“¡Aldea Maracaná para los indios!”: La resistencia oculta tras los preparativos de la Copa 2014

  La Asociación Brasilera de Prensa, ubicada en el Centro de Rio de Janeiro, fue el lugar escogido por indígenas y apoyadores de la Aldea Maracaná para realizar una Audiencia Pública, conmemorando de este modo el Día del Indio, que se celebra en Brasil cada 19 de abril desde el año 1943 por mandato de […]

 

La Asociación Brasilera de Prensa, ubicada en el Centro de Rio de Janeiro, fue el lugar escogido por indígenas y apoyadores de la Aldea Maracaná para realizar una Audiencia Pública, conmemorando de este modo el Día del Indio, que se celebra en Brasil cada 19 de abril desde el año 1943 por mandato de Getulio Vargas, para recordar la participación de líderes indígenas del Aby Ayala en el primer Congreso Indigenista Americano (México, 1940).

Lo que la fecha no recuerda es el tratamiento paternalista, tutelar y exotizante que el Estado brasilero sigue manteniendo hacia sus poblaciones indígenas. Así, los objetivos del acto eran claros: i) reivindicar la reintegración inmediata de la Aldea Maracaná para los indígenas; ii) informar a la ciudadanía sobre el estado actual del proceso de lucha por recuperar la Aldea y sobre la violencia sufrida durante el desalojo del pasado 22 de marzo, por encima de sus derechos civiles y consuetudinarios; iii) denunciar las malas prácticas del gobierno estadual para comprar y desarticular al movimiento indígena en Rio; iv) difundir cómo el proceso de privatizaciones viene afectando a los sectores marginales de la ciudad, en el marco de los preparativos de la Copa Mundial de Fútbol 2014 y de los Juegos Olímpicos de 2016; y v) posicionarse críticamente frente al tratamiento jurídico e institucional de Brasil hacia su población indígena, desconociendo entre otros aspectos, su supuesta condición de “minorías étnicas” y la falsa representación de la Fundación Nacional del Indio (FUNAI).

LA ALDEA MARACANÁ EN DESALOJO

Fue el año 2006, con apoyo de otros activistas de Río, que diversas familias indígenas tomaron como residencia el edificio ubicado a un costado del Estadio Maracaná, uno de los mayores referentes históricos del fútbol mundial. Con 147 años de antigüedad, el edificio fue donado al Estado para la investigación y divulgación de la cultura indígena por el Duque de Saxe, pariente del emperador Pedro II, en 1865. Hasta inicios de los años ´50 fue sede del Servicio de Protección al Indio (SPI), bajo la dirección del Mariscal Rondón, y se transforma en 1953 en Museo del Indio, gracias a la iniciativa de líderes indígenas acompañados por el más importante antropólogo brasilero, Darcy Ribeiro.

“Estaba en la memoria de los indígenas que allá funcionaba el antiguo Museo de los Indios… ellos iban a conversar con Rondón para abordar los asuntos indígenas de sus aldeas y territorios”, señaló al respecto el antropólogo y ex-presidente de la FUNAI, Mércio Gomes, en la Audiencia.

Abandonado largamente desde 1977, luego del traslado del Museo del Indio al barrio de Botafogo donde la FUNAI resignifica la antigua iniciativa de difusión cultural como un espacio folclorizado, inerte y sin participación de indígenas, el año 2006 el histórico terreno comenzó a llenarse nuevamente de vida. Y es que la ocupación que en principio surgió para resolver un problema de migración, precariedad y habitabilidad en la ciudad más desigual de Suramérica, fue dando paso al intercambio y la difusión de diversas culturas indígenas brasileras y nuestroamericanas, proceso que fue fecundando parte de la urbanidad carioca, llamando poco a poco la atención de vecinos, jóvenes y activistas.

Nació así la Aldea Maracaná. Un lugar de residencia, intercambio cosmogónico y puesta en práctica de saberes-haceres ancestrales en medio de Rio. Una escuela pluriétnica y multicultural de hecho, que se edificaba al son de sus muchos cantos y lenguas, teñidos de artesanías, diseños, cultivos y ritualidades. Una espacio para diferentes etnias indígenas de apoyo, referencia y divulgación. Una Comunidad que comenzó a soñar con volver a hacer de ese espacio un Museo vivo del Indio.

Pero llegó el tiempo de los preparativos del Mundial. Un megaproyecto de cerca de 900 millones de reales (USD$470 millones de dólares aprox.), que con la excusa de generar 6.000 nuevos empleos provisorios en el área de construcción, busca legitimar la privatización del Estadio. La Aldea y los indígenas incomodan estas pretensiones. En un inicio, el megaproyecto pretende construir en el terreno un estacionamiento y un shopping, con el argumento de ser parte de las exigencias de la FIFA para la Copa del 2014. La FIFA desconoce los dichos del Gobernador. Comienzan a agitarse las aguas de la movilización social, no tanto por los indígenas, sino también por el patrimonio material que representa el antiguo Museo del Indio. La jugada defensiva que sigue es afinar el contraproyecto: hacer de la Aldea Maracaná un Museo Olímpico y comenzar un sucio proceso de presión para el desalojo de las familias que hasta inicios de este año habitaba el espacio.

El día 12 de enero de este año se realizó una primera tentativa de desalojo armado, amparado en una venta ilegal del edificio desde el Gobierno Federal al Gobierno Estadual, sin consultar a las autoridades pertinentes – la FUNAI y el Ministerio de Cultura, entre las más relevantes- y sin contar previamente con una orden judicial. El ilegítimo proceso llamó la atención de la opinión pública brasilera y una fuerte movilización consiguió evitar el desalojo. Diversas personalidades del mundo de las artes, los medios masivos y la política se manifestaron a favor de la Aldea. No obstante, a través de una serie de manejos oscuros de la legalidad vigente y una campaña pública de desacreditación racista y exotizante hacia la autenticidad indígena de la Aldea Maracaná, el pasado viernes 22 de marzo un escuadrón antimotines de 300 efectivos de la policía militar invadió nuevamente el edificio, logrando desalojar a la comunidad de indígenas y no-indígenas que legítimamente ocupaban, defendían y proyectaban el espacio patrimonial que históricamente les corresponde en este contexto urbano.

La violencia, sin embargo, no se redujo al desalojo. Los indígenas han sido hostigados, presionados, fragmentados y algunos de ellos comprados por el gobierno, para resolver su problema de habitabilidad. Quienes negociaron, fueron destinados a ocupar un terreno lejos del centro de Rio, en Jacarepaguá. Quienes siguen luchando por la restitución de la Aldea, propusieron como alternativa una estadía provisoria en el actual Museo del Indio en Botafogo. Sorprendentemente, la propia FUNAI fue la que se opuso a esta salida, declarando en la Audiencia Judicial el día domingo 24 de marzo, que la presencia de los indígenas en el actual Museo atentaría contra el patrimonio, incluso a riesgo de ser incendiado.

Abandonados por la entidad que debiese representarlos, hoy están dispersos en diversas ocupaciones de Rio, en condiciones de vulnerabilidad política y material. La responsabilidad recae directamente sobre el Gobernador del Estado, Sergio Cabral, quien ha encabezado la “limpieza social” de Rio de Janeiro, con la excusa de adecuar la ciudad a los requerimientos de seguridad de la FIFA, un proceso manipulado en favor de grandes capitales -donde resuena recurrentemente el nombre del billonario Eike Batista– y que vulnera derechos políticos, civiles, sociales, económicos y culturales de los sectores populares cariocas.

UNA LUCHA QUE ES MUCHAS LUCHAS

¿Qué representa la Aldea Maracaná?, ¿por qué hay indígenas que no están dispuestos a negociar con el gobierno estadual, a no ser que se acoja la demanda de restituir el edificio para construir ahí un Museo vivo del Indio, una Universidad Intercultural Indígena?, ¿qué intereses se ocultan tras el proyecto aparentemente deportivo del Museo Olímpico?

Desde el inicio de la Audiencia queda muy claro que la lucha por restituir la Aldea Maracaná es “un capítulo más en la lucha por conquistar la soberanía y la democracia que Brasil aún está lejos de conseguir”, como señaló en la apertura el representante de la ABI, Daniel Mazola, pues lo que sucedió en la Aldea expresa un proceso de privatizaciones y exclusiones que se están gravitando sobre toda la ciudad. Al mismo tiempo, las movilizaciones sociales generadas en torno a su defensa, son también la posibilidad de visibilizar en un contexto urbano, las muchas presiones y resistencias de los indígenas de Brasil frente a megaproyectos y agronegocios. De este modo, la restitución de la Aldea es una cuestión patrimonial y territorial, no de sólo reconocimiento folclórico hacia la diversidad cultural: “No estamos buscando resolver un problema de vivienda, sino que estamos defendiendo un patrimonio… un espacio donde podamos trabajar la cultura indígena en un contexto urbano, un espacio permanente, no sólo el día 19, como sucede con el Museo del Indio y las Escuelas”, explicó a la audiencia Daniel Purí, uno de los jóvenes líderes de los indígenas en resistencia.

Como ya se ha señalado, la colonialidad del marco legal brasilero da un carácter especial al ciudadano indígena, haciéndolo sujeto de protección tutelado. Irónicamente, esta condición especial también los hace inimputables. El desalojo y su violencia policial son, por tanto, inconstitucionales, abriendo además otras tensiones entre los intereses empresariales y el rol del Estado como garante de Derechos Humanos. Por eso Ash Ashaninka, otro de los líderes indígenas, aprovechó su intervención haciendo un llamado a los medios masivos y alternativos de comunicación para presionar al Estado a responder por su responsabilidad en un conflicto que no es sólo de la Aldea Maracaná, sino de todo un proyecto urbano y social que prioriza el lucro por sobre la dignidad y la vida.

La lucha de la Aldea Maracaná es así muchas luchas. Contra la des-territorialización, contra la des-ciudadanización y contra la invisibilización de la identidad indígena en un Brasil hoy conformado por 307 grupos étnicos, de los cuales un 37% vive actualmente en contextos urbanos en precarias condiciones sociales y culturales, como señaló Carlos Walter, geógrafo, profesor de la Universidad Federal Fluminense. Una lucha hermanada con las muchas resistencias indígenas del continente, que es además la resistencia y la indignación de las comunidades impactadas por las privatizaciones y desplazamientos encabezados por Cabral, y que tiene la claridad de estarse oponiendo a un proceso mucho más amplio, el mundo monolítico del capital, con un mundo donde quepan muchos mundos, como dirían en el México zapatista.

EL SUEÑO NO ESTÁ EN VENTA

Consciente de la importancia de aquel espacio para las luchas y resistencias de Rio de Janeiro, el Estado procuró apagar rápidamente los trazos de la ocupación indígena. Pintaron los muros de blanco. Los mismos muros que hace poco más de un mes estaban ricamente coloridos con bellos diseños indígenas, señalando de manera tan distinta para todos aquellos que pasaban por la gran avenida de enfrente, que ahí se encontraba una aldea indígena. Un territorio diferente de los espacios urbanos, donde el tiempo era otro. Un espacio raro clavado en el centro de una gran metrópolis.

Hoy, la Aldea Maracaná está deshabitada, aunque progresivamente la mega-obra de reforma del Maracaná va destruyendo y ocupando con carros de ingenieros y oficinas el espacio que hasta hace poco tiempo celebraba la diversidad y la vida.

Pero el sueño no está en venta. Como señaló Urutau Guajajara, maestro de tupi guaraní y uno de los principales líderes históricos de la Aldea: “La única posibilidad de negociación es el retorno de la Aldea Maracaná”. El Museo vivo del Indio y la Universidad Intercultural Indígena no pueden concebirse fuera del territorio que representa su propia ancestralidad. La territorialidad está lejos de ser sólo un patrimonio material. Es en primer lugar un patrimonio inmaterial que contiene la memoria viva de un pueblo, que en caso de la Aldea Maracaná es la memoria viva de las luchas indígenas brasileras.

Por Lorena Ardito y André Basséres, desde Rio de Janeiro

El Ciudadano

 

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