tanto las espantosas guerras y los constantes enfrentamientos.

Y así los déspotas habían de apoyarse en la fuerza militar, muchas veces reclutada de forma obligatoria, haciendo uso ¿legítimo? de la coerción física, para imponer la ley y el orden. Y hacían la guerra para conquistar otros pueblos y así poder acceder a las materias primas y para posesionarse de los bienes ajenos; para avasallar a los pueblos vecinos e imponerles las propias creencias; para defenderse de enemigos que saqueaban sus propiedades y que a pesar de sus defensas, terminarían al fin siendo derribados y sustituidos por otros.

Y como en las batallas aumentaría la sangría demográfica, resultaría imprescindible muchos descendientes, por lo que las máquinas humanas femeninas estarían esclavizadas ocupadas (embarazadas) en satisfacer los deseos masculinos, para que los ejércitos pudiesen hacer frente al fenómeno cultural de la guerra.

8 – CONTACTOS MASCULINOS INTERCULTURALES

Otro factor que explicaría la pérdida de poder femenino, es el hecho de que, mientras las mujeres estaban encerradas y sufrían limitaciones en su libertad de movimiento, los varones estaban en contacto continuo con el exterior y las nuevas ideas.

Los soldados y mercenarios contactaban otras cultura, con lo que se les despertaba el afán de aventura, que les iniciaban en la liberación, en la asunción del riesgo, en la expansión, ambición, en la imaginación. Además los varones se enriquecían con las guerras, con los botines conquistados o con los terrenos otorgados como recompensas por los gobernantes.

Así que los varones competían con sus nuevas ideas y maneras, con las de las comunidades campesinas de las aldeas sedentarias, a las que llevarían las innovaciones que chocaban con ellas, al modo de vida rutinario del principio femenino, claustrofóbico, del útero protector, de estructuras basadas en la contención, tranquilas, estables, atrapadas en la rutina; que por su propia dinámica serían tradicionales e inmovilistas, en las que las mujeres estaban adaptadas.

Y los varones contribuyeron a cambiar el ambiente de las mujeres una vez poderosas.

9 – PÉRDIDA DE LA POSIBILIDAD FEMENINA DE AUTOSUSTENTARSE

Tras la revolución patriarcal, se instituyó el matrimonio y la familia patriarcal. Con lo que apareció la desigual división de los sexos, quedándose la mujer en su papel exclusivo de procreadora, mientras el varón se dedicó a la búsqueda del sustento.

Además la herencia se convirtió en patrilineal y la propiedad del suelo pasó a manos masculinas.
Y con el establecimiento de la institución de la herencia patrilineal, la mujer quedó excluida de la propiedad del suelo y de las labores agrarias; la familia dejó de depender de ella para su subsistencia, con lo que se modificó su función económica.

Y así comenzó la subordinación femenina: la mujer vio restringida las profesiones con las que autosustentarse, fue perdiendo paulatinamente su influencia, su poder político y religioso y su status, hasta quedar sometida totalmente al varón, reducida a la maternidad y relegada al interior de la casa, quedándose aislada y demasiado ocupada en la tarea inaplazable de la vida diaria del cuidado de la infancia. Pasó a no ser nada en absoluto, ya que sólo debía trabajar y procrear hijos y perdió todos sus derechos.

Hasta que, finalmente, a medida que la sociedad patriarcal siguió evolucionando, las leyes sancionaron tales conductas, y a la mujer se le prohibió el derecho a la subsistencia y dejó de ejercer las profesiones que había estado practicando desde época inmemorial.

10 – MODELO PATRIARCAL

Todos estos factores interactuando entre sí, contribuyeron poco a poco, a la modificación de la estructura social. En la sociedad se impuso otro modelo familiar, con una concepción de la vida basada en un modelo de dominio del varón. Nació la familia patriarcal, en la que el varón lo era todo, se dedicaba al mantenimiento familiar y se erigió en cabeza de familia.

Y para acelerar el cambio profundo de las ideas sociales, los defensores del nuevo modelo social, no dudarían en usar todo tipo de medios sobre la mujer, incluidos el recurso de la fuerza bruta, para eliminar los esquemas femeninos de su anterior poder enraizados en su conciencia.

Inhibirían en las mujeres sus actos de rebeldía, con diferentes métodos como: amenazas, coacciones y sobre todo usarían medios más sutiles de adoctrinamiento como los mitos, el arte, la literatura, las leyendas… de los que nos quedan testimonios, que influyeron en la visión inconsciente femenina, y modelaron sus actitudes.

Se impuso el gobierno y dominio masculino, que lo ejercía sobre la mujer, para imponerle fidelidad de forma agresiva, autoritaria, dominante. Y la sumisión terminó por ser natural. En el patriarcado la mujer se convirtió en fiel y sumisa.

Por Francisca Martín-Cano Abreu

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