Encuesta nacional: 67% de las mujeres dice haber sufrido violencia en el ginecólogo

La sensación de vulnerabilidad y ser objeto de abusos y malos tratos durante las consultas y procedimientos, e incluso durante el parto son parte de la experiencia común de las mujeres que participaron en la Primera Encuesta Nacional Sobre Violencia Ginecológica y Obstétrica en Chile 2019–2020.

Por Leonardo Buitrago

04/09/2020

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En Chile, un 67% de mujeres considera que ha vivido violencia ginecológica y un 79% violencia obstétrica.

Estas son partes de las preocupantes conclusiones que se desprenden de la Primera Encuesta Nacional Sobre Violencia Ginecológica y Obstétrica en Chile 2019–2020, realizada por la Colectiva Contra la Violencia Ginecológica y Obstétrica.

El estudio, que estuvo a cargo de las investigadoras Stella Salinero, Carmen García, Thania Guzmán, Daniela Vargas y Manuel Cárdenas, surgió a raíz de las múltiples denuncias recibidas sobre experiencias de violencia sufridas por las mujeres en el contexto de sus consultas ginecológicas o su atención obstétrica.

Para poder visibilizar estas agresiones, entrevistaron a 4,552 personas cuyo sexo asignado al nacer fuera de mujer, mayores de 18 años, que hayan asistido alguna vez a atención ginecológica en Chile y que se encuentren residiendo en el país desde hace al menos seis meses. Las edades de las entrevistadas fluctuaron entre 18 y 82 años, el 98.5% es de nacionalidad chilena y el 1.5% extranjera. Además, el 15.5% se siente parte de algún pueblo originario, el 4% se considera afrodescendiente y el 55.5% tiene hijas o hijos.

La edad promedio en la que realizaron su primera atención de salud ginecológica fue a los 17.05 años y en su mayoría realizan una visita al ginecólogo cada 12 meses.

La sensación de vulnerabilidad y de ser objeto de abusos y malos tratos durante las consultas y procedimientos, e incluso durante el parto son parte de la experiencia común de las encuestadas, y así lo muestran, los resultados de la investigación.

Al ser consultada sobre cuáles pueden ser las causas de que se hayan “normalizados” este tipo de abusos, Stella Salinero recordó que en toda el área de salud en Chile existe una diferencia de poder entre quien se atiende y quien presta el servicio de atención.

«La jerarquía se refuerza en cada atención y no deja espacio para ejercer nuestra autonomía y poder tomar decisiones informadas en la consulta sobre nuestra propia salud. Sin embargo, no existe parangón de la ginecología en ninguna otra disciplina, no hay una disciplina que estudie específicamente a los hombres y que además los acompañe durante todo su ciclo vital. La ginecología ha transformado nuestros procesos naturales en procesos patológicos, es decir, existe una visión que tiende a ser negativa sobre nuestros cuerpos y sexualidad, la cual considera que nuestros cuerpos deben ser controlados y reparados constantemente (a través de medicalización y de diversos procedimientos) y, reducidos al ámbito reproductivo», planteó.

«Entonces no es extraño que decidan cómo debemos parir, cómo tiene que ser nuestro deseo, placer y prácticas sexuales (heterosexuales, por cierto), también deciden que no podemos abortar, y si nos queremos esterilizar, nos anteponen múltiples barreras para ello y más aún si no tenemos hijos/as. Es por ello que, en la definición de violencia ginecobstétrica se menciona la apropiación del cuerpo y los procesos reproductivos de las mujeres por parte del personal de salud, la que se expresa en todas las formas violencias que se evidenciaron en los resultados de la encuesta», explicó a El Ciudadano.

Violencia ginecológica

Como parte del estudio, se le preguntó a las mujeres si sentían que habían sufrido alguna forma de violencia ginecológica, y un 67% respondió afirmativamente.

Del total de la muestra, un 21.4% plantea que el personal de salud juzgaba sus prácticas sexuales o se refería a ellas en tono moralizante; un 33.8% siente que sus consultas o preguntas no eran apropiadamente atendidas por el personal de salud; un 17.6% ha tenido que escuchar comentarios inapropiados de índole sexual referidos a su cuerpo o sus genitales.

El 17.8% recibió comentarios impertinentes referidos a su físico, vestimenta o higiene; un 26% recibió retos o amenazas por parte del personal que atendió su consulta ginecológica; el 37.3% se sintió infantilizada por el personal al realizar consultas sobre su salud ginecológica.

Asimismo, el 17.1% afirma que le realizaron tactos o “tocaciones” inapropiadas dado el motivo de su consulta y que le sintieron sentir vulnerada su intimidad; un 20% señala que el personal de salud le realizó procedimientos que le causaron intencionalmente dolor; un 7.2% reporta que se le solicitó desnudarse sin que eso guardara relación con los motivos de su consulta.

El 9.1% de la muestra siente que fue víctima de violencia sexual por parte del médico o de algún integrante del equipo médico de salud; y el 20.8% afirma que se le medicó sin tener claridad de qué modo dichos medicamentos pueden tener utilidad en su salud ginecológica.

Al analizar los resultados, Stella Salinero, planteó que la encuesta demuestra que la consulta ginecologica «es un lugar donde las mujeres y personas asignadas mujer al nacer somos juzgadas y violentadas constantemente, ya sea por nuestra apariencia, por nuestras relaciones sexoafectivas, por nuestras prácticas sexuales, por el método anticonceptivo que utilizamos o no».

«Se nos hacen comentarios inapropiados sobre nuestros cuerpo y genitales, se nos hace desvestirnos sin motivo e incluso sufrimos violencia sexual en la consulta. Y ante todo esto, nos encontramos además con que no hay tiempo para responder a nuestras dudas o consultas acerca de nuestros procesos o tratamientos, y si lo hacen es de mala manera», subrayó.

Violencia Obstétrica

El estudio revela que el 79% de las encuestadas reporta haber sufrido violencia obstétrica.

El 52.27% de la muestra dice que han tenido alguna vez un parto y el 44.73% afirma que durante las semanas previas o durante el parto no se le pidió firmar consentimiento informado. Entre quienes firmaron consentimiento, un 36.94% consideran que este no era claro y un 46.84% dice que tuvo que hacerlo durante el trabajo de parto. Además, el 44.9% de las participantes dicen que alguna vez las trataron con sobrenombres o diminutivos como mamita, gordita, entre otros, o como si fuera incapaz de comprender los procesos por los que estaba atravesando.

El 48.2% se sintió infantilizada o anulada por el equipo médico como si fuera incapaz de tomar decisiones sobre lo que le ocurría antes, durante y/o después del parto; un 42.8% fue criticada por expresar sus emociones como llorar o gritar de dolor durante el trabajo de parto; el 41.7% reporta que no pudo manifestar sus miedos o inquietudes pues no le respondían o lo hacían de mala manera.

Un 45.9% manifiesta que le realizaron procedimientos sin pedir su consentimiento o sin explicar por qué eran necesarios; el 36.4% informa que la obligaron a mantenerse acostada boca arriba a pesar de manifestar su incomodidad; un 37.7% fue obligada a mantenerse en cama impidiéndole caminar o buscar otras posiciones según sus necesidades; a un 28.6% se le prohibió estar acompañada por alguien de su confianza.

Un 24.9% informa que se le impidió el contacto inmediato con su hija o hijo recién nacido antes de que se lo llevaran a control neonatológico; un 14.7% reporta que después del parto le hicieron sentir que no había estado a la altura de lo que se esperaba de ella; un 46.6% informa que la experiencia de parto la hizo sentir vulnerable, culpable o insegura en algún sentido.

Al 10.2% de la muestra se le negó la posibilidad de utilizar algún dispositivo o realizar algún procedimiento de control de la natalidad como DIU, ligadura de trompas, entre otros, mientras que al 7.7% se le obligó utilizar alguno de estos dispositivos.

Al ser consultadas sobre la atención recibida durante los controles obstétricos y el trabajo de parto, un 58.03 % afirma que no estuvo a la altura de sus expectativas, ya que no ses le brindó un trato respetuoso, o no se atendieron sus deseos respecto a la forma en querían que cursara el parto.

Como revela la encuesta, a un alto porcentaje de las mujeres se le realizaron procedimientos inconsultos o fueron obligadas a seguir instrucciones con las que no estaban de acuerdo o no se sentían cómodas.

«En el caso de la violencia obstétrica, el parto es visto como un evento patológico que es preciso controlar para evitar riesgos, y es ahí donde aparecen las órdenes e intervenciones rutinarias. Por ejemplo, a un 68,90% de lxs encuestadxs se le prohibió consumir líquidos y alimentos, a un 57,7%  se le ordenó permanecer acostada todo el tiempo de trabajo de parto, mientras a un 51,2% le administraron medicamentos para apurarlo; a un 37,7% se le realizó la maniobra de Kristeller (que consiste en la compresión del abdomen durante los pujos, se te sube una matrona o más para que baje tu guagua, es algo abominable y doloroso)», señalaron las investigadoras a cargo del estudio.

Asimismo, se refirieron al hecho de que el 43,2% de la muestra reportó que le fue practicada una episiotomía, un procedimiento que consiste en un corte en el perineo para agrandar el canal de parto, y que ha sido considerada como la ablación genital de occidente.

«¡Nos la practican los gineco-obstetras rutinariamente!», condenaron al tiempo que recordaron que esta práctica está desaconsejada por la Organziación Mundial de la Salud (OMS), y no hay evidencia científica que demuestre su efectividad para evitar desgarros.

«Lo que si sabemos es que trae consecuencias: dispareunia (dolor durante las relaciones sexuales penetrativas), acotaron.

Abusos y dominación

Para el equipo de la Colectiva Contra la Violencia Ginecológica y Obstétrica, los abusos que sufren las mujeres durante las consultas o al momento del parto se han escondido tras las “retóricas del cuidado”, que concibe una atención a través del miedo, a la que muchas veces las pacientes recurren por presión; y en la que no se les ofrecen mayores explicaciones ni detalle de por qué se les realizan determinados procedimientos, lo que finalmente se traduce en dominación sobre sus cuerpos.

«Una dominación ejercida por un modelo médico hegemónico (es decir, lo que conocemos como medicina alópata) que cosifica nuestros cuerpos, que los ve “por parte”, como algo abstracto y homogeneizado, es decir, todas las mujeres y personas asignadas mujer al nacer deberíamos ser anatómicamente iguales, funcionar igual (ciclo menstrual, gestación, menopausia) y nuestra vulvas y vaginas ser iguales, y esto no es así», señaló Stella Salinero.

Imagen referencial/ Primicia.

Casos de violencia ginecológica y obstétrica

Hasta la Colectiva Contra la Violencia Ginecológica y Obstétrica han llegado reportes de mujeres que no han sido escuchadas o han sido objeto de burlas al momento de asistir a una consulta o chequeo, lo que ha derivado en casos de violencia obstétrica y ginecológica grave.

Stella Salinero se refirió al caso de Adriana (2017), quien acudió en numerosas ocasiones al SAPU de Pozo Almonte y se le devolvía a su casa sin hacerle caso a lo que ella sentía, «lo que finalmente derivó en que su hija murió en su vientre, mientras a ella le realizaron una cadena de intervenciones».

«Todo eso se hubiese evitado si la hubieran tomado en cuenta, si no la hubiesen considerado “alharaca” o exagerada, que son las palabras que utilizan a menudo en los servicios de salud sobre nuestros sentires, pero sobre todo porque el conocimiento está detentado por quien te atiende», planteó.

También mencionó el caso de Romina Rojas Zarhi, quien falleció en 2017 luego de que le realizaron una cesárea en la Clínica Las Condes, porque no la escucharon, y en lugar de hacerle caso y revisar su cuerpo, achacaron sus síntomas a  una crisis de pánico e inestabilidad emocional postparto.

«En síntesis apareció la histeria y su ginecóloga le recetó calmantes, resucitando las ideas de la conexión entre el útero y nuestros nervios. En su caso se hizo evidente que no nos creen, ya que ella alcanzó a expresar que se sentía mal y que no podía respirar«, condenó.

Por tal motivo, la investigadora planteó que falta en la enseñanza ginecobstetrica «una visión que considere nuestros derechos sexuales y reproductivos y nuestros derechos humanos, que no nos vea como una cosa, un órgano aislado y que asimismo considere y legitime el saber que todas tenemos sobre nuestros propios cuerpos».

Abusos en las consultas

El 57.83% de la muestra del estudio indicó que acude a una clínica privada para sus consultas ginecológicas y un 30.65% se atiende en un servicio público. Mientras que un 2.08% manifestó no tener acceso a atención ginecológica.

«Con estas cifras podemos problematizar la idea que existe en relación a que el trato en la atención ginecológica del servicio público es peor. La diferencia con lo privado podría encontrarse principalmente en los tiempos de espera y los recursos en infraestructura, entre otros. Pero, por ejemplo, cuando una mujer quiere optar por la esterilización, en ambos sistemas existen barreras para hacerlo, ya sea porque consideran que eres muy joven, que aún estás en edad de tener hijos. Por ello, creemos que la violencia puede expresarse de distintas maneras en ambos tipos de atención, pero finalmente responde a una misma visión de nuestros cuerpos que es transversal y que se sedimenta en la formación de las y los profesionales. Como ya vimos respecto a los casos de Adriana y de Romina, no importa dónde te atiendas porque la ginecología es la que tiene el conocimiento sobre nuestro cuerpo y bajo ese paradigma, en ambas somos anuladas y no tenemos voz«, indicó Stella Salinero.

La encuesta también revela que un 5.89% decide no acudir a las consultas ginecológicas debido a sus experiencias previas, lo que supone un riesgo para la salud.

Desde la Colectiva Contra la Violencia Ginecológica y Obstétrica explican que la decisión de evitar acudir a la consulta puede estar dado por distintos motivos.

«El impacto que produce la violencia ginecológica y obstétrica en nuestras vidas es mucho mayor de lo que se cree. En nuestra encuesta podemos ver cómo afecta negativamente sobre la visión que tenemos de nosotras mismas, de nuestro cuerpo, nuestra autoestima y nuestra sexualidad. ¿Cómo es esto posible?. Sabemos que es un espacio en donde se nos juzga, se pasa mal y por ende, preferimos evitarlo lo más posible, evasión que para muchas perdura hasta que se ven en la obligación de volver para controlar su proceso de gestación», señalaron las investigadoras.

Impacto de la encuesta

La publicación de la Primera Encuesta Nacional Sobre Violencia Ginecológica y Obstétrica en Chile 2019–2020, constituye un paso más para visibilizar y poner en el debate público los abusos a los que son sometidas las mujeres, tanto en las consultas como en el parto.

Estos actos se ha mantenido completamente normalizados y naturalizados en Chile y el estudio le ha dado voz a las víctimas para que expongan sus historias.

«Es increíble la cantidad de mensajes que hemos recibido mientras hacíamos la encuesta, agradeciendo por al fin poder ponerle un nombre a su malestar, a su dolor. Realmente sucede algo muy espontáneo cuando hablamos de esto, ya que se abren muchas historias, a menudo silenciadas y vividas con vergüenza y dolor», destacó Stella Salinero.

Asimismo, la encuesta representa una oportunidad para que los trabajadores del sector salud, y en especial los que se dedican a la  ginecología y obstetricia, puedan ponerse en el lugar de los pacientes y entiendan el impacto negativo que pueden tener sus acciones.

«Esperamos que quienes ejercen estas prácticas puedan llegar a cuestionarlas viendo el daño que producen en quienes debieran cuidar, en muchos casos dejando una marca corporal (cesárea, episiotomía) que nos recuerda que fuimos violentadas. La violencia sexual en la consulta es gravísima, es algo de lo que no se habla, pero poco a poco han salido casos de mujeres violentadas, el año pasado las mujeres privadas de libertad de la cárcel de San Joaquín en Santiago, denunciaron que el ginecólogo que las veía abusaba de ellas, las torturaba sexualmente. Las mujeres privadas de libertad deben vivir abusos en las pocas atenciones de salud que tienen, y esto no se puede permitir», recordó la investigadora.

«También creemos que es una oportunidad para desaprender los prejuicios y, por ejemplo, en el caso del parto, respetar la fisiología del mismo, respetar nuestro plan de parto, esperar los tiempos, considerar las necesidades de las gestantes, escucharnos. Esto mismo para la consulta ginecológica, no operar desde la amenaza, desde el reto o la desaprobación», dijo.

Gracias a la publicación de la encuesta, una ginecóloga se puso en contacto con las investigadoras para informales que iba a mostrar los resultados del estudio a los ginecobstetras que participan en un curso sobre derechos sexuales y reproductivos que imparte la sociedad chilena de ginecología y obstetricia.

«Entonces, ya con eso pensamos que es un pequeño paso que damos todas quienes participamos en esta encuesta, porque son nuestras historias, vidas y dolores los que están ahí plasmados en esas cifras«, subrayó Salinero.

El poder de la denuncia

Luego de de revisar y analizar los alarmantes resultados de la encuesta cabe preguntar: ¿Qué puede hacer una mujer que haya sido víctima de violencia ginecológica y obstétrica?, ¿Cómo puede contribuir para que otras no pasen por una experiencia similar?.

«Poner un reclamo en el centro asistencial donde se atendió es lo primero. Desgraciadamente no existe una ley que sancione la violencia obstétrica y ginecológica en nuestro país, necesitamos una ley integral que sancione las violencias que vivimos las mujeres en los distintos aspectos de nuestras vidas, porque como sabemos todas estas violencias están conectadas y responden a una misma estructura de dominación», indicó Stella Salinero.

También señaló que es importante no dejar en silencio estas vivencias de violencia, y compartirlas sacarlas del ámbito privado y situarlas en el espacio público, «hacer redes para apañarnos y acompañarnos».

«Estas redes ya existen, existen espacios que denuncian estas prácticas, pero se han centrado en lo obstétrico (faltaba conocer qué pasa en lo ginecológico que aborda prácticamente toda nuestra vida)», explicó.

Asimismo, destacó que hay distintos espacios de mujeres y feministas que se están ocupando de «recuperar los conocimientos apropiados y reconectarnos con nuestros cuerpos».

Se refirió en especial a la ginecología natural , que «rescata el saber de nuestras abuelas, madres, tías y nos ayuda a sanarnos desde las hierbas, la autoexploración y el autoconocimiento».

Así como a los distintos grupos de feministas que acompañan a mujeres en situación de aborto, y las doulas que están apoyando a las mujeres durante la gestación y el parto,»relevando el retorno del parto en casa como una forma de no vivir esa violencia, bajo la voluntad de ser protagonistas del parto y vivirlo de una forma que hasta hace poco era la forma más común del parto-nacimiento».

Salinero recordó que la denuncia a través de las redes sociales ha permitido dar aviso a las demás mujeres de ciertos profesionales que no nos dan la atención adecuada o de que en ciertos centros de salud suceden estas violencias.

Sin embargo, aclaró que «esto no tiene que ver sólo con la persona que te atendió sino con un sistema que ha normalizado las violencias hacia nuestros cuerpos, donde se nos objetiviza y cosifica todo el tiempo. Por lo tanto, volvemos al tema de enseñanza, al tema de los derechos sexuales y reproductivos y los derechos humanos, que parecen estar ausentes en el currículum de obstetricia y ginecología».

Para encontrar más información sobre cómo denunciar, las mujeres pueden visitar la siguiente publicación en la cuenta de Facebook de la Colectiva Contra la Violencia Ginecológica y Obstétrica.: https://www.facebook.com/191548074978273/photos/a.568428300623580/723351495131259/?type=3&theater

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