De la quema de libros de la dictadura a la imposibilidad de investigaciones en democracia

Pasado el vendaval de memoria de septiembre muchas imágenes quedaron en la retina de los chilenos

Por Mauricio Becerra

20/10/2013

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Pasado el vendaval de memoria de septiembre muchas imágenes quedaron en la retina de los chilenos. Una de ellas fue la quema de libros en Santiago días después del golpe militar. Profundizamos con la investigadora Karin Ballesteros sobre la Editorial Quimantú de la Unidad Popular, centro de sus pesquisas, quien llama la atención que la refundación del país hecha por Pinochet fue más allá de la destrucción física de libros, cuya imagen fue sólo el primer eslabón de un proyecto ideológico que planificó una censura hacia toda la sociedad. La investigadora también nos cuenta que su trabajo es sin patrocinio de Fondecyt y mucho menos de Becas Chile, evidenciando que la censura en Chile hoy se mantiene a nivel de negar las condiciones de posibilidad de articular pesquisas y nuevas visiones desde el saber.

El golpe de memoria de los 40 años del comienzo de la dictadura de Pinochet enfrentó a los chilenos a una imagen propia de la época nazi: la quema de libros. Conversamos con la investigadora Karin Ballesteros, quien por su propia cuenta está haciendo un Máster en documentación en Francia tras recibir tres negativas a apoyar su trabajo de parte de Becas Chile, pese a que su tesis de pregrado ha sido hasta citada por el autor de Historia de la Destrucción de Libros, Fernando Báez.

Ballesteros fue contactada por la Universidad Diego Portales para ayudar en la exposición “Biblioteca recuperada, libros quemados y escondidos a 40 años del golpe”, dedicada a la quema de libros y su recuperación, aún está disponible en la Biblioteca Nicanor Parra de dicha casa de estudios. La muestra está compuesta por documentos de archivos privados, testimonios fotográficos, documentales, fílmicos, libros y obras de artistas nacionales como Alfredo Jaar, Voluspa Jarpa, Camilo Yañez, Patricia Israel, Alberto Pérez y Lorena Zilleruelo.

También Ballesteros participó del debate organizado en el bandejón central de la Alameda por la CUT para revisar las 40 medidas del gobierno de Salvador Allende. A ella le tocó exponer sobre el derecho a la información y la cultura, concentrando su exposición en la importancia de Quimantú, hoy autogestionada, y el libro hoy.

Otras actividades en torno a los libros durante la unidad Popular fueron la exposición “Quema de Libros. La Historia se hace en Septiembre, en la Biblioteca de Santiago organizada por la Usach  y en el centro Cultural Estación Mapocho, y una charla del Instituto Nacional de Derechos Humanos sobre la Revista Cuncuna. También hubo eventos en Valparaíso, hecho por la Librería Crisis, y hasta un colegio en Temuco realizó una actividad en torno a la quema de libros.

“Fue una gran sorpresa para mí que se estuviese preparando esta exposición, me dio mucha alegría no ser la única que siempre está hablando tema como elemento simbólico de lo que significó la decadencia en la producción editorial en Chile. A través de la recopilación de diferentes materiales pude constatar como de forma anónima se ha ido re-construyendo la historia del libro en este período en los diferentes museos y archivos, con la donación de material por parte de privados”- nos cuenta.

¿Cómo evaluarías el golpe de memoria reciente que tuvo Chile a propósito de los 40 años del golpe de Estado?

– Creo que es algo positivo. Si bien muchas imágenes para mí ya eran conocidas, me hizo reflexionar sobre las razones o condiciones que existen hoy día en Chile para que no haya sido censurado el programa en televisión. El CNTV recibió más de 160 denuncias porque este tipo de programas “no aportan en sanar las heridas” y eso muestra que una parte de nuestra sociedad aún sigue creyendo que debemos ocultar el sol con un dedo. Siento que necesitamos saber que ocurrió, y si la televisión aporta con programas a esa discusión me parece muy positivo, sobre todo por su masividad.

¿Serán también que las nuevas generaciones comienzan a interrogar qué es lo que pasó en Chile?

  Me lo he preguntado y creo que las generaciones más jóvenes tienen hoy día puestos en los que se toman decisiones y no están coartados por los miedos que tuvieron las generaciones anteriores. Lo otro es que en el plano de la narración de las historias, hay una tendencia a hablar de lo cotidiano y todos tenemos historias acerca de los ‘70 u 80’s. A todos nos golpeó la dictadura, de hecho usamos la palabra dictadura libremente y eso nos libera de la sensación represiva de tener que disfrazar lo que fue una realidad, como el tema de la pobreza o las condiciones miserables en que se vivía en esa época en Chile, que la educación de mala calidad y pagada viene también de ese período, a todos nos afecta hoy día la dictadura, independiente de la edad que tengamos. 40 años es mucho tiempo, las generaciones se han renovado y son capaces de hablar de aquello que aún muchos temen, que es simplemente hablar de lo que ocurrió en Chile durante 17 años.

QUIMANTÚ

¿Editorial Quimantú fue un éxito cultural en su época?

– La Editora Nacional Quimantú nace oficialmente el 12 de febrero del año 1972, pero la historia comienza un poco antes, con la huelga que sostienen cerca de mil  trabajadores de la Editorial Zig-Zag, en manos de Agustín Edwards. Los trabajadores  demandaban mejoras salariales, lo que tras una negociación concluye con la compra de ésta por parte del gobierno de la Unidad Popular y con el proyecto político de esta nueva alianza por desarrollar la cultura y llevar la lectura y el conocimiento a todo el pueblo de Chile, sin importar su condición social o lejanía territorial. Esta idea quedó plasmada en el Programa de La Unidad Popular que decía perseguir “el acceso de las masas populares al arte, la literatura y los medios de comunicación […] el sistema de cultura popular estimulará la creación artística y literaria y multiplicará los canales de relación entre artistas o escritores con un público infinitamente más vasto que el actual.” Idea que ya manejaba Salvador Allende cuando fue diputado el año 1967 al presentar un proyecto de ley con motivo de crear una editorial del Estado. Y aunque en sus inicios el nombre era Editorial Nacional Camilo Henríquez este fue cambiado por Empresa Editora Nacional Quimantú que es un neologismo de la lengua mapuche que significa Sol del Saber.

¿Cuáles fueron los objetivos de la editorial?

Los objetivos que se propuso Quimantú fueron “instalar al libro a un precio al alcance de todo el pueblo chileno, mediante una política de producción, distribución y tiraje que disminuyera costos de edición y venta. Segundo, concebir el libro como un elemento emancipador de conciencias para el Nuevo Chile que emergía con el gobierno de Salvador Allende”. Germina así una nueva historia para el libro y su industria editorial, con tirajes de 30 mil a 50 mil libros. En sus inicios se edita Diez Grandes Cuentos Chinos, Antología de Poli Délano, Violeta Parra Cuenta su Vida, otro libro de Enrique Lihn, o Leyendas de Chile, de Antonio Acevedo Hernández.

También estaba la colección Quimantú para todos.

– En Octubre aparece la colección Quimantú Para Todos, la que publicó desde los 30 mil a 70 mil ejemplares por título, los que se imprimían quincenalmente, llegando al número 47 para septiembre de 1973, con 1.940.000 ejemplares. Esta colección representa lo mejor de la literatura nacional y latinoamericana y Esta colección nace dirigida a satisfacer una amplia necesidad cultural: la de ofrecer lo mejor de la literatura chilena, latinoamericana y universal de todos las épocas a precios al alcance de nuestro pueblo, abriéndole así una ancha ventana hacia la vida– decía la introducción del libro El Chilote Otey y Otros Relatos.

En muchas casas chilenas aún hay los llamados Minilibros…

– Minilibros se inicia en agosto de 1972 y logra editar 55 números, con un tiraje total de 3.660.000 libros, destacando además, el tamaño, ya que podía leerse en cualquier parte, porque eran fáciles de transportar. Una de las grandes paradojas de esta época y la que le precede es que quedó en imprenta el número 56 de la colección; El Escarabajo de D. H. Lawrence que se transformó en el primer libro de la Editora Nacional Gabriela Mistral.

QUEMAR EL PASADO

¿Por qué uno de los blancos de la dictadura fueron los libros?

– La historia de la destrucción del patrimonio cultural es tan antigua como la civilización y Chile en un periodo reciente de la historia ha sido participe activo de esta barbarie. Una de las características repetidas de quienes se toman el poder por la fuerza, es querer borrar el pasado, ya que toda remembranza a este puede hacer tambalear lo que se quiere instaurar como nuevo poder. Como grafica Fernando Báez en su libro Historia Universal de la Destrucción de los Libros “con la  destrucción de libros, el hombre reivindica el rito de permanencia, purificación y consagración; al destruir, el hombre actualiza una conducta animada desde lo más profundo de su personalidad, en busca de restituir un arquetipo de equilibrio, de poder o trascendencia”.

¿Y ese afán qué representaba para la dictadura de Pinochet?

– En el caso de Chile los libros representaban la UP, y no necesariamente porque todos los libros fueran de marxismo, sino porque la Unidad Popular a su vez con la creación de la editorial Quimantú permitió el acceso a la cultura a todos, era un vehículo ideológico de liberación, por primera vez en la historia eran los campesinos, los pescadores, el proletariado, los estudiantes, los protagonistas de un libro, como ocurrió con la Colección Nosotros los Chilenos, que se publicó de octubre de 1971 al 6 de septiembre de 1973, con tiradas de 50 mil libros. Esta colección era un «testimonio de cómo somos, vivimos y trabajamos.

¿Cómo se expresó este rechazo a dicho proyecto editorial?

– Una vez tomado el poder por los militares la editorial Quimantú fue saqueada, así como cientos de viviendas allanadas y sus libros quemados y destruidos, la relación entre la búsqueda de armas, ‘elementos subversivos’ y libros era un sinónimo. Lo que en los primeros años fue una represión violenta se va transformado a través del establecimiento de bandos militares y decretos que norman estos procedimientos de sometimiento a los libros importados y nacionales al régimen de censura previa. Nace así un sistema encubierto de represión cultural.

LA CENSURA DE DINACOS

Avanzando ya en plena dictadura ¿qué rol cupo a la institucionalidad?

  El año 1976 se crea la DINACOS, Dirección Nacional de Comunicación Social, que era un organismo dependiente del Ministerio Secretaría General de Gobierno, donde había funcionarios pagados por el régimen, o sea funcionarios públicos cuya función era visar y censurar los contenidos generados por la prensa, radio, televisión, diarios, revistas y, por supuesto, libros. O sea había intelectuales que trabajaban para la censura. Esta oficina era la misma que estaba encargada de crear la información destinada a los medios de comunicación con informativos para engañar a la opinión pública con “enfrentamientos” destinados a encubrir ejecuciones.

No fue solamente la conocida imagen de la quema de libros…

– En esta época de la doctrina de la Seguridad Nacional, todo elemento que pudiera abrir las mentes era considerado como peligroso, así queda demostrado en la Editorial de La Nación del 31 de mayo de 1984 “El acto de regalar un libro, tan simple en apariencia, tan inofensivo, envuelve riesgos que no se pueden pasar por alto. No siempre un libro, por el solo hecho de serlo satisface el propósito ideal que generalmente le suponemos. Porque no siempre resulta ser un agente confiable de cultura o un recurso no contaminado de salud mental».

A pesar de la creencia de que solo se quemó y censuro libros en los primeros años de la dictadura, la editorial anterior muestra como desde diferentes instituciones se trabajaba para lograr el achatamiento cultural. Hemos creído durante todos estos años que los militares eran unos ignorantes que quemaban libros sobre el cubismo porque pensaban que era sobre Cuba, y si, ocurrió, pero también hubo una planificación para la censura en una segunda etapa y se siguió censurando luego de que se dijo que se había eliminado la censura previa, por ejemplo el año 1986 se impidió la entrada a Chile de 15 mil libros de la editorial Oveja Negra, que terminaron siendo quemados en el Puerto de Valparaíso por orden del jefe de zona naval.

EL INVESTIGAR EN CHILE

¿Cómo has desarrollado tus investigaciones?

– Mis investigaciones son siempre a título personal, como profesional del área del libro, pero también porque me interesa la memoria. Es impactante que la mayor parte de las personas que conozco quemaron, destruyeron, escondieron libros, pero también me interesa que sea un tema que como sociedad seamos capaces de analizar y ver cómo nos afecta hoy día en los índices de lectura, en que no somos capaces de comprender instrucciones, en que consideremos que los libros son caros, pero nos gastamos 100 mil pesos en ir a un concierto porque es mucho más ondero.

Lo más importante en un principio fueron los relatos para recolectar información, pero hoy día me encuentro con documentos, revisando archivos institucionales e imágenes, gente que está desenterrando los libros que olvido por 35 ó 40 años, eso añade otro cariz, porque muestra que la memoria sigue siendo un ejercicio pendiente y en este momento estoy muy interesada por los documentos de archivo de la época, que si bien fueron casi todos destruidos, algunas cosas van apareciendo. Como resultado de este proceso estoy preparando una publicación que será publicada el primer semestre del 2014.

¿En Chile hay condiciones de posibilidad para investigaciones como la tuya? ¿Cómo te ha ido con los Fondecyt o las Becas Chile?

– Yo creo que en Chile las condiciones están dadas para endeudarse y vivir de acuerdo a un sistema de consumo, en mi caso no he postulado a Fondecyt porque no cuento con el respaldo de alguna institución, trabajo en el tema en mis tiempos libres y en relación a la formación académica mi postulación a Becas Chile ha sido desastrosa, ya que las tres veces que he postulado no he ganado la beca. Te cuento como anécdota que cuando  estaba estudiando en Francia en la Ecole des Chartes, que forma los archiveros del sistema público francésy que es considerada entre mis pares como una de las mejores del mundo, junto con la escuela de Archivos del Vaticano, la comisión evaluadora no la considero como una buena institución para realizar estudios de postgrado otorgándole un puntaje muy inferior al que necesitaba. Lamentablemente creo que en Chile los intereses están puestos en otras áreas de formación, otros países,  además los recursos son muy reducidos, la cantidad de becas cada vez es más menor, no hay posibilidades reales de “ganarse” una beca.

También se evidencia en Chile que no hay condiciones de posibilidad para hacer historia y desarrollar ciencias ¿en que se relaciona esa imposibilidad con las quemas de libros y la censura?

– En la medida que una sociedad no sea capaz de acceder a la cultura, al libro como vehículo de amplitud de ideas, va a ser difícil librarse del yugo que imponen los poderes. Eso queda claramente demostrado con la poca iniciativa a través de fondos públicos que fomenten la investigación, que no siempre deben ser investigaciones para un Premio Nobel, ya que abrir la mente al pensar en un tema de investigación ya es todo un mundo, una ventana para realizar análisis, múltiples lecturas de una realidad o situación que puede parecerle interesante a cualquier profesional sin importar el área.

Tanto desde la academia, donde yo creo que la única investigación que se realiza son las memorias de títulos, porque todos están pensando en que lo más importante es tener luego el “cartón” para salir a hacer plata. Creo que el sistema en el cual estamos inmersos es más importante estudiar pensando en cuan rentable puede ser mi carrera a futuro que perder el tiempo analizando datos o experiencias.

Mauricio Becerra Rebolledo

@kalidoscop

El Ciudadano

Foto: Jorge Brantmayer

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